El duelo por la pandemia

Psic. Juan José Alvarado
Psic. Juan José Alvarado

Somos una sociedad de costumbres y más que de costumbres de rituales, así lo hemos aprendido desde hace más de 12 mil años.

Hoy, todos los pueblos de la tierra, han tenido que soportar la muerte de sus allegados, sean el padre, la madre, los hijos, los amigos, y lo han hecho soportando estoicamente el dolor que causa la pérdida de un ser querido, aumentado a esto el no poder “despedirnos” de nuestros allegados.

A las crisis que hemos vivido por “meses de cuarentena” los miedos al contagio, la incertidumbre del trabajo, las preocupaciones por la comida, por la educación, por los hospitales y por un muy largo etcétera, se suma el dolor de no poder ver, tocar y decirle adiós a un ser cercano a nosotros.

Nunca ha servido de mucho cuando se le diga a un deudo: lo siento mucho, estará mejor, seguro pasará, encontrarás resignación. Sé que son estereotipos sociales y es difícil decirles a las personas algo reconfortante, pero no hay nada que reconforte cuando muere una persona que queremos.

Además, no hay que reconfortarnos, hay que vivir el dolor que cala hondo, que duele hasta las entrañas, que carcome nuestro ser.

Es y será más difícil el duelo por las muertes cercanas, pues al no poder cumplir el ritual del adiós, deja una puerta abierta, que un día y no sabemos cuándo, habrá que cerrar.

Por lo pronto, es importante saber que cuando muere un ser querido, siempre debe de permanecer en nuestros pensamientos, que hay muchas cosas y muchas circunstancias que nos los recuerdan y eso, eso es normal y sano para nosotros, sujetos profundamente sociales que aprendimos a querer, a amar, a extrañar.

Por lo pronto, es importante saber que la muerte de un ser querido, sigue doliendo, que siempre habremos de pensar que algo debimos de hacer, que algo debimos de decir, que se quedaron cosas pendientes.

Nunca bastaran las despedidas a alguien a quien hemos querido, con quien compartimos risas y llantos, alegrías y tristezas.

El duelo por la muerte de nuestros seres queridos, es un proceso, largo, penoso, doloroso. Pero es de humanos vivirlo, sufrirlo, lamentarlo. Pues cuando un ser cercano muere, no hay que nada que llene ese vacío y eso, sólo eso, es lo más sano, que como seres sociales que somos, tenemos que vivir.