El dolor se va sintiéndolo

“Hay que deshacerse del mal gusto de querer llevarse bien con todos. Las cosas grandes a los grandes, los abismos a los profundos, las finezas a los sutiles. Las rarezas a los raros.” Friedrich Nietzsche
“Mi abuelo me enseñó las cosas fundamentales de la vida, sobre todo el honor de la palabra dada.” Isabel Allende
“La diferencia entre algo bueno…y algo grande…Es la atención al detalle.” Charles R. Swindoll
“No es el lugar… No son las cosas… A veces es con quién”Lía Risco
“¡Me gusta creer que lo flexible, lo pequeño, lo insignificante, vence de algún modo sobre lo rígido, lo grande, lo importante!” Alejandra Pizarnik
“Traigo un amor muy parecido al universo. La Poesía me despejó el camino. Ya no hay banalidades en mi vida.” Vicente Huidobro
“La belleza es la iluminación de tu alma.” John O’Donohue
“Nunca te pedí nada que no te pudiera dar.” David Sant

“Elegiré amigos entre los hombres, pero no esclavos ni amos. Elegiré sólo a los que me plazcan, y a ellos amaré y respetaré, pero no obedeceré ni daré órdenes. Y uniremos nuestras manos cuando queramos, o andaremos solos cuando lo deseemos.” Ayn Rand

“Todo acontecimiento es una llovizna.” Gilles Deleuze
“Me he permitido aprender y fracasar con cierta regularidad. Y eso es probablemente lo único que me dieron y por lo que todavía estoy agradecido.” John Malkovich
“Alégrate de tu crecimiento, en el que, por supuesto, no puedes llevar a nadie contigo, y sé amable con quienes se quedan atrás”. Rainer Maria Rilke

La única realidad es que otro año se está yendo: el 2025 termina y volvemos a constatar que somos fugaces, que lo efímero es la constante y que solo tenemos el momento presente. No debemos tener tanto miedo a hacer, a sentir, a pensar. Tenemos que dudar menos y vivir mucho más.

La idea más profunda cabe en una frase: “Vivir es lo único que tiene sentido.”

Tomo la reflexión de César Sánchez Manríquez para mí:

“A mi edad, nos vamos volviendo adictos a nuestra paz, a nuestro propio espacio. Sabemos que el truco está en no odiar a nadie ni amar a cualquiera. Nos volvemos adictos a brillar con nuestra propia luz, a ser indiferentes a las opiniones y a apreciar la fugacidad del momento. No damos más explicaciones ni perdemos el tiempo en aparentar, porque ahora entendemos que la vida tiene sentido en la oportunidad única que se nos brinda para experimentarla intensamente. Las máscaras ya irritan, las armaduras pesan, los prejuicios oprimen. No es egoísmo, es amor propio. Ya no tenemos tiempo para nada más.”

Tal vez uno aprende lecciones de vida que solo cobran sentido viviendo. Ernesto Sabato escribió:

Hace años confundía resignarse con aceptar. Resignarse es una cobardía, es el sentimiento que justifica el abandono de aquello por lo cual vale la pena luchar; es, de alguna manera, una indignidad. La aceptación es el respeto por la voluntad del otro, sea este un ser humano o el destino mismo. No nace del miedo como la resignación, sino que es más bien un fruto.”

En el fondo del espíritu humano, la otra lección es que, pese a la edad que tengamos ahora:

Habrá que aprender a ser simples, a disfrutar el ahora y aceptar el momento; habrá que largar los sentimientos. Habrá que dar todo sin esperar nada, habrá que vestirse de coraje y soñar cada mañana. Habrá que desaprender para ser, habrá que caer y entender que aprender a perder es empezar a ganar. Habrá que confiar, habrá que escuchar. Habrá que soltar y dejarse volar; habrá que intentar y dejarse llevar. Habrá que cruzar a lo desconocido y encontrarse perdido. Habrá que animarse a estar vivo”, como nos incita e invita Nicolás Andreoli.

Carmen Martín Gaite nos da otra lección:

Para mí, vivir es no tener prisa, contemplar las cosas, prestar oído a las cuitas ajenas, sentir curiosidad y compasión, no decir mentiras, compartir con los vivos un vaso de vino o un trozo de pan, acordarse con orgullo de la lección de los muertos.”

Porque “El mundo hay que fabricárselo uno mismo, hay que crear peldaños que te suban, que te saquen del pozo. Hay que inventar la vida, porque acaba siendo verdad”, nos dice con contundente certeza Ana María Matute.

Y porque también “Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente estas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados”, nos dijo Pablo Neruda.

El desafío, el reto, es:

Siempre encontramos alguna cosa que nos produce la sensación de existir”, dirá Samuel Beckett. Y ahí está parte de la búsqueda de sentido a la que apelaban Albert Camus y el mismo Erich Fromm.

En estos tiempos de resumen, habrá que aceptar que:

La civilización nos enseña a apoderarnos de cosas cuando debería iniciarnos en el arte de desprendernos de ellas, pues no hay libertad ni ‘vida verdadera’ sin el aprendizaje de la desposesión. Me apodero de un objeto y me considero su dueño; en realidad, soy su esclavo”, como escribió Emil Cioran.

Porque, entre todo, de lo que se trata es de intentar ser uno mismo, desde la libertad:

Lo sé. Me complico la vida, me hago preguntas y me meto en líos. Digo lo que pienso y lo que siento; no tengo miedo de lo que piensen de mí y estoy contenta, a pesar de todo, siendo como soy”, dirá Carmen Martín Gaite.

Y porque el amor, en todas sus formas, es la oportunidad y el valor humano:

Sin juicios ni rechazo alguno, en un estado de entrega total, el dolor se transforma en paz en solo unos segundos. Cuando no quieres sentirte de otra manera, cuando te comprendes y aceptas, cuando sueltas la lucha, en ese momento descubres la magia. Así de poderoso es el amor. Así de acelerados están los tiempos de la Tierra…”, como describe Ivo Makaroff.

El dolor se va sintiéndolo. Partir del dolor es enfrentar nuestros miedos más profundos.

Lo que vivimos en este año que se va es una mezcla de logros y, sin duda, de descalabros. La vida se teje con su propia realidad, y cada uno lo hace con el amor y con el dolor. Las ausencias, las pérdidas, los errores, los fracasos son parte de una emulsión que también contiene, en su esencia, una buena cantidad de alegrías, satisfacciones, placer, dicha y felicidad, con momentos de toma de consciencia, en el ejercicio permanente de encontrar en las personas que nos rodean y nos acompañan las posibilidades que nos da el lenguaje para mitigar nuestro dolor y compartir la felicidad.

Estamos cargados hacia el drama y el sufrimiento, pero también está arraigada la negación de lo que sentimos. Por eso, aceptar el cambio es reconocer el dolor y poder vivirlo junto con los demás, en la permanente construcción de uno mismo, con todas las interrogantes que nos presenta la existencia. Hay un “yo” que duele, y hay un “nosotros” que puede sentir compasión. Hay un “yo” que sufre y hay un “nosotros” que reconforta. La vida sigue, los años suman y restan, el tiempo deviene sin detenerse, y comprender eso es parte de la vida misma. El pasado no se cambia; la narración que hagamos de lo vivido es la forma de crear una nueva historia, resignificando nuestra propia y única travesía.

Mi casa se estaba quemando y sólo podía salvar una cosa.

Decidí salvar el fuego.

No tengo dónde vivir, pero el fuego vive en mí.

Y me defiende discretamente de todo lo impuro.

Mi futuro ya no es importante.

Sólo cuenta la intensidad del instante.

Jean Cocteau