“El día debería empezar con una buena dosis de buenas intenciones, un café, una sonrisa, un bonito pensamiento y alguna palabrota, porque no podemos prescindir de nada.” Lasaponara
“Todo el mundo tiene un cuento de hadas por dentro que no puede leer solo, necesita a alguien que, con la maravilla y el encanto de sus ojos, lo lea y se lo cuente.” Pablo Neruda
“¿Sabes lo que yo quiero de verdad? Jamás perder la sensibilidad, aunque a veces ella raye un poco el alma. Porque sin ella no podría sentirme a mí misma.” Clarice Lispector
“Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos y todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad.” Guy de Maupassant
“Si encuentras un error, en lugar de erradicarlo o atacarlo, ve si puedes tratarlo con paciencia y permitir que la luz ilumine el núcleo de Bien y de Verdad que, por lo general, no suele faltar en él.” Jean-Paul Ler
“Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear contra una situación que no puedes cambiar.” Dalai Lama
“Al que siempre escucha, consuela y abraza. Al que fusiona el amor con la amistad y ama con ternura y pasión. A los que llegan a colocar la pieza que faltaba para la plenitud.” Eunice Marín
“Cada vez que me aventuro entre los hombres, regreso menos humano.” Arthur Schopenhauer
“No importa cuánto los anhele tu corazón, no puedes quedarte donde no eres bienvenido.” Ali Kousa
El Dr. Eduardo Calixto inicia su libro El perfecto cerebro imperfecto así: “El cerebro humano tiene un antecedente genético de 4 000 millones de años de evolución, no es el cerebro más grande entre los animales, pero sí el que tiene una mayor cantidad de neuronas en una densidad pequeña, menor, comparada con otros mamíferos, lo que le garantiza una gran eficiencia. Nuestro cerebro evoluciona de una sola neurona a 100 000 millones de neuronas en nueve meses; antes de nacer puede alcanzar una velocidad de división de 250 000 neuronas por minuto y realizar 30 000 conexiones por segundo. […] El cerebro humano integra información a gran velocidad, discrimina con exactitud, compara experiencias, prevé y planifica el futuro y toma decisiones; sin duda es un cerebro privilegiado. Tiene un lenguaje, desarrolla una gran plasticidad neuronal al mismo tiempo que puede reconocer sus capacidades y limitaciones, entiende el impacto ecológico de su desarrollo, integra culturas y es capaz de construir interacciones inmediatas de comunicación a través de redes sociales.”
Ese cerebro que tenemos busca el control y el orden se desajusta, se enferma y tiene una capacidad de regenerarse de forma más que increíble. El cerebro se conecta con el corazón y con el estómago, todo un sistema con una alta complejidad que se integra de forma vertiginosa y que está dotado de una serie de características extraordinarias que configuran un gran andamiaje que da soporte a la manera que sentimos, percibimos y pensamos el mundo.
Los sentidos son conexiones neuronales que tienen sus traductores y descriptores que se traducen en bioquímica, en reacciones y respuestas a través de impulsos eléctricos y producción de neurotransmisores y hormonas en una red con respuestas fisiológicas y procesos metabólicos por demás fascinantes y aun misteriosos en el sentido estricto, sabemos cada vez más y al mismo tiempo sabemos menos.
La inteligencia humana a estado acompañada una parte sensible, que, a dado pauta al reconocimiento del otro, a la alteridad como factor constitutivo del amor, de la comunicación, del lenguaje que sin duda alguna nos han llevado a ser a única especie que se pregunta sobre sí mismo, y sobre lo que implica su existencia, pero al mismo tiempo nos a llevado a la creación de la cultura para ir dejando idealmente la biología que nos constituye y nos determina.
Hoy lo que vamos descubriendo sobre la ingeniería genética y sobre los procesos neuronales del pensamiento y los afectos nos llevan a crear sistemas y teorías cada vez más complejas para intentar explicar la conducta humana, para intentar contestar preguntas sobre qué es lo que nos pasa cuando nos enamoramos por ejemplo, en donde las funciones asociadas a la razón queda nulificadas por los procesos bioquímicos que de desatan ante la interacción idealizada, sublime y placentera que es experimenta. De ahí que sepamos que el amor es ciego, mudo, sordo e irracional.
Pero hoy todo ese saber que se entrelaza entre psicología y neurociencias nos adentra, aún más, en buscar comprender los procesos psíquicos que están asociados a la memoria, a la forma en que nos vinculamos con los otros, a la búsqueda en la singularidad de cada persona de comprender las fobias, los miedos, los traumas, los trastornos mentales, las conductas antisociales, las violencias y las expresiones diversas del comportamiento humano y a seguir entendiendo como opera la consciencia y los procesos inconscientes que nos constituyen y nos dan forma como sujetos desde el lenguaje.
También nos lleva querer comprender la forma en que vamos respondiendo a los cambios estructurales en la economía y de la organización social para la producción y pensar en todos los cambios que vamos experimentando social, política, cultural y ambientalmente en los tiempos que nos han tocado vivir, y que cuesta mucho, en todos los sentidos y dimensiones del pensamiento crítico el poder “vernos” y estar dispuestos a confrontar la realidad y los efectos, daños y consecuencias que se expresan y que son factores de riesgo para todas y todos como seres psicosociales.
El cerebro se enfrenta a un mundo exterior que condiciona buena parte de lo que somos y de las respuestas que vamos dando, sin embargo, hay efectos, consecuencias y expresiones sociales que nos afectan y nos llevan a situaciones muy particulares en la época que estamos viviendo, Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, ha desarrollado una crítica profunda a la sociedad contemporánea, especialmente en lo que respecta a la salud mental y emocional. Sus ideas centrales sobre las enfermedades de la sociedad actual, con énfasis en lo psicológico y emocional son:
Del “deber” al “poder”: la autoexplotación
En la sociedad actual, ya no vivimos bajo la represión del “deber” -como en la sociedad disciplinaria y el panóptico de Foucault-, sino bajo el imperativo del “puedes”. Esto genera una forma de autoexplotación, donde el individuo se exige constantemente ser productivo, eficiente y exitoso. Esta presión interna lleva al agotamiento psíquico, ansiedad, burnout y depresión.
La sociedad del rendimiento y el “burnout”
Han describe nuestra época como una “sociedad del rendimiento”, donde todos somos empresarios de nosotros mismos. En lugar de ser oprimidos por otros, nos oprimimos a nosotros mismos con metas inalcanzables. Esto produce enfermedades como: Depresión, Trastornos de ansiedad, Síndrome de burnout, Trastornos de atención (TDAH) y el Suicidio.
La hiperconectividad y la pérdida del silencio
La constante conexión digital impide la contemplación, el aburrimiento creativo y el descanso mental. Vivimos en una sobrecarga de estímulos, lo que impide la formación de una identidad sólida y una vida interior rica. El exceso de información no se traduce en conocimiento, sino en fatiga cognitiva.
La desaparición del “otro” y la crisis de la empatía
En la era digital, el otro se convierte en un espejo de uno mismo: buscamos lo igual, lo que confirma nuestras ideas. Esto genera una crisis de la alteridad, donde disminuye la empatía y la capacidad de convivir con la diferencia. La comunicación se vuelve narcisista, centrada en la autoafirmación.
La positividad tóxica
La cultura del “pensamiento positivo” impone una obligación de estar bien, ser feliz y mostrar éxito. Esto niega el sufrimiento, lo invisibiliza y lo convierte en un fracaso personal. La tristeza, el duelo o la melancolía son patologizadas, cuando en realidad son partes esenciales de la experiencia humana.
La desaparición del sentido
En la búsqueda constante de rendimiento y éxito, se pierde el sentido profundo de la existencia. La vida se vuelve una sucesión de tareas, métricas y logros vacíos.
Esto genera un vacío existencial, que se manifiesta en formas de malestar emocional y espiritual.
Como podemos apreciar en esta caracterización que hace Han de la sociedad actual, es que podemos aceptar, que estamos inmersos en procesos cuya complejidad requieren ser entendidos en un sentido amplio, moral, civilizatorio, profundamente ético y humano y que pasa por “Re-Conocer…que el sujeto no se conoce una sola vez…que siempre necesitaremos de la mirada, la escucha, el sostén y las palabras del Otro. Un reconocimiento en cada tramo, en cada momento de la vida… Es esta la base segura de la anhelada autonomía -libertad-, que paradójicamente nunca será sin otros” como lo escribió Viviana Balsamo y que nos llevaría a re-pensar cómo opera el cerebro para responder a esa realidad y poder contrarrestar todo eso que lo altera, lo afecta, lo enferma, lo trastoca, y rompe con las tareas de organización y control de los procesos metabólicos, fisiológicos, bioquímicos, eléctricos y psíquicos que nos permiten ser y estar en el mundo con un nivel de consciencia personal y social.
Tal vez en eso que nos define como humanos y nos hace ser únicos como especie, esta lo que Olga Tokarczuk pronunció en su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura 2018, como una posibilidad para ir revirtiendo y creando nuevas oportunidades para la esperanza ante el saldo que estamos observando como sociedad:
“La ternura es la forma más modesta de amor […]Aparece donde miramos de cerca y con cuidado a otro ser, a algo que no es nuestro “yo”. La ternura es espontánea y desinteresada; va mucho más allá del sentimiento de empatía. Es en cambio el compartir consciente, aunque quizás un poco melancólico, del destino común. La ternura es una profunda preocupación emocional por otro ser, su fragilidad, su naturaleza única y su falta de inmunidad al sufrimiento y los efectos del tiempo. La ternura percibe los lazos que nos conectan, las similitudes y la similitud entre nosotros. Es una forma de mirar que muestra al mundo como vivo, interconectado, cooperando y codependiente de sí mismo.”
“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo.” Eduardo Galeano. Trabajar con nuestro cerebro y todo lo que representa, contiene, es y nos hace humanos, es una oportunidad desde lo real y desde lo posible para ajustar, intervenir y transformar el mundo exterior.
“Nunca he sido de brújulas,
siempre me he guiado con las sonrisas,
las miradas,
las estrellas,
la intuición,
el ir y venir de unas alas,
el viento
las palabras amables
las caricias que se posan en la herida y te hacen un par de costuras…
porque en lo sencillo,
en lo ínfimo,
en las pequeñas cosas,
está la belleza,
la magia
la curiosidad
el asombro
y la diferencia.”