El camino de México visto por Marcelo Ebrard

Juancarlos Porras y Manrique, promotor cultural, escritor, poeta, cronista de la ciudad y columnista Platino.

Hacía bien Jorge Luis Borges en anotar, sobre un texto, que ahí están la recta música y las palabras, es decir, el concierto del orbe; esas cosas o su memoria están en los libros que, como lector, uno puede custodiar en la torre. Esto me lleva a recordar, a la manera de Schopenhauer que define la ley del “escribir en sí”. O sea, que el escritor piensa al escribir y más aún, desdobla para los suyos no nuestro book of reference (aludo a Alfonso Reyes) sino a su disposición espiritual aunado al movimiento de su conciencia. Porque, en el caso que nos reúne, El camino de México (Aguilar, 2023) de Marcelo Ebrard, estamos cercanos y lejanos, a un tiempo donde no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer. 

En este saber hacer entra México con todas sus libertades. Quien ha transitado por las promesas vanas hasta llegar a las verdades fincadas en el pensamiento, la verdad y la justicia para el pueblo que acrisola la causa de la Libertad. El hermano de nuestro autor recién lo definió como el «humanismo mexicano». Manifestación preclara de la superación del espíritu. 

Ya en su momento la prefiguración de la Revolución Social Mexicana con el magonismo nos llevó a reconocer que “todo ser humano, por el simple hecho de haber nacido, tiene el derecho inalienable de vivir, de ser libre y ser feliz, sin más condición que la de respetar los mismos derechos en los demás”. De allí deriva por ende la comprensión “de la libertad política y la social” que “nada valen sin la existencia de la libertad económica, alegando que la libertad económica es madre de todas las libertades”. 

No por nada la dignificación de la conciencia conlleva a la educación, a los derechos sociales y humanos como también al desarrollo de la familia que, hace comunidad y junto con el medio ambiente forma y da vida al ecosistema de nuestra profunda Patria. De aquí proviene “la más hermosa de las libertades: la de expresión del pensamiento”, que los de la reacción o el conservatismo intentan retrogradar. 

Por eso es valioso el espíritu del libro que presentamos ante ustedes porque hay una voz, oportuna de “la nueva conciencia al crecer en estatura el prestigio internacional de México”. Dicha voz no busca la República sin tacha o la ciudad pura sino la mirada apreciativa que ronda sin duda con aquella del vasconcelismo apoyado por su Mamágrande donde los destinos humanos tomaron otros rumbos por el bien de todos. 

Pues bien, entre el decir y el hacer, las nuevas ideas por supuesto que dignifican. Más a una nación que pretende superarse para dejar atrás la Línea de pobreza, L.P. que nos enjuicia día con día ya que muchos mexicanos comparan el pasado donde las cosas no cambian con el presente del acceso democrático de la ciudadanía que tenemos ahora. El pueblo aspira a la vida, la educación y la cultura. En otras palabras, más justas: al Bienestar ya que su resonancia, más allá de llevarnos al statu quo nos levanta a todos.   

Entonces, cuáles son las cuestiones-clave que plantea Marcelo Ebrard en su libro, que, en efecto vienen de la política edificada desde los fracasos y las victorias. Por eso el autor profundiza bien sobre la pseudo ética del Neoliberalismo donde sus principales promotores se asoman, siempre movidos por los hilos inconfundibles de la ambigüedad política donde, por cierto, el valor de la palabra toma relevancia ya que se opone al oportunismo de costumbre.

El tal oportunismo no es más que una piñata que, esencialmente, llenan a su contentillo con pobreza e ignorancia junto con otras marcas de vida fácil: droga, violencia, ausencia de valores, inseguridad… Todo para que, en episodios cada sexenio divergente que tuvimos, se resquebraje silenciosamente para que nuestra historia sea frívola y, desde afuera, vengan a rescatarnos los fuertes y perdurables hombres del Norte o los vencedores de Europa. 

Por ello la lucha sí que merece cambios sustantivos, como la Reforma electoral, plan B, para abrochar un Nuevo Proyecto de Nación, que ahora tenemos, mismo que reconoce la calidad y calidez del ser humano como ciudadano con derechos y deberes. Por eso debemos luchar. Porque, además, desde “la grandeza humana tanto en la lucha política como en la relación personal” ha tenido Marcelo con AMLO. Los une la adversidad. E involuntariamente los acerca a nosotros. 

Adversidad que significa también: animadversión, hostilidad y hasta repudio infundado por quienes son políticamente prematuros e irreflexivos en estos nuevos tiempos de transformación. 

Los impactos del humanismo mexicano se notan porque se transparenta todo. No hay lugar para el oscurantismo. No existe retorno a la apatía para no dar cuentas al pueblo de lo que se dice y lo que se hace. Hay un genuino carácter en contar las verdades como el asunto de la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México, como bien propone el capítulo 12 del libro. 

Lo mismo el compartir el asunto de familia que no es más que parte de la colectividad social mexicana. Al igual que la integración de un itinerario histórico que comenzó en el siglo pasado con la lucha a favor de los más pobres. Existe por supuesto voluntad y capacidad de quien propone el camino de México a seguir en los próximos años… Ya leerán ustedes en qué basa su optimismo sobre el futuro. Doy un rápido apunte: contamos con estabilidad política y social. 

Eso nos da confianza para tener una Nación libre e independiente pero bien vinculada que, en ese tránsito, en el país tenemos que maximizar las ventajas y reducir drásticamente nuestras debilidades, como cita el autor. Y sobreviene luego su propuesta del camino para México. 

Hecho este breviario de los 27 capítulos consignados en las 315 páginas del volumen nos ayudan a reconocer la dinámica creadora de un personaje que ha vivido “innumerables ocasiones de tensión y dificultad y [que] siempre ha podido refrendar, [nos dice], de manera íntima, con Andrés [que] es un patriota y sin duda uno de los mejores presidentes que ha tenido México”. 

De manera final, qué bueno que mantenga Marcelo Ebrard sus miras al futuro que habrá de venir. Porque no se juega al albur sino al itinerario histórico donde no caben las improvisaciones sino la responsabilidad y la certidumbre de que conducirá la siguiente etapa de consolidación y fortalecimiento de México. Aquí está y por ello decide participar.