Efluvios de la luna

La luna de octubre trae esperanza para quienes deseamos un mundo plenamente humano

“Un solo rayo de sol…basta para borrar un millón de sombras.” San Francisco de Asís
“Lo más valiente que puedes hacer es no tener miedo a sentir.” Bridgett Devoue
“Ama sin medida, sin límite, sin complejo, sin permiso, sin coraje, sin duda, sin precio, sin nada. No tengas miedo de amar.” Chavela Vargas
“Yo tuve que morir un par de veces para aprender a valorar la vida, y cuando hablo de morir no hablo de dejar de existir. Hay situaciones que matan tu espíritu y mueres, aunque estés respirando.” Mario Benedetti
“¿Y qué pasa cuando las personas abren su corazón?; – Que se curan…” Haruki Murakami
“Me gusta vivir. A veces he sido salvaje, desesperada, extremadamente miserable, atormentada por la tristeza, pero en medio de todo todavía sé con bastante certeza que estar viva, solamente, es algo prodigioso.”Agatha Christie
“Te prometo amor. El tiempo no se llevará eso.” Anne Sexton
“El arte debería consolar a los perturbados y perturbar a los que se sienten cómodos.” Banksy
“Quien me roba los sueños, me roba la vida”. Virginia Woolf
“Nadie es insustituible. A lo más que podamos aspirar es a ser inolvidables.” Gregorio Salvador
“El dolor es cómo aprendemos a amar. Tu corazón no se está rompiendo. Duele porque está creciendo. Cuanto más grande se hace, más amor tiene.” Rita Mae Brown
“De vez en cuando, uno tiene que volver a nacer. Sin nada, sin prisas, sin equipaje, sin mirar atrás, sin olvidarse de vivir.” Emilio Leiva
“No sanas para estar lista para alguien. Sanas para no volver a traicionarte por nadie.” Nena Aremédi
“Es muy difícil para el mal tomar posesión del alma que no lo consiente. “ Úrsula K. Le Guin
“La belleza de las cosas existe en el espíritu de quien las contempla”. David Hume
“La sabiduría se encuentra en la simplicidad de la vida.” Irish Murdoch
“La vida es ese juego que consiste en acercarse lo más posible a uno mismo a través de lo que nos encuentra.” Iván Rohe
“Nada en la vida debe temerse, solo debe comprenderse. Ahora es el momento de comprender más para temer menos.” Marie Curie

La luna de octubre tiene su magia y misticismo. Evoca una serie de emociones y se asocia con los sentimientos. Es un espectáculo astronómico que convoca miradas hacia nuestro satélite, pero la luna de octubre posee un encanto propio: logra atrapar los sentidos y la palabra. Su tamaño se aprecia de forma especial. Pareciera ser la luna más grande del año; nuestra percepción así la hace ver, debido a la cercanía de su periplo con la Tierra.

Uno se vuelve lunático en el mejor sentido: soñar despierto, pensar dormido. La luna de octubre refrenda las posibilidades de los sueños por alcanzar, los deseos por cumplir y los sentimientos por compartir. Estoy seguro de que el poema La luna, de Jaime Sabines, tuvo que haber sido escrito en una noche octubre con la luz de la luna como lampara:

La luna se puede tomar a cucharadas

o como una cápsula cada dos horas.

Es buena como hipnótico y sedante

y también alivia

a los que se han intoxicado de filosofía.

Un pedazo de luna en el bolsillo

es mejor amuleto que la pata de conejo:

sirve para encontrar a quien se ama,

para ser rico sin que lo sepa nadie

y para alejar a los médicos y las clínicas.

Se puede dar de postre a los niños

cuando no se han dormido,

y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos

ayudan a bien morir.

 

Pon una hoja tierna de la luna

debajo de tu almohada

y mirarás lo que quieras ver.

Lleva siempre un frasquito del aire de la luna

para cuando te ahogues,

y dale la llave de la luna

a los presos y a los desencantados.

Para los condenados a muerte

y para los condenados a vida

no hay mejor estimulante que la luna

en dosis precisas y controladas.

 

La luna puede verse con los ojos del poeta; invita a la reflexión en silencio. Si uno se da la oportunidad de admirarla, el silencio atrapa y nos lleva al interior, a la experiencia de sentir los efluvios de su luz blanca, y a imaginar que puede tocarse estirando el brazo. En esa ilusión, dejamos que la magia que la rodea se convierta en antídoto contra la desesperanza, el sufrimiento, el dolor, la soledad y la tristeza.

La luna de octubre me recuerda que el silencio es mi respuesta favorita: es simple, tiene la claridad que se requiere y no desgasta el espíritu. Me lleva a tener la certeza de que, ante la prisa de las decisiones en la vida vertiginosa que todos llevamos, la respuesta es no. Siempre se requiere meditar lo que se va a decir, lo que se va a hacer o decidir.

Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito, escribió: “En cada uno de nosotros hay un secreto, un paisaje interior con llanuras inviolables, valles de silencio y paraísos secretos”. La luna de octubre nos lleva a ese mundo interior, a ese mundo privado y único que nos confirma y nos pone a prueba ante lo inconmensurable que es el vivir, con la certeza de que damos una lucha callada contra la nostalgia y la tristeza. Somos seres en movimiento, y las pérdidas son la constante. El duelo se instala como el amor en nosotros, y cuesta mucho, en ambos casos, poder manejarlos de la mejor manera. Como escribió Josep María Esquirol: “No podemos vivir solo para nosotros mismos. Mil fibras nos conectan con nuestros semejantes; y entre esas fibras, como hilos simpáticos, nuestras acciones corren como causas, y vuelven a nosotros como efectos”.

Y porque “Quien vive sin pasión no vive; quien siempre la domina, vive solo a medias; quien se arruina por ella, al menos ha vivido; quien la recuerda tiene un futuro, y quien la ha desterrado no tiene más que el pasado”, sentenció Elías Canetti.

Entre el duelo y el amor, la vida sucede bajo el amparo de la luna, en todas sus fases. “El misterio del amor, que lo es de dolor, tiene una forma misteriosa, que es el tiempo. Atamos el ayer al mañana con eslabones de ansia, y no es el ahora, en rigor, otra cosa que el esfuerzo de antes por hacerse después; no es el presente, sino el empeño del pasado por hacerse porvenir. El ahora es el punto que, no bien pronunciado, se disipa, y, sin embargo, en ese punto está la eternidad toda, sustancia del tiempo…” nos invitó a reflexionar Miguel de Unamuno.

Si algo tiene el ser humano es la capacidad de sentir y de pensar, de abstraerse de lo inmediato, pero también de vivir en el ahora, en ese aquí y ahora que es un desafío constante cada día. Tenemos que pensar los sentimientos, ubicar las emociones para llegar a una conciencia plena del alma. Fernando Pessoa expresó: “Los sentimientos que más hieren, las emociones que más pican, son aquellos que son absurdos. El anhelo de cosas imposibles, precisamente porque son imposibles; la nostalgia por lo que nunca fue; el deseo por lo que podría haber sido; el arrepentimiento por no ser otra persona; la insatisfacción con la existencia del mundo. Todos estos medios tonos de la conciencia del alma crean en nosotros un paisaje doloroso, una puesta de sol eterna de lo que somos”.

La luna de octubre también es un remedio que se puede tomar a cucharadas, dice el poeta chiapaneco. La luna es una pócima con la cual “mirarás lo que quieras ver. Lleva siempre un frasquito del aire de la luna para cuando te ahogues”. Ayuda, como plasmó Irela Perea: “No te fíes ni un poco de la tristeza, no la dejes pasar ni por una rendija, no escuches sus arrullos, ni te cobijes en ella cuando estés en la cama; échala de tu vida en cuanto la presientas. Ella se esconderá entre tus viejas canciones, en los álbumes de fotos y en los tarros de perfume; tíralo todo, deshazte de ello. La tristeza no es buena amante, te trae recuerdos que son mentiras y siempre te querrá sola. Habitará primero en tus ropas y tus cabellos, y acabará doliéndote en los huesos. Cuando la tristeza te aprese bajo su velo, álzate, salta, huye, camina, escapa. No te dejes paralizar por esa araña. Haz un regalo, ayuda a alguien, construye algo bonito. Deja de pensar en ti. Ella no tiene poder fuera de tu ego. Y tú eres mucho más que un ego, eres todo lo que amas, y todo el amor que has recibido y que recibirás. La tristeza no puede nada contra el amor, ella solo entiende de desamores. Abrázate al amor y echa para siempre de tu cama a la tristeza”.

Lo realmente bueno es que la luna sabe acompañarnos, pese a nosotros mismos.

Hoy pienso en los niños y niñas en Gaza. Siento el dolor de los otros y las otras, y no me es ajeno su sufrimiento. Pienso que el pueblo palestino ve esta luna de octubre, y sé que puede ser un manto de luz nívea que les permita saber que muchas personas en el mundo están con ellos, que están actuando para defender su dignidad, su territorio, su nación y sus vidas. Hay motivos para la tristeza, pero también razones para creer en la humanidad, para salir del absurdo de la muerte, para encontrar caminos distintos a la intolerancia, a la ideología del poder sionista. No hay pueblo elegido, no hay nada que justifique el genocidio.

El pueblo palestino resiste, como resisten los pueblos que viven injusticias en el mundo, y saben que: “El resistente sabe que, pase lo que pase, su acción no es estéril ni absurda; confía en su fecundidad a pesar de que ignora cuándo y cómo germinará. La resistencia íntima se parece a la eléctrica en que, paradójicamente, al resistir el paso de la corriente, da luz y calor a los que están cerca; una luz que ilumina el propio camino y que sirve de candil a los demás, sin deslumbrar. No una luz que revela los valores supremos del cielo y la verdad, ni el sentido oculto del mundo, sino una luz de camino, que protegiéndonos de la dura noche nos alumbra, nos hace asequibles a las cosas cercanas y nos reconforta (…) El resistente resiste al dominio y a la victoria del egoísmo, a la indiferencia, al imperio de la actualidad y a la ceguera del destino, a la retórica sin palabra, al mal y a la injusticia”, como escribió Josep María Esquirol, citado por Irene Vallejo.

La luna de octubre trae esperanza para quienes deseamos un mundo plenamente humano: “Y dale la llave de la luna a los presos y a los desencantados. Para los condenados a muerte y para los condenados a vida no hay mejor estimulante que la luna en dosis precisas y controladas.”