Discriminación: El objetivo común del activismo de los grupos históricamente marginados

“Nunca más nada de nosotros, sin nosotros”, decía para cerrar su discurso del 12 de mayo del 2008, en el evento conmemorativo por la convención sobre los Derechos Humanos de las Personas con Discapacidad y su Protocolo, en el edificio de las Naciones Unidas de Nueva York, el gran Gilberto Rincón Gallardo, uno de los grandes mexicanos que pasaron a la historia por su férrea lucha por garantizar los mismos derechos para todas las personas, y por trabajar para erradicar la discriminación.

Fue el primer candidato a la Presidencia de México en la historia, que, en la campaña del 2000, buscó visibilizar a la discriminación y a todos los grupos y sectores sociales y poblacionales que histórica, estadística y culturalmente, habían vivido segregación, marginación y discriminación – y que sigue siendo así-.

Valiente y decidido, llevó el tema al debate. Habló de las personas con discapacidad, habló de igualdad de género, y, entre otros grupos más, de las personas de la diversidad sexual y de género.

Me es importante comenzar hablando de Gilberto, porque, fue un jurista, político, servidor público y activista, que, en México, llevó a la agenda nacional y a la política pública el terrible problema de la discriminación, y, sus respectivas propuestas para dar base a la prevención y a su erradicación. Durante el sexenio del entonces presidente Fox, Gilberto se convierte en el primer titular del CONAPRED (Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación) en julio del año 2003.

Y a todo esto… ¿Qué es la discriminación?

Toda distinción, exclusión, restricción o preferencia que, por acción u omisión, con intención o sin ella, no sea objetiva, racional ni proporcional, y tenga por objeto o resultado obstaculizar, restringir, impedir, menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y libertades, cuando se base en uno o más de los siguientes motivos: el origen étnico o nacional, el color de piel, la cultura, el sexo, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, económica, de salud o jurídica, la religión, la apariencia física, las características genéticas, la situación migratoria, el embarazo, la lengua, las opiniones, la orientación sexual, la identidad de género, la expresión de género, las características sexuales, la identidad o filiación política, el estado civil, la situación familiar, las responsabilidades familiares, el idioma, los antecedentes penales o cualquier otro motivo. (CONAPRED, 2016).

A lo largo de la historia, hemos podido comprobar como la discriminación recae en violencia, o desde el principio, se traduce en ella.

Las condiciones de vida en América de los pueblos originarios y de los “esclavos” provenientes de África durante la colonización en nuestro continente y en el mundo. La postura de la Alemania Nazi con las ideas de Hitler que enviaba a las personas judías a las cámaras de gas. Los habitantes de la India y de Sudáfrica y la inequidad en su propia tierra para vivir condiciones de vida igualitaria con las y los ingleses. La población afroamericana en los Estados Unidos del siglo XX que se cansó de la injusticia y de la humillación: El no poder usar los mismos sanitarios, ni las mismas unidades de transporte público.

Las mujeres de México y del mundo que han sido asesinadas. Las mujeres de México y del mundo que muchos años después pudieron votar y ser “consideradas” para la vida pública y tomadora de decisiones políticas. Las personas en situación de pobreza que hoy en el mundo ascienden a más de 1,100 millones según cifras de la ONU. La población de la diversidad sexual y de género, que sigue sujeta a estereotipos y prejuicios, y a inequidad de oportunidades.

Jamás el no vivir estas características y sus contextos, representará que no existan. Nunca.

Y es ahí donde la desigualdad social en cualquiera de sus matices (económica, de género, religiosa, racial, etc.) se origina, se consolida, y lastima: La posición situada en el privilegio que no convive con la inequidad y las injusticias, está tentada a replicarse, perpetuarse e inmortalizarse.

¿Qué se necesita?

Para prevenir y combatir la discriminación, retomaría las palabras de Don Gilberto Rincón Gallardo, “Nunca más nada de nosotros, sin nosotros”.

¿Qué quiso decir y cómo podemos interpretar esto?, bueno, la importancia de las acciones afirmativas, entre ellas, las leyes de paridad y electorales que, en México nos han obligado a la representatividad igualitaria de mujeres y hombres, tanto en las contiendas electorales para los cargos de elección popular, como para los cargos de designación en las instituciones del estado.

¿Cámaras llenas de hombres legislando y haciendo política pública para temas concernientes a mujeres? Bueno… Hoy ya se ha logrado que eso se vea ridículo. Nunca más sin mujeres en la vida público política de México y de sus entidades federativas y municipios… Y de ahí, lo que ha venido sucediendo: Que ahora los Institutos Electorales busquen la representación de personas indígenas, afrodescendientes, con discapacidad, y con orientaciones sexuales e identidades de género no normativas.

Reitero, “Nunca más nada de nosotros, sin nosotros”, significa, que los grupos que han sido vulnerados -no vulnerables, sino vulnerados, porque es diferente-, dejen de recibir dádivas o concesiones para sus derechos… ¡Lo que se requiere es la participación activa en la toma de decisiones!

Y también es imprescindible el activismo y el trabajo de la sociedad civil organizada. Sin ello, es imposible llevar a la agenda pública a todas y a cada una de las necesidades, de la misma manera que se vuelve prácticamente imposible atender a todo, sólo desde el Estado.

¿Mujeres presidenta y gobernadora? ¡No es una casualidad! Es causalidad de muchos años de lucha pública.

Hoy tenemos a mujeres electas para presidenta en México, y gobernadora en Guanajuato, para el sexenio 2024- 2030. No es “rollo”. No es “discurso moda”, es el flamante logro después de toda una historia del sistema estructural construido de condiciones en su contra.

La historia también nos ha hablado de las mujeres que han sido grandes facilitadoras de evoluciones sociales. En México, el activismo LGBTI+ no habría nacido sin el papel de Nancy Cárdenas, la primera persona no heterosexual que en cadena nacional hizo pública su orientación sexual, y nada más y nada menos que con Jacobo Zabludovsky, en su noticiero en horario estelar “24 horas”. Fue la primera en defender en nuestro país a las orientaciones sexuales disidentes de la heterosexual.

En Nancy Cárdenas, le debemos a las mujeres la liberación de nuestros temas y la visibilización de nuestros derechos, y no podía ser diferente. En muchas ocasiones quienes viven la interseccionalidad, han estado ahí para canalizar toda esa injusticia incomprendida hacia la lucha por la apertura de conciencias a través del activismo y del diálogo de concertaciones.

¿Qué es la interseccionalidad?

Hace referencia al rechazo al que una persona que reúne más de un criterio de discriminación social o cultural, puede estar expuesta. Por ejemplo:

  • Nancy Cárdenas, que además de ser mujer, era lesbiana.
  • Bayard Rustin, el amigo de Martin Luther King, quien fue meritorio de lograr la marcha multitudinaria en Washington que en 1963 culminó con el discurso “Yo tengo un sueño”. Rustin, además de ser negro en un Estados Unidos que discriminaba por razón del color de piel, también era homosexual.
  • Un joven indígena con discapacidad.
  • Una migrante en situación de pobreza.

Y podría seguir… La lista de ejemplos puede ser interminable, y es donde en México y Latinoamérica tenemos más reto, tener logros contundentes lo antes posible para prevenir y erradicar la discriminación para los sectores de la población que reúnen criterios de interseccionalidad.

A Gilberto Rincón Gallardo, un hombre con discapacidad, le debemos el haber encabezado los esfuerzos para la instauración del CONAPRED, quien hoy, a 21 años de su creación, visibiliza en su página de internet y pone en la agenda pública a trece grupos históricamente discriminados: Mujeres, Infancias, Adolescencias y Juventudes, Personas Adultas Mayores, Personas y Pueblos Indígenas, Personas y Pueblos Afrodescendientes, Personas con Discapacidad, Personas de la Diversidad Sexual y de Género, Personas Trabajadoras del Hogar, Personas Migrantes y Refugiadas, Personas que viven con VIH, Personas Jornaleras Agrícolas, y Personas con Condiciones Socioeconómicas Adversas.

A nosotros, y a nuestro país, nos debemos trabajar por una cultura que deconstruya prejuicios, estigmas y estereotipos. Dice la frase de George Santayana “Quien no conoce la historia, está condenado a repetirla” , que, ya muchos horrores y errores se han cometido en contra de personas que han reunido criterios de discriminación, derivados de la falta de empatía y de apertura para intentar al menos, entender las diferencias.

Lo que no se vive, no requiere necesariamente que sea experimentado, tan sólo pretende una inamovible voluntad de respetar como obvia consecuencia de no tener referencia de lo que representan las distintas condiciones o circunstancias.

Estoy seguro de que en Guanajuato hay retos, pero también condiciones para avanzar por una sociedad libre de discriminación. No será fácil, pero independiente de lo que tarde esto que parece una utopía universal, será posible. Reitero, en Guanajuato gobernará una mujer.

Nos tardamos, pero se pudo. ¡Nos leemos la próxima!