El sistema económico de libre mercado o el capitalismo ha sido sujeto de toda clase de críticas desde siempre y tal vez el mejor ejemplo es la obra de Karl Marx. Es verdad que el sistema de mercado y libre empresa ha generado desigualdad e injusticia para muchos. Es por ello que los críticos de este sistema ganaron muchos adeptos tras el “fracaso” de las políticas neoliberales y de libre mercado en América Latina, y tras la crisis financiera de 2008-2009 en los Estados Unidos. La narrativa anti libre mercado ha ocasionado que varios países latinoamericanos, entre ellos México, hayan elegido líderes de izquierda, que han causado más mal que los regímenes que reemplazaron; y tal vez los casos más infames son los de Cuba, Nicaragua y Venezuela. En los Estados Unidos y otras naciones desarrolladas, el clamor anti libre mercado lo vemos en la forma de mayor regulación que evite “los excesos del sistema”.
En esta entrega no abordaré cómo es que la corrupción, el egoísmo empresarial y la inefectividad del sistema legal provocan que la política de libre mercado generé tantas fallas, en la forma de una creciente desigualdad. En esta entrega deseo abordar lo que para mi es un falso debate respecto a cuál sistema es mejor: el de libre mercado o el socialista / intervencionista / regulador. Veremos que a través de la construcción de mitos y manipulando la historia es cómo se ha denostado el sistema económico que mayor progreso ha traído a la humanidad en la forma de aumento de producción, creación de empleos y generación de riqueza.
Quiero comenzar señalando que es falso que la intervención y regulación gubernamental sean un instrumento infalible para resolver las imperfecciones del sistema de libre mercado. La pregunta no es si el mercado falla, sino cual es el sistema que más probablemente pueda corregir esas fallas, el gobierno o el propio mercado. El economista Harold Demsetz acuñó el término “falacia del nirvana” para señalar este punto: no es suficiente encontrar las fallas en el mundo real; uno debe demostrar que es probable que alguna alternativa factible sea mejor que lo que esta causando la falla. James Buchanan, uno de los padres de la economía de la elección pública, comparó a los defensores de la regulación o intervención gubernamentales en la economía, con los jueces de un concurso de canto que, después de escuchar una actuación imperfecta del primer concursante, inmediatamente premian al segundo concursante, razonando que debe ser mejor.
En este sentido, en un artículo editorial de Ryan McMaken, publicado el 19 de octubre en el portal de El Instituto Mises, y titulado “Por qué necesitamos historia verdadera y buenos historiadores”, se hace un recuento de cómo a través de mitos e historias falsas se ha desacreditado al capitalismo y al sistema de libre mercado, siendo que la evidencia muestra que es el sistema económico que ha traído prosperidad a miles de millones de personas, y en todo caso es la intervención del estado la que ha echado las cosas a perder, ya sea a través de ineptitud, corrupción, negligencia o la razón que sea.
El artículo de McMaken es una adaptación de la introducción al panel de Revisionismo Histórico del Supporters Summit que se llevó a cabo en el resort Arizona Biltmore. Comienza mencionando que en su novela titulada 1984, George Orwell deja en claro el papel del régimen en el control de la información sobre el pasado. Después de ser “reeducado” por el partido gobernante, el protagonista Winston Smith recitó obedientemente la sabiduría del partido con respecto al hecho de que “Quien controla el pasado controla el futuro: quien controla el presente controla el pasado”.
En otras palabras, el partido gobernante en el mundo de la novela 1984 entendió que controlar las narrativas históricas es clave para influir en las opiniones ideológicas del público. Esto es difícil de negar. En México nosotros vemos esto todos los días a través de la conferencia de prensa del presidente, en la cual se impone una narrativa en la que se denosta prácticamente todo lo sucedido en el periodo de 1988 a 2018. Ante los ojos de millones de mexicanos se quiere reescribir la historia y que olvidemos todo lo que nuestro país se modernizó y avanzó en ese periodo “neoliberal”. Se busca desesperadamente que la gente piense que el modelo económico mexicano de 1945 a 1985, con una economía ineficiente, improductiva, cerrada y con un altísimo grado de participación estatal en la actividad económica (a través de regulación y empresas públicas que hacían de todo), es algo a lo que deberíamos regresar.
Pero este tipo de ejercicios de pretender reescribir la historia con fines políticos no es nuevo ni exclusivo de México. Hablando sobre la Revolución Industrial, el historiador Ralph Raico señaló la importancia de la historia para ganar las batallas ideológicas y políticas. Menciona que es un hecho curioso que de todas las disciplinas, parece que la historia más que la filosofía o la economía, determina las opiniones políticas de las personas. Podríamos considerar esto injusto y pensar que la economía tiene más que decir sobre lo que la gente debería pensar sobre la competencia, desregulación e intervención del gobierno en la economía, mientras que la filosofía tiene más que decir sobre lo que la gente debería pensar sobre los derechos naturales de la gente a decidir. Pero, de hecho, la mayoría de las veces parece que la historia, o las interpretaciones de la historia, influyen más en las posiciones que toma la gente.
Algunas personas, por supuesto, insistirán en que el medio más importante para convencer a la gente de una posición u otra involucra argumentos lógicos rigurosos. Sin duda, este enfoque es de especial importancia para algunos, y el pensamiento económico y filosófico sólido es ciertamente importante cuando se trata de interpretar y explicar eventos; pero para la mayoría de las personas, parece que las narrativas históricas han tenido un papel descomunal en influir y establecer los puntos de vista ideológicos.
Retomando lo escrito por Ryan McMaken, esto lo podemos ver fácilmente observando varios ejemplos.
1. El mito como historia en la revolución industrial
Entre las narrativas históricas más importantes que afectan los puntos de vista ideológicos de las personas se encuentran los de la Revolución Industrial. La narrativa histórica generalmente va así: Érase una vez, la gente de Europa occidental vivía vidas sencillas pero decentes en la agricultura. Pero todo terminó cuando los capitalistas forzaron a la gente común a entrar en las fábricas, o lo que los anticapitalistas llamaron “las fábricas satánicas”. Gracias a los capitalistas, el nivel de vida de la gente común bajó y la calidad de vida se destruyó durante generaciones. Solo después de que los gobiernos intervinieran para regular a estos propietarios de fábricas, mejoró la vida del trabajador.
2. El mito como historia en la Gran Depresión
Otra narrativa histórica que todos conocemos es que en los años previos a la Gran Depresión, las economías del mundo occidental estaban casi completamente desreguladas. Luego, el capitalismo, de alguna manera, provocó la Gran Depresión. El mundo se sumió en la pobreza gracias a estos capitalistas, y solo gracias a la intervención del gobierno, una vez más, la gente se salvó. La única razón por la que no hemos tenido grandes depresiones repetidas en las décadas posteriores ha sido gracias a la intervención de los gobiernos para evitar que los capitalistas causen otra calamidad similar.
Historiadores motivados por cuestiones ideológicas, e incluso historiadores imparciales que hacen mala historia, han enseñado al mundo estas narrativas falsas. El mundo les cree, y el resultado es un enorme sesgo público contra la libre empresa, la libertad y el libre mercado. Afortunadamente, los buenos historiadores han hecho el arduo trabajo de revisar la historia económica y demostrar que, en realidad, el nivel de vida aumentó durante la Revolución Industrial del siglo XIX. Buenos historiadores, como Murray Rothbard en su libro America’s Great Depression, han demostrado que la Gran Depresión difícilmente fue causada por demasiada libertad económica o laissez-faire. También han demostrado que ciertamente no ha sido la intervención del gobierno la que “resolvió” el problema de la Gran Depresión.
Estos son solo dos ejemplos, de muchos existentes, que tienen que ver con la historia económica mundial. Las narrativas históricas con carga ideológica se remontan mucho más atrás que estos ejemplos y cubren temas históricos aún más amplios. Por ejemplo, hasta el día de hoy, nuestras opiniones sobre la política moderna, las instituciones políticas y la religión continúan estando fuertemente influenciadas por las narrativas históricas de la Edad Media. Estas narraciones en realidad tienen siglos de antigüedad y, como señala Raico, el mito de la Edad Media como “Edad Oscura” fue “quizás el más grande… junto al mito de la Revolución Industrial, uno de los mayores fraudes históricos perpetrados por los humanistas del Renacimiento y filósofos franceses”.
Se escribe nueva historia todo el tiempo
Constantemente se escriben nuevas narrativas históricas. Por ejemplo, una narrativa histórica popular respecto a la causa de la crisis financiera de 2008 fue que el sector financiero estaba más o menos desregulado, y la crisis financiera fue un ejemplo de lo que sucede cuando el gobierno no logra controlar a los capitalistas.
De importancia clave es la narrativa histórica que se enseñará sobre covid-19. Ya sabemos que la historia que los gobiernos quieren que se cuente va más o menos así: una vez apareció la enfermedad del covid. ¡No tenemos idea de dónde salió!, y de no ser por los gobiernos, la cantidad de muertos hubiera sido mucho peor. Gracias a los confinamientos, la obligatoriedad en el uso de cubrebocas, el cierre de negocios, el cierre de fronteras y la obligatoriedad de las vacunas, se evitó un desastre total. Era necesario abandonar la libertad para salvar vidas. En Estados Unidos: ¡Gracias a Dios por Anthony Fauci y sus amigos! En México: ¡Gracias AMLO por haber traído las vacunas y que hayan sido gratis!
Eso es lo que los regímenes quieren que digan los libros de historia.
La tarea que tenemos entre manos es escribir una historia correcta y difundir una buena historia, en lugar de la historia oficial aprobada por el régimen en turno. Porque si la mala historia se convierte en la versión aceptada de la historia, es la historia la que convencerá a innumerables millones de la idea de que los gobiernos de izquierda son los que nos salvaron de los capitalistas o que nos salvaron del covid.
Quienes escribimos, ya sea de historia, economía, finanzas o de la disciplina que sea, debemos hacer el arduo trabajo de escribir una buena historia que cuente historias reales sobre los mercados, el estado moderno, la descentralización y la tiranía de los funcionarios gubernamentales de cualquier ámbito, de la salud, o de lo que sea nuestra especialidad. Sí, necesitamos de una buena economía para comprender cómo funcionan los mercados y debe quedar claro que aunque se pretenda reescribir la historia de manera tendenciosa, los hechos están ahí y México no debe regresar a un modelo económico del pasado, en el cual la excesiva injerencia gubernamental en la economía era el sello que marcaba la ineficiencia de todo un país. Por eso tenemos que escribir y contar las historias correctas.