Considero fundamental que haya más mujeres en todos los espacios del deporte, no solo como atletas, sino también como entrenadoras, directivas y juezas. Su presencia abre caminos para las nuevas generaciones, aporta una visión más inclusiva y ayuda a visibilizar situaciones de desigualdad o violencia que antes se callaban. Entre más mujeres participemos, más fuerte será el mensaje de que el deporte debe ser un espacio seguro, equitativo y de oportunidades reales para todas.
-Aranza Chávez-
Nos conocimos en el mes de agosto cuando ella tomó el micrófono y nos hizo voltear a todas las mujeres presentes, su voz, su determinación y su testimonio dio todo el sentido a lo que nos tenía esa mañana reunidas:
Mi nombre es Arantxa Chávez, soy ex clavadista olímpica y actualmente entrenadora de clavados en León, Guanajuato. A lo largo de 20 años he vivido el deporte desde dentro, primero como atleta y ahora como formadora de nuevas generaciones de clavadistas.
Mi infancia estuvo marcada por sacrificios distintos a los de otras niñas: mientras ellas jugaban o tenían fiestas, yo entrenaba. En la adolescencia fue aún más difícil porque debía equilibrar escuela, entrenamientos y cambios personales, además de enfrentar estereotipos sobre lo que “una mujer debía hacer”. Pero también fue una etapa que me dio mucha disciplina, amistades profundas y el carácter que más tarde me ayudó a llegar a los Juegos Olímpicos.
Comencé a la edad de 7 años en los clavados, un deporte que me atrapó por la adrenalina y que todos los días son un reto para vencer tus miedos. Mis inicios fueron en la clínica 23 del IMSS en la ciudad de México, durante ese tiempo no había mucho apoyo fue así que tuve que mudarme a la edad de 14 años a la ciudad de Guadalajara donde empezó todo ese camino de lucha para llegar a unos juegos olímpicos.
Siempre conté con el apoyo de mi familia, mi mamá, mi papá y mi hermano que fueron un pilar importante. Me apoyaron cuando quise mudarme a otra ciudad para seguir mi sueño. Mi tribu ha sido mi familia, siempre como equipo y en los últimos tres años mi pareja y amigos que son parte de esta historia.
Los clavados exigen fuerza, disciplina, concentración y mucha confianza en uno mismo. Como mujer siempre hubo la presión de demostrar que tenía la misma capacidad física y mental que los hombres, y que mi valor estaba en mi rendimiento y no en estereotipos.
Hoy las niñas tienen más referentes femeninos y espacios para practicar deporte, pero aún falta mucho en cuanto a igualdad de oportunidades y apoyo. Cuando yo inicié, ser mujer era casi remar contra corriente.
Mujer olímpica nacida en 1991 en la ciudad de México y habitante del municipio de León desde el 2019, donde actualmente funge como líder y entrenadora de grupos infantiles de natación. Deportista, entrenadora y ciudadana que nombra la relevancia de atravesar el deporte con la consciencia de sabernos.
La mayoría de mis entrenadores fueron hombres. Durante mucho tiempo me hizo falta tener una entrenadora mujer, alguien con quien pudiera sentirme más identificada en algunos aspectos. Esa ausencia también me motivó a convertirme yo misma en entrenadora, para ser ese referente que yo no tuve.
Mi compromiso, con ellas, es que se formen no solo como deportistas, sino como mujeres seguras, valientes y conscientes de lo que valen. Que tengan un espacio libre de violencia y con herramientas para defenderse. Quiero que sepan que su valor va más allá de una medalla y que siempre tendrán herramientas para cumplir sus sueños
Esa mañana del 9 de agosto nos convocó otra deportista destacada, Tamara Vega, mujer mexicana especialista en pentatlón moderno y activista enfocada, a través de su fundación, a la orientación legal, acompañamiento jurídico y apoyo financiero para la presentación denuncias y su seguimiento, para atletas que sean víctimas de abuso o violencia en el ámbito deportivo. En su intervención nos logró transmitir la legitimidad de la causa que impulsa, lo que nombra le atraviesa, lo conoce y asume que no debe ocurrir con otras.
El marco elegido para realizar esta convocatoria fue la iniciativa contra la violencia en el deporte de la activa senadora Virginia Kikis Magaña, testimonios en primera persona y la posibilidad de un marco legal que permita visibilizar qué, también en el deporte hay violencia contra las mujeres y que ésta debe ser prevenida, atendida y sancionada. Un espacio con carácter inédito en Guanajuato, reunidas en un espacio circular mujeres deportistas, autoridades, gestoras representantes locales y nacionales de todas las disciplinas para abordar con ellas y desde ellas la construcción de espacios seguros y libres de violencia en el deporte.
En ese lugar donde conocimos a Tamara, escuchamos atentas, y con harta esperanza, la exposición de la senadora Magaña, también compartimos la sensación de franca escucha de Yendi Cortinas, atleta y titular del deporte en Guanajuato, juntas todas, con esa disposición de articular desde la urgente horizontalidad.
Ahí (re) conocimos a Aranza, la mujer deportista que desde otra posición presente habla de la importancia de nombrar la violencia, de aumentar el número de mujeres en posición de liderazgos deportivos, con ello, lograr que las niñas y adolescentes tengan un mayor número de mujeres deportistas referentes.
Tres grandes temas en una intervención a la que siguieron otras voces testimoniales en una mañana que cumplió con gran objetivo: abordar desde la incomodidad todo aquello que nos permita construir la digna comodidad para todas.
Ser una mujer deportista es una mezcla de orgullo y responsabilidad. Implica sacrificios personales, resiliencia frente a lesiones y derrotas, y también ser un ejemplo para otras niñas que sueñan con llegar lejos.
Viví experiencias no muy gratas, como comentarios donde minimizaban mi valor y tuve que soportar malos tratos. Los que siempre me apoyaron fueron mis papás, ya que cuando eres más joven se llegan a normalizar conductas que no son sanas mentalmente.
He conocido testimonios de varias deportistas, en la actualidad se han convertido ya más visibles porque todas esas mujeres deportistas han alzado la voz a cualquier tipo de abuso y ese es un gran paso donde se refleja la necesidad de visibilizar esos temas y construir espacios más seguros para atletas.
Cuando una mujer se involucra como entrenadora ocurre un cambio muy significativo en la percepción de las niñas y en el ambiente del equipo. Para ellas, tener a una mujer al frente significa contar con un referente cercano: alguien que entiende sus procesos físicos, emocionales y sociales desde una perspectiva más empática. Además, las niñas se sienten más libres de expresarse, de compartir sus miedos y dudas, porque ven en su entrenadora un espejo en el que se pueden reconocer. También hay un impacto cultural: la figura de la entrenadora rompe estereotipos y demuestra que las mujeres no solo pueden participar como atletas, sino también liderar, dirigir y formar a las siguientes generaciones. Esto ayuda a construir entornos de respeto y confianza donde las niñas crecen con la certeza de que tienen el mismo derecho y las mismas capacidades para alcanzar grandes metas en el deporte.
La voz de Aranza tuvo la virtud de reunir de forma potente este accionar desde el reconocimiento para un urgente fino tejido conjunto que ha comenzado. Un buen punto de partida fue sabernos, ahora urge mantener paso de impulso para lograr la aprobación de la iniciativa de ley.
Cerramos la jornada ‘pasadas’ las dos de la tarde, de hecho, hubiéramos querido que el tiempo se detuviera escuchándonos y planteando escenarios de un presente y futuros posibles. Quienes nos convocaron prometieron que nos encontraremos pronto, más deportistas, más autoridades, más entrenadoras, más activistas, más legisladoras y mujeres que queremos erradicar, también en los espacios deportivos, la violencia. Nos seguirán viendo juntas en otras pistas y canchas, es promesa…