Decir y Ser

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“La vida es una sucesión de duelos”. –Etienne Gilson-

“Me percaté entonces de que la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas. Que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, si no que se limitan a reflejar el tono en con que nosotros lo envolvemos”. –Miguel Delibes

“Uno pierde más cuando duda que cuando se equivoca”. –Matías Spera

“Todos somos una sucesión de momentos irrecuperables”. –Gabriel Rolón– 

La vida sin duda alguna es la suma de nuestras decesiones, pero, ¿Cuánto nos cuestan todas las decisiones que tomaron otros sobre nosotros antes de empezar a hacernos cargo de las decisiones propias? Tomar consciencia de nuestra historia es hacernos cargo de las consecuencias de esas decisiones, ajenas y propias.

Tarea nada fácil, porque el darse cuenta -tomar consciencia-, para asumir lo que implican esas decisiones, es a la vez aceptar que los síntomas -consientes e inconscientes- lo que somos, esas decesiones representan la historia de las disyuntivas, de las palabras, de las emociones, del lenguaje, de los sentimientos que nos impactaron y en a que estamos implicados. Nos toca reconocer también que en la repetición de lo que hacemos hay una dimensión inconsciente y una dimensión propia de la memoria y con la forma en que significamos de manera simbólica los sucesos, los duelos, las faltas, las carencias, los recuerdos y lo todo aquello que ocultamos, entre negación, resistencia y olvido.

El error es inherente a la condición humana. Fallar es la constante y sin embargo está mal visto equivocarse, no hay excusas, ni pretextos, la idealización de lo perfecto es la condena al modo de Sísifo o Prometeo, la repetición es el castigo. El síntoma que se repite es sufrimiento y dolor, angustia y pena. Pero hay salida para resignificar lo que se repite siempre y cuando la persona se haga consiente de lo que ha pasado y de la forma en que interpretó e integró a su vida cada determinado suceso que lo afecto significativamente, esos “momentos irrecuperables”.

Vivir es más que una experiencia vital en sí misma. El ser humano es invitado, por así decir, a la trascendencia, Sin embargo, la estructura y organización social y cultural que nos hemos dado, despoja a millones de personas de la posibilidad de cuestionar su existencia y las formas concretas, materiales, que le han tocado vivir.

La dominación y el control social, junto con todos los elementos estructurales son los que crean las condiciones para perpetuar la desigualdad por una parte y que naturalizan que el poder y la riqueza estén concentrados en una élite por otra parte, y que son el escenario perfecto para la dilución del ser, para crear masas uniformemente sometidas. De ahí que toda lucha social por dar valor y visibilidad a la injusticia, a la desigualdad, a la discriminación, a la exclusión, la marginación y a la exigencia de respeto y vigencia de los Derechos Humanos sean expresiones urgentes y necesarias para ajustar la realidad social.

Estamos atrapados en la condición humana que nos contiene, entre el ser y el hacer, entre las diadas y los dilemas, entre el hacer y el no hacer, entre lo que decidimos y las consecuencias de nuestras acciones. Estamos en una “sucesión de duelos”, es un bricolaje complejo. Estamos siendo -en el aquí y el ahora- y somos a la vez nuestra historia, nuestros prejuicios, nuestros temores, nuestras ideologías y creencias. Aceptar que la gran mayoría de todo esto que somos ha sido impuesto, que no nos pertenece, que lo hemos asumido desde una cultura sobre determinada y que hemos elegido sin pensar la más de las veces, solo obedeciendo mandatos dados por otros es uno de los desafíos más grandes que tiene el ser humano, en lo individual y en lo colectivo para poder enfrentar la vida con plenitud, dignidad y consciencia.

Ahora bien, en las últimas décadas las emociones han sido capitalizadas por la economía de mercado, por la política, por el poder. Byung-Chul Han lo ha analizado desde su libro Psicopolítica. La libertad queda atrapada entre la subjetividad y la interpretación de los hechos, de las situaciones y con ello lo emocional toma carta de presentación y todo lo traduce en emociones, la razón, la lógica, el pensamiento crítico es dejado de lado, la sensibilidad y las historias románticas también son tramas del delito y de la corrupción, historias amor puestas dentro de la lucha política que son aderezadas con lo emocional y que crean simulaciones, apariencias y que sirven para vender ilusiones, para dar temas de qué hablar y pensar para  fanáticos, espectadores, televidentes, radioescuchas y habitantes del ciberespacio.

El capitalismo vende humo, vende sensaciones, y usa las emociones para crear imaginarios, tendencias y engaños. La mentira y la verdad son usados emocionalmente, tal vez ese es logro más importante que el neoliberalismo como forma del capitalismo ha logrado explotar.

El poder es inteligente, aprendió rápido desde los años 60 del siglo pasado y usa todo lo que esté a su alcance para tener el control social, económico y político. El fomento de la adicción a las redes sociales es parte de esta estrategia de control. Las interacciones en esas aplicaciones son casi estrictamente emocionales, irracionales, viscerales, de todo se opina sin fundamento, son contexto, sin argumentos, la subjetividad quiere convertirse en opinión pública. La cultura de la cancelación, los ataques infundados a personas, la descalificación son reacciones emotivas que poco aportan al bienestar y habrá que decirlo, a la salud mental.

Tomar decisiones pensadas es más complejo y difícil hoy en día. Lo seres humanos somos antes que nada emocionales y luego somos racionales, definió Humberto Maturana, pero ser sensible, ser emocional, es un recurso para sobrevivir y es una respuesta instintiva, reactiva, que cuando es pensada nos permite vivir inteligentemente, desde la consciencia de sí mismo y para los demás. Darnos cuenta de la realidad, dar un justo valor a las emociones en su relación con el pensamiento, con la razón, es más que necesario.

Darse cuenta que se tiene que recorrer un camino de autoconocimiento, de autocrítica, de construcción de autonomía, independencia y libertad es asumir que podemos tomar decisiones conscientes asumiendo las consecuencias y con ello ser si lo deseamos plenamente humanos, imperfectos, incompletos, en falta, y pero que se comprometen en ser auténticos, en un mundo de apariencias y simulaciones, donde decidir es solo comprar, en donde ser libre es elegir a tu patrón, y en donde ser uno es querer ser idéntico a millones que se compran los mismos tenis, la misma ropa, escuchan la misma música y comen lo mismo y tristemente tienen la misma retorica del éxito, de la felicidad y del amor.