De espacios, despacio

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“Dicen que no encajo en este mundo. Francamente, considero esos comentarios un halago. ¿Quién diablos quiere encajar en estos tiempos?”.

    Billy Wilder

“¿Para qué repetir antiguos errores habiendo tantos errores nuevos por cometer?”.

       Bertrand Russell

“Cuando todo pasa sólo te queda el recuerdo de la dulce caricia que robaste un día al tiempo”.

     Nellie Campobello

Los lugares y los momentos importantes para cada persona se convierten en memoria, en interioridad y en intimidad cuando el deseo se une con la oportunidad y cuando la consciencia la hace visible para el corazón y para la mente, sentir la vida y pensarla es un regalo que cada vez es un privilegio para unos cuantos.

La vida que vamos teniendo nos ofrece la posibilidad de crear situaciones en donde el deseo y la esperanza se convierten en una guía para la obtener la tranquilidad, y en la que ese sosiego llega a ser un espacio, es un sitio, un no lugar y que son instantes sucesivos que nos dan paz.

Sin duda hay experiencias que añoramos, hay personas que extrañamos. Es el saldo en entre los que estaban antes y los que están ahora, no respeta ningún orden y ninguna promesa. La fuerza de la vida siente en el azar y la necesidad, es el continente de un cauce de un río que se abre camino a fuerza de llover sobre mojado y que en él, en su delirio y su corriente crea los márgenes que ponen a cada historia, a cada persona en las orillas y los extremos, unas están en origen del rio, cuesta arriba y otras están cuesta abajo, algunas más estarán el remanso del delta y a otras,  las encontremos en el mar abierto o en aguas profundas, en donde podrá haber aguas calmadas o bien un mar agitado por el viento de tormentas y huracanes.

Si algo tiene la vida es que es impredecible, y en nuestro afán de querer tener el control de nuestras neurosis, de nuestras histerias y psicosis que hacen de las suyas en el plano del inconsciente, buscando tener un espacio y un tiempo para la comprensión, para intentar hacernos cargo de eso que somos y de lo que vamos queriendo ser, y la vez de estar siendo uno mismo, creamos un holograma humano que cambia en el tiempo y en el espacio permanentemente, entre capricho y síntoma.

Ese espacio, ese despacio, es tener la calma de ubicarnos en el presente, entre la añoranza de lo que fue o la ansiedad por lo que vendrá nos hacen olvidar el presente. Las personas sufren y gozan, la vida es bella dice la sentencia existencialista, pero la vida no es justa, la vida no es fácil, la vida tiene oportunidades para el disfrute de la misma, pero también esta carga de decepciones, de fracasos, de traiciones, de engaños, de pérdidas, de ausencias y dolor, de enfermedad y muerte, los dados están cargados a la tragedia.

El espacio se comparte necesariamente con otros, el tiempo también, aunque podemos ser selectivos. Si algo tiene la consciencia y la voluntad como ejercicio de la libertad es la elección, es la capacidad que tenemos de optar, de elegir y escoger, situación humana nada sencilla, ni fácil. Elegir por el azar es terrible, aceptar la elección de otro, de los otros es más complejo y lleva renuncias y pesares, si en eso que se elige no está presente al menos una dimensión moral sobre lo que es bien común.

Nutrir nuestro espacio y disfrutar sin prisa los momentos que la vida nos ofrece es una posibilidad para vivir con la pasión y gozo de asumir con responsabilidad nuestras decisiones, lo que elegimos. Optar implica analizar y evaluar las consecuencias de escoger algo ante la diversidad de posibilidades que se tienen, y en donde la vida no crece, ni se desarrolla en las polaridades de lo negro y de lo blanco, de bueno y malo, sino de los matices que la vida tiene y de la gama de situaciones en las que construye la consciencia y con ella la responsabilidad de decidir y de asumir las consecuencias, con uno y con los demás, en donde aparece un “yo” y emerge siempre un “nosotros”.

Tal vez uno de los ejercicios humanos más hermosos es el abrazo, acción humana en donde el espacio desaparece entre las personas y al mismo tiempo se crea un espacio único e íntimo, donde la piel se toca aún con la ropa puesta y donde el tiempo se detiene, la palabra se hace murmullo y los latidos son el intersticio para sentir el silencio y guardar en la memoria. El abrazo solo es posible desde el otro, y con el abrazo se crea un “nosotros”, que es ese “espacio” y es ese “despacio” que da paz, serenidad, confianza y crea tejidos orgánicos y vibrantes para hacer posible un nosotros, un “yo” con el “otro”.

Eduardo Galeano en “El libro de los abrazos” escribió “Nosotros” que les invito a leer en un espacio y a leerlo despacio.

Nosotros

tenemos la alegría de nuestras alegrías

Y también tenemos

la alegría de nuestros dolores

Porque no nos interesa la vida indolora

que la civilización del consumo

vende en los supermercados

Y estamos orgullosos

del precio de tanto dolor

que por tanto amor pagamos. 

Nosotros

tenemos la alegría de nuestros errores,

tropezones que muestran la pasión

de andar y el amor al camino,

Tenemos la alegría de nuestras derrotas

porque la lucha

por la justicia y la belleza

valen la pena también cuando se pierde. 

Y sobre todo tenemos

la alegría de nuestras esperanzas

en plena moda del desencanto,

cuando el desencanto se ha convertido

en artículo de consumo masivo y universal. 

Nosotros

seguimos creyendo

en los asombrosos poderes

del abrazo humano.