“Porque cuando se grita, también se transforma el horizonte. Se convierte en garganta o en eco”. Ida Gramcko
“Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, se generoso y da la tuya…Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa, como aquel que no sabe sonreír a los demás” Dalai Lama
“Hay dos maneras de difundir la luz… ser la lámpara que la emite, o el espejo que la refleja”. Lin Yutang
“Rara vez pensamos en lo que tenemos, pero siempre en lo que nos falta. Por eso, más que agradecidos, estamos amargados”. Arthur Schopenhauer
“Nuestras cicatrices nos hacen saber que nuestro pasado fue real”. Jane Austen
¿Y qué es el amor si no cuidar la fragilidad del otro? ¿Qué es amor si no la posibilidad de amarnos para poder amar? ¿Qué es el amor si no la necesidad de que la amistad sea un sostén fuerte y perdurable en la diferencia, como dice Lewkowicz? ¿Qué es el amor si no memoria? Marguerite Yourcenar escribió; “La memoria de las mujeres se parece a esas mesas antiguas que utilizan para coser; están llenas de cajones secretos. Algunos están cerrados desde hace mucho tiempo y no se pueden abrir, otros contienen flores secas; otros, madejas enredadas; a veces alfileres.” ¿Qué es el amor si no deseo, experiencia y olvido?
El amor se trata de lo humano y de todos los absurdos. El amor no se busca, el amor te encuentra, siempre y cuando se esté disponible para el amor. Enamorarse es otra cosa, es algo que tiene la complejidad de lo irracional, de lo vinculante, de la falta, de la ilusión, y es un estado de sometimiento sobre un “otro” que lo lleva a borrarse como sujeto y a sacrificar sus propios deseos. Es un estado emocional de exaltación de un conjunto de sensaciones positivas que se experimentan a nivel mental y como físico. Según Gabriel Gutiérrez Ospina, investigador del Instituto de Investigaciones biomédicas de la UNAM “el enamoramiento es un estado sentimental más afín a la dependencia y a la adicción que el verdadero amor. […] Un ejemplo de ello es el aumento de ácido clorhídrico en el estómago, lo que popularmente se describe como “sentir mariposas”. No obstante, este fenómeno no se interpreta como una “gastritis”, sino como una señal de amor”. Y según el propio Gutiérrez “Distinguir entre enamoramiento y amor es más sencillo de lo que parece. El enamoramiento se relaciona con una constante ansiedad, mientras que el amor verdadero conlleva tranquilidad y un genuino interés por el bienestar del otro”. El enamoramiento pude transformarse en amor, el enamoramiento dura poco en el tiempo, el amor puede durar años, el amor acaba y puede evolucionar en una amistad profunda, parafraseando a Gutiérrez Ospina*.
El amor es congoja también, cuando ponemos el interés nuestro en el bienestar de quien se ama. Nos afligimos, nos preocupamos por el otro, y en el fondo lo hacemos por nosotros mismos. Sabemos que si esta bien esa persona que amamos, nosotros estaremos bien.
Pero amar duele, porque el amor esta atravesado por renuncias y por consensos, porque estar con otro nos modifica, somos distintos en la presencia real o simbólica del “otro”.
Henri Nouwen escribió “Cada vez que tomamos la decisión de amar a alguien, nos abrimos a un gran sufrimiento, porque aquellos que más amamos nos causan no sólo gran alegría, sino también gran dolor. El mayor dolor viene de irse… El dolor de la partida puede separarnos. Aun así, si queremos evitar el sufrimiento de irnos, nunca experimentaremos la alegría de amar. Y el amor es más fuerte que el miedo, la vida más fuerte que la muerte, la esperanza más fuerte que la desesperación. Tenemos que confiar en que siempre vale la pena correr el riesgo de amar.” Fernando Pessoa nos dice un cómo corres esos riesgos desde la experiencia que nos hace personas:
De todo tres cosas
la certeza de que estamos
siempre comenzando
la certeza de que es preciso continuar
la certeza de que podemos ser interrumpidos
antes de que terminemos.
Hacer de la interrupción
un camino nuevo
de la caída un paso de danza
del miedo una escalera
del sueño un puente
de la búsqueda un encuentro.
Y ahí esta el dilema humano, ¿Qué implica correr esos riesgos que implican amar? Tal vez desde lo que puedo atisbar e inferir de las diversas historias y relatos de amor y de enamoramientos y es que, la visión del amor romántico sí ha afectado terriblemente la manera en que se concibe y se percibe el amor y los estados emocionales alterados por el enamoramiento. Veo que aprender, comprender, entender, asumir el ver, valorar, admirar, reconocer a las personas como son, en lo real, después del frenesí, de la pasión, de la ilusión y poder mirarlas con son realmente en su totalidad, con la suma de sus condiciones humanas, de su carácter y personalidad, de su historia, de sus vínculos, de sus luchas internas, de sus conflictos y sus dolores, implica poner en acción la consciencia desde lo real, para uno también y al mismo tiempo el poder hacer que la voluntad de optar por alguien al que se ama, es saber que será lisonja y congoja todo el tiempo que se ame. Es por así decirlo; admiración y es respeto mutuo, en donde la dicha con dignidad de ambos es la panacea y la utopía, es el compromiso con el otro y con uno, sabiendo que nada es para siempre.
Esperar sin esperar para poder amar. Henry Miller escribió: “En cierto modo, la comprensión de que no había nada que esperar tuvo un efecto saludable para mí. […] Durante semanas y meses, durante años, durante toda mi vida, de hecho, había estado esperando que algo ocurriera, algún acontecimiento intrínseco que transformase mi vida, y en aquel momento, inspirado por la desesperanza de todo, me sentí aliviado, sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima”. Cuando la obsesión por amor se trabaja, se ubica en la condición de realidad de la persona, en su historia y contexto, entonces el amor, tanto como el sentido de la vida te encuentran y vaya que son cosas totalmente distintas.
Sin embargo, el amor propio esta entrecruzado, entreverado con la mirada de quien nos ve: “Todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos alguna sensación de quienes somos, es solo porque vivimos dentro de la mirada de los demás” escribió Paul Auster y MIlan Kundera lo sintetizó así:
Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir:
La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o, dicho de otro modo, la mirada del público.
La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Estos son los incansables organizadores de cócteles y cenas.
Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada.
Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores.
En esto del amor y las congojas esta el deseo, los momentos de felicidad, esta la dicha de la realización personal, y de poder construir confianza y amistad. Está la posibilidad de la bondad, de la lealtad y del proyecto de ser una persona humana, para saber ser y estar con otra persona en el pleno reconocimiento de todas sus dignidades y derechos. Con la sensibilidad y con la inteligencia de comprender y entender la complejidad de los seres humanos y de aceptar que la vida se va en un abrir y cerrar de ojos y que dependerá de nosotros y nosotras contestar las preguntas sobre el amor y de cómo vivir con las congojas que conlleva esto de amar.