Date tiempo a tí mismo

Columna de opinión sobre temas de bienestar y psicología

Juan José Alvarado, columnista en Platino News

Abundan quienes se llenan de compromisos, que corren a diario, que asisten a múltiples eventos, que tratan de quedar bien con todo mundo, que son el alma de la fiesta, pero como dice el poema: ríen llorando.

Generalmente son socialmente bien vistas dichas personas, aceptadas por la mayoría de los grupos sociales, como la familia, el trabajo, los vecinos. Todo mundo habla y se expresa bien de ellas, pues siempre están dispuestas a ayudar, a servir, a atender a los demás, a la comunidad.

En el trabajo atienden no solo lo que les toca, están siempre prestas para apoyar a los demás en sus labores, en la escuela siempre apoyan las clases, los eventos, en sus colonias o barrios siempre están al tanto de las situaciones de seguridad, de que se recoja la basura, de que haya agua en la colonia, en fin, son el alma de la fiesta.

Se vuelven casi imprescindibles de toda interacción psicosocial, el día que faltan a algo se nota su ausencia, sin ellos no es lo mismo, parece que todo fluye más lento, casi sin sentido, pues al ser el constante apoyo, paño de lágrimas, persona con quien siempre se cuenta, que siempre está dispuesta, que siempre atiende a todos, que siempre tiene un buen corazón, siempre se le extraña.

Pero en muchos de los casos, por no decir en la mayoría, esas personas viven y sufren en silencio la más atroz de las infelicidades. Ya en la privacidad de su casa, en el trayecto de regreso por las noches de su trabajo a casa, en la intimidad de la noche, hacen el recuento de lo que se han dado a los demás y lo poco que han recibido y la soledad, el hastío, la tristeza carcome su psique.

Se dan tanto a todos y a todo, que se olvidan de sí mismas. Liderean las grandes, y las pequeñas causas, pero abandonan las propias, por lo cual, al exterior se sienten llenas, plenas, completas, pero al interior hay un profundo vacío que, conforme pasan los días, las semanas, los años, no puede ser llenado, ni disimulado y cada día está más lejano el poder ser atendido.

Además, se dan cuenta que, en el fondo, en la realidad, en lo cotidiano, realmente no les importan a aquellos que han apoyado, las causas que han abanderado no les reconocen, pues así es la condición humana, un ser insaciable de apoyos, de demandas que nunca son plenamente satisfechas. Los otros, siempre piden más.

Aun se puede estar a tiempo y darse tiempo a uno mismo. Hay que iniciar este proceso ya, antes de mañana.