Cuando la muerte llega

Psic. Juan José Alvarado
Psic. Juan José Alvarado

No es que piense en ella;

Nunca pienso en ella;

Pero sé que vendrá. (Sartre)[1]

No es usual que se hable de la muerte, incluso es un tema que la mayor parte de las personas no quieren abordar, menos cuando en el tema se ha de tocar a un ser amado.

Pero es inevitable el duelo en el proceso humano y en general de los seres vivos, ya que también hay dolor cuando nos hemos de separar en forma definitiva de un ser querido y entendemos por ser querido aún a los animales ya que hay personas que llegan a querer más a su mascota que a los humanos.

Sin embargo, hoy nos compete hablar sobre la pérdida de un humano y la pérdida definitiva por la muerte. Aquí, “los mecanismos de defensa de los amantes separados tienden, por una parte, a ver en el otro el abandónate[2] porque es, de alguna manera más fácil sobre llevar la perdida.

Esta separación, suele ser más difícil cuando la unión de los amantes ha sido mayor, cuando están más compenetrados, cuando han interactuado más en mayores procesos de la vida por lo cual “no es posible estudiar la separación independientemente de la unión”[3] ya que los amantes que tienen no sólo vida en común sino proyectos en común les es más difícil romper el vínculo.

Aquí hay que acotar que por proyectos en común no se refiere al de los descendientes, sino más a proyectos de crecimiento de la pareja, a desarrollo personal con la pareja, a realización de tareas que tengan un impacto social o comunitario.

Es ahí cundo suele ser más difícil la ruptura del vínculo con la pareja o con el ser amado y entonces, una serie de mecanismos y pensamientos mágicos hacen que se mantenga y perpetué la relación. Siempre guardando la secreta esperanza de poder realizar los proyectos que se han quedado a medias.

El proceso de duelo suele ser más difícil también cundo se da súbitamente, por un accidente o una enfermedad fulminante, pues cuando hay la oportunidad de ir cerrando la relación se quedan menos pendientes, ya que la verbalización del dolor con el ser amado tiende a disipar el dolor.

Por esto es recomendable en algunos casos que se proceda a verbalizar las angustias o reclamos con el ser querido una vez muerto, en el lugar en que están sus restos, claro está que esa situación tiende a elevar el dolor, pero una vez pasado este trance, dicho dolor tendrá a que ir menguando.

Jamás se podrá o deberá intentar olvidarse de todo, pues sería como tener una laguna en nuestra existencia, como negar parte de nuestra vida, hay que mantener el recuerdo vivo, pero alejarlo del dolor en muchos de los casos manejado como autocastigo por todo lo no realizado con el ser amado.

[1] Beauvoir Simone de, La ceremonia del adiós, Hermes, México, 1988, pp. 115

[2] Caruso Igor, La separación de los amantes, Siglo XXI, México, 1982, pp. 10

[3] ) ideen, pp. 14