El riesgo de la presencia de los grupos delincuenciales está en que en un determinado momento se hayan apoderado de la sociedad en su conjunto y lo que ella implica, es decir el tema económico, con los medios de producción y distribución, a más del aspecto político y social.
Esto es lo que plantea en su estudio el doctor Edgardo Buscaglia, académico senior de la Universidad de Columbia. El investigador da cuenta de las zonas y sectores en los que esta situación ya ocurre en nuestro país, y me vienen a la mente otras donde también ya ha sucedido.
Muchos creen que el término tejido social es un sector determinado de la sociedad y, en específico, el más desprotegido. Pero en realidad su definición se refiere al conjunto de relaciones que le dan cohesión a un grupo social.
Los grupos criminales se han establecido en poblaciones enteras y su poder socieconómico es precisamente lo que mueve la guerra entre ellos, donde la carne de cañón son los estratos sociales a los que tienen dominados.
Por la dejadez o la incapacidad gubernamental de contar con las condiciones de desarrollo integral a sus poblaciones y, por las razones que ustedes quieran o manden, los sectores más desprotegidos son los que más se relacionan con los grupos delictivos.
Los cárteles, a través de sus células, son fuente de empleo para esos estratos poblacionales vulnerables. Lo malo es que después son el primer frente de batalla en la guerra por las plazas.
Más de 120 mil homicidios dolosos, en cuatro años, reflejan una realidad de mayor presencia y penetración de los cárteles en nuestras ciudades, como un monstruo de las mil cabezas, a la que le cortas una y le aparecen dos.
Buscaglia da como ejemplo zonas pesqueras del noroeste de la República donde el crimen tiene copados los sistemas de pesca, producción, empaque y distribución del producto, incluyendo la exportación.
¿Cómo han logrado ese dominio? Cuando además de sus actividades primordiales como el huachicol y el narcotráfico, penetran y se adueñan de los sistemas de producción y compraventa de los insumos y productos, todo esto a través del terror hacia los productores y distribuidores naturales.
Nadie nos lo cuenta y no es una ficción, pero hemos visto cómo ha resultado afectado el sector aguacatero y limonero, especialmente de nuestra entidad vecina de Michoacán.
Una persona conocida mía en forma directa, prefirió abandonar y dejarles sus terrenos de aguacate a los delincuentes porque querían que les vendiera a un precio irrisorio y que, además, él se siguiera encargando de la producción. Iba a ser empleado de lo que otrora fuera propietario.
Otros como él, han vendido, pero tienen la esperanza que un día puedan recuperar y comprobar que todo fue en un momento y circunstancia bajo presión y amenazas, lo que resulta difícil cuando hay escrituración de por medio.
Todo esto que narramos parece desesperanzador, pero si no conocemos al enemigo, si no hemos estado incluso en sus entrañas, no podemos combatirlo. Hay una frase trillada de los gobiernos de “recomponer el tejido social”, pero ni siquiera han entendido el término.
No se trata solo de programas sociales para atacar al crimen, se trata de evitar que esos medios de producción y distribución sean cooptados por ellos y que no detecten el poder político tampoco.
Aquí depende de todos los sectores, sociedad y especialmente de los gobiernos, porque, opina Buscaglia:
“En la medida que no se tenga a los eslabones, tocando como una orquesta de cámara, tocando al mismo tiempo y la misma composición, no se va poder tener avances para limitar la capacidad que tienen estas redes criminales, respecto del manejo del dinero”.