La pandemia por el virus SARS-COV2 nos ha dejado como legado una clara necesidad de volver al origen, a lo básico, a privilegiar lo indispensable sobre lo prescindible, privilegiar por ejemplo la salud y mantener una alimentación sana, consolidar un sistema inmune es la principal herramienta de quienes han logrado sobrevivir este mortal virus.
La protección familiar y la salud de nuestro círculo cercano es nuestra prioridad, bajo la máxima de “Te cuidas tú, nos cuidamos todos”, apelamos a nuestra responsabilidad social de vivir en una comunidad de la cual somos parte pero también responsables.
Este difícil 2020 nos hizo valorar nuestro trabajo, despertando incluso la creatividad para solventar estos difíciles momentos, resulta lógico prever que a partir de ahora adoptaremos una cultura más conservadora que garantice la estabilidad económica.
Es el “Kybalion” el documento que encierra las enseñanzas del hermetismo y dentro de sus 7 principios establece el principio de “correspondencia” que dicta: “Como es arriba, es abajo; como es adentro, es afuera” y llevando este principio a nuestra organización social podríamos explicar que “Como somos nosotros es nuestro gobierno”.
Esta crisis mundial de salud ha sido el crudo tamiz que ha evidenciado la fortaleza y debilidad de nuestros gobiernos, la capacidad de reacción en tiempos de crisis y la solidez económica de nuestras sociedades.
En las últimas décadas internacionalmente se ha llevado un proceso de descentralización de los gobiernos, en una globalización mal entendida se ha impulsado reducir la visión de los gobiernos nacionales a simples Estados Gendarmes que solo se dediquen a brindar seguridad (servicio cada vez más complejo), dejando en manos del libre mercado todos los demás aspectos sociales y económicos, bajo la hilarante idea de que el capitalismo se autorregula así mismo y que por si solo se derramara el progreso y la riqueza de arriba hacia abajo.
Lo anterior se apoyó principalmente en el “fracaso” de los primeros gobiernos socialistas, la liberación económica de la Perestroika en Rusia y el embargo asfixiante a la Cuba de Fidel Castro, pruebas irrefutables para occidente de que el camino era el Neoliberalismo.
La tecnología que avanza a pasos agigantados, la interconectividad que surgió con el internet y la pluralidad de bienes y servicios que han inundado los anaqueles del comercio internacional son también las evidencias que respaldan el devenir del mundo tal y como lo conocemos ahora.
Así avanzaron las últimas décadas en un consumismo voraz que arraso con recursos naturales y cohesión social, siendo la rentabilidad y el individualismo el eje rector del libre mercado desplazando el cooperativismo y la subsidiariedad.
Pero llego el Covid-19 a modificar nuestras vidas y a despertarnos la urgente necesidad de instituciones gubernamentales sólidas y capaces de brindar cobertura social y económica a sus gobernados, los conceptos neoliberales no sirvieron al momento de exigir a un orden social que no estaba acostumbrado a las medidas sanitarias y a nuevas reglas de convivencia.
Con los primeros contagios llego el pánico y el aislamiento que se pretendía fuera obligatorio, descubrimos necesidades que se pensaban ya superadas, exigimos de nuestras autoridades: suficiencia hospitalaria, medidas de protección económica, incentivos y facilidades comerciales para soportar una cuarentena que parece ya eterna.
Nueva Zelanda, Japón, Taiwán, Corea del Sur y Finlandia son los países mejor evaluados en sobrellevar la contingencia sanitaria y tienen en común un férreo control estatal de los mecanismos sociales de convivencia que surge desde una recaudación de impuestos impositiva y amplia que permite brindar satisfactores y servicios a sus gobernados de manera homogénea y efectiva.
En pocas palabras la urgencia internacional responde mejor en países con una rectoría económica y social amplia, capaces de ejercer un control social sobre sus gobernados.
Lo vivido nos debe obligar a una amplia reflexión sobre la importancia de nuestros gobiernos, la cultura de la indeterminación y la flexibilidad estructural de nuestra realidad, se ve duramente comprometida en estos momentos en donde las circunstancia nos regresa a lo primigenio, la construcción de una sociedad y su mejoramiento constante para responder en comunidad a los emergencias y vicisitudes, después de todo las primeras sociedades tenían como objetivo la vida en comunidad para en conjunto brindar mayores satisfactores y seguridad para el desarrollo de nuestras vidas y la consecución de la felicidad como el fin último de nuestra existencia.
Con la vacuna de reciente circulación se asoma tan solo el principio de una nueva normalidad a la que nos tendremos que acostumbrar a vivir, si su distribución y aplicación se ajustara a las leyes del libre mercado solo accederían a ella los que tuvieran el poder adquisitivo para comprarla y entonces colapsaría nuestra sociedad, después de todo la riqueza en la que se basa ese “privilegio” la genera una comunidad que se debe de mantener en cuarentena y en la imposibilidad de producir.
Toma entonces mucho sentido que lo primero que necesitamos es que sea la primera línea de contención formada por el personal clínico para que puedan procurar la atención medica de una población que se mantendrá enferma en por lo menos el próximo año.
El plan de vacunación atiende a una subsidiariedad social que empieza por nuestros adultos mayores que son los más expuestos a la mortalidad del virus y así hasta llegar a los más jóvenes que suelen librar asintomáticamente en su mayoría el inevitable contagio.
Todos sabemos que urge reactivar nuestros canales de producción y el flujo económico de nuestras sociedades, igual que aquellos primero asentamientos humanos que privilegiaban en conjunto las necesidades básicas de seguridad y alimentación de la comuna que se asoció para esos efectos; es por ello que la vanidad y el individualismo que caracteriza al neoliberalismo en estos momentos no es ni remotamente parte de la solución.
Tal vez sea el Covid-19 quien nos haga regresar a nuestros orígenes para privilegiar lo verdaderamente importante de nuestra existencia, el bienestar de nuestras sociedades y la salud de nuestro planeta; bien pudiese ser esta nueva normalidad el inicio de una nueva era de conciencia social y cooperativismo que ayude a retomar problemas urgentes como el cambio climático, la carestía alimentaria y la desigualdad social, so pena de que sea entonces el principio del final de nuestra especie.