“No dejo de pensar en ti”. Queda muy simple.” Juan Rulfo ya dijo: “Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre.”
“El amor es siempre amor, venga de donde venga. Un corazón que late con su acercamiento, un ojo que llora cuando se va, son cosas tan raras, tan dulces, tan preciosas que nunca deben ser despreciadas”. Guy de Maupassant
“La vida es tan corta y el oficio de vivir tan difícil, que cuando uno empieza a aprenderlo, ya hay que morirse ” Ernesto Sábato
“Puede que no tenga victorias notables, pero puedo sorprenderte con las derrotas a las que logré sobrevivir.” Antón Chéjov
“Sangrando estoy todavía de un cariño que me hirió. No me compadezca nadie que el mal lo he buscado yo”. Roque Dalton
“No me importa a dónde me lleve mi cuerpo mientras mi Alma esté embarcada en un viaje significativo.” Dante Alighieri
“La paz no es la ausencia de ruidos, es escucharlos y convertirlos en silencio.” Elvira Sastre
“Lo malo no está en que la vida promete cosas que nunca nos dará; lo malo es que siempre las da y deja de darlas.” Juan Carlos Onetti
“Lo mejor es creer que pasó todo como debía. Y al final me queda una sola certeza: haber vivido.” José Emilio Pacheco
“Para abrir un nuevo camino, hay que ser capaz de perderse.” Jean Rostand
“No te acostumbres a nadie, la gente va y viene, no te encariñes, no te ates, no prometas, no te quedes, hazte un favor y aprende a estar solo.” Elena Poe
Con la frescura de una conversación que convoca al pensamiento y a la historia personal tomo las palabras de Hermann Hesse: “Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad” y con eso el poder hacer una alegoría personal de lo implica contar historias, no son cuentos, son narrativas que pasan por la reflexión de lo que se va viviendo, de aceptar lo que se siente y de tomar los riesgos de vivir sin guion, sin una certeza, de avanzar en la nada con la necesidad de encontrar un todo, tener un algo desde la palabra dicha, que implica aceptar que el sentido de la vida es participar a que otros encuentren su propio sentido de la vida, a contar su propia historia.
Juan Carlos Onetti, escritor, de una reflexividad profunda dijo: “Hace un par de años que creí haber encontrado la felicidad. Pensaba haber llegado a un escepticismo casi absoluto y estaba seguro de que me bastaría comer todos los días, no andar desnudo, fumar y leer algún libro de vez en cuando para ser feliz. Esto y lo que pudiera soñar despierto, abriendo los ojos a la noche retinta. Hasta me asombraba haber demorado tanto tiempo para descubrirlo. Pero ahora siento que mi vida no es más que el paso de fracciones de tiempo, una y otra, como el ruido de un reloj, el agua que corre, moneda que se cuenta. Estoy tirado y el tiempo pasa. Estoy frente a la cara peluda de Lázaro, sobre el patio de ladrillos, las gordas mujeres que lavan la pileta, los malevos que fuman con el pucho en los labios. Yo estoy tirado y el tiempo se arrastra, indiferente, a mi derecha y a mi izquierda…Todo es inútil y hay que tener por lo menos el valor de no usar pretextos.”
No es nada fácil ponerse en el lugar del pensar la vida, que en los hechos es muy difícil, por sorpresiva, que abusa de lo inesperado, que explota las expectativas. Y que las más de las veces dolorosa, y, aun ahí, con la piel desgarrada y el corazón partido, podemos tener la capacidad, la cualidad y la sensibilidad de comprender lo que es nuestro, poder ver qué esta de alguna manera bajo nuestro control y qué cosas son el azar en acción, las circunstancias, el contexto estructural que condiciona el cómo pensamos, pero sobre todo determina muchas veces el cómo actuamos y la manera en que construimos las redes del tejido social que nos pueden acompañar a transitar y tramitar los innumerables absurdos que se nos presentan, sin tener atisbos para predecir el futuro y conocer las consecuencias de lo que vendrá.
Siguiendo un hilo de Louise Erdrich:
“La vida te romperá. Nadie puede protegerte de eso, y estar solo tampoco lo hará, porque la soledad también te romperá con su anhelo. Tienes que amar. Tienes que sentir. Es la razón por la que estás aquí en la tierra. Tienes que arriesgar tu corazón. Estás aquí para ser tragado. Y cuando sucede que estás roto, o traicionado, o dejado, o herido, o cepillos de la muerte demasiado cerca, déjate sentar junto a un manzano y escucha las manzanas cayendo a tu alrededor en montones, desperdiciando su dulzura. Dite a ti mismo que probaste tantos como pudiste”.
Por tanto una reafirmación de la tarea vital de poder estar en un proceso permanente de cocimiento propio, que implica intentar entender los caprichos que la vida tiene, que se mueve entre los extremos de la dicha y del dolor humano, a la vez, de aceptar la necesidad de vivir con la satisfacción de haber actuado de la mejor manera posible en las circunstancias contextuales y con los recursos que se tienen a la mano, y poder asumir los aprendizajes producto de las experiencias de vida, y en la audacia de caminar sobre una cuerda floja que esta en el piso, que lo mismo es sendero y lo mismo es obstáculo, y que nos mete casi siempre una zancadilla sin previo aviso, aun creyendo que estamos pisando firmemente.
El Chojin, rapero español, escribió este texto, que me lo apropio y que de alguna manera converge en la manera en que he ido entendiéndome en los últimos años de mi vida y a la necesaria renuncia de la verdad absoluta y a dar sentido a la subjetividad que subyace en vivir la vida revisando y pensando lo que se dice y lo que se hace, pero también aprendiendo desde la curiosidad y desde la insatisfacción sobre el mundo, sus lógicas de poder y con ello a la crítica de la devastación de la naturaleza y a la no aceptación de la deshumanización que hoy se expresa con una crueldad que raya en la perversidad y en la falta de escrúpulos para hacer de la ganancia el único dios, y en donde la compasión se diluye entre pantallas y fanatismos:
Podría gustarme lo sencillo,
pero me gusta lo complicado,
me atrae lo que no entiendo,
lo que huele a desafío.
Me gustaría creer cualquier cosa que ponga en un libro,
aceptar las explicaciones de los que hablan tan convencidos,
pensar lo justo,
no cuestionarme,
vivir tranquilo…
pero qué va.
Tengo que dudar de todo,
tengo que llegar a las conclusiones por mí mismo,
tengo preguntar siempre cuándo, dónde, cómo…
tengo que construir mis propios principios (para luego destruirlos)
Me gusta complicarme la vida
porque diría que en realidad me gusta no ser como les gustaría.
Las palabras de Lou Andreas-Salomé que como un mantra pueden ser repetidas para sostener la necesidad de ser coherentes y congruentes hasta donde lo humano nos lo permite: “No puedo vivir conforme a ejemplo, ni voy a representar jamás un ejemplo para nadie, pero en cambio voy a darle forma a mi propia vida de acuerdo conmigo misma. Eso si lo voy a hacer, pase lo que pase.” Aceptando que me reconozco como una de “Las personas nostálgicas (que) no conocemos lo efímero. Todo lo que nos toca el corazón, permanece.” Y en donde la memoria es más que recuerdos, y en donde escuchar me lleva a ser oidor de historias y con ello, poder ser a la vez un contador de historias.
Esta historia hoy la concluyo con un poema de Karmelo C. Iribarren
Un día bueno
No somos más
que el tiempo que nos queda
caminando hacia el olvido
que seremos.
Es duro, pero es así.
El resto, literatura.
Lo mejor
es no pensarlo mucho:
seguir andando,
tomar cafés, enamorarse,
ver la lluvia…
y entonces, poder seguir contando historias.