En medio de la crisis sanitaria mundial, donde al momento de redactar estas líneas contabilizan los expertos más de 2 millones 600 mil infectados y más de 180 mil fallecidos; los hospitales están a su máxima capacidad, y aún no existe la cura del coronavirus; y cuando las perspectivas económicas del orbe se derrumban, como no se veía desde hace 90 años, la crisis nos pegará a todos sin excepción.
Algunas familias saldrán adelante con apoyos gubernamentales, por sus ahorros, o porque tienen la suerte de tener una empresa solidaria que pagará sueldos durante la contingencia; otros recibirán la contraprestación por sus servicios, por trabajar desde casa, pero el “home-office” es para muy pocos empleados, que tienen enlace a internet y las herramientas necesarias.
Pero la mayor parte de los seres humanos del planeta viven al día, están fuera de los sistemas de seguridad sociales de sus naciones, y no podrán quedarse en casa, bajo un principio básico: si se quedan en casa, se morirán de hambre. Prefieren claro, salir del hogar y quizás morir por las consecuencias del Covid 19, que morir de inanición.
Nada más en los Estados Unidos -la economía más poderosa- se han perdido 22 millones de empleos, su PIB decrecerá 8 por ciento este año y se dice que pronto muy podría ser rebasado por China.
De nuestro país salieron 7 mil millones de dólares nada más en marzo, decenas de miles de empresas no podrán abrir la cortina después de que se levante el confinamiento, y millones de mexicanos se quedarán sin empleo. Los que viven del comercio informal, no venderán lo acostumbrado, y tardaremos -dicen los especialistas- hasta una década para regresar a nuestros niveles que gozábamos al inicio de este año.
Claro, 10 años pasarán para volver a esos estándares si no se cometen más errores, si se de detiene la polarización y si trabajamos todos como un equipo bien coordinado. La solidaridad tendrá que ser el común denominador; si gana la política carroñera, todos saldremos perdiendo.
Nuestros escenarios son verdaderamente desastrosos: llegaremos al pico de la crisis sanitaria, con un sistema de salud caduco, con desconfianza de las cifras gubernamentales, y con la posibilidad de que la gente que no se queda en casa -que aún se cuenta por millones- necesite apoyo médico especializado.
Al levantar el confinamiento, los que sobrevivamos, viviremos en un escenario de verdadera emergencia económica.
¿Podría descomponerse aún más este negro panorama?
Sí, la inseguridad crecerá. No se necesita ser un experto para pronosticar que aumentarán los secuestros, homicidios, extorsiones, robos en transportes público, amenazas, lesiones, fraudes, y saqueos.
Nos esperan años de sorpresas terribles: muchas bandas se meterán a las casas a robar, lo que con mucho esfuerzo hemos conseguido; arrebatarán bolsos en las calles, y el transporte público seguirá siendo escenario de asaltos, en una versión corregida y aumentada.
¿Y qué hay de los cárteles de las drogas, que también vieron disminuidas sus ganancias con este confinamiento?
Sin duda irán a conquistar otras formas de crimen, y aumentarán los indices de violencia.
Nada más un dato, para solidificar esta tesis: marzo pasado se ubicó como el segundo mes más violento del que se tenga registro, al contabilizar 3 mil víctimas de homicidio doloso, y 78 feminicidios, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
La expectativa de cambio que tenían los mexicanos al inicio de la 4T se ha desmoronado, bajo la tesis de que se combatirían las causas que provocaban la violencia: falta de oportunidades. Después de la crisis del coronavirus saldremos a la calle con doble necesidad, más hambre y con mayor diferencia de clases.
No conozco a la mayoría de los funcionarios de la actual administración, pero sí a los tres más altos funcionarios de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana: Alfonso Durazo (secretario), Ricardo Mejía Berdeja (subsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana) y Alejandro Robledo (subsecretario de Planeación, Prevención, Protección Civil y Construcción de Paz) y creo que tienen talento y conocimiento, pero sencillamente están más que rebasados.
El escenario, caro lector, no podría ser peor: pandemia, sistema económico colapsado y el inminente aumento de la violencia.
¡Sálvese quien pueda!