En la arena política se discute todo lo relacionado a la economía, los efectos de los caminos financieros tomados, o por transitar, y como repercuten esas decisiones a los estómagos y monederos de los gobernados.
Las políticas públicas están en constante debate, porque esos modelos de país siempre son perfectibles; y como toda institución humana, siempre pueden mejorarse.
Precisamente para eso es el acceso al poder, para decidir que carreteras políticas caminar y claro, para firmar en la chequera.
Algunos insisten, de manera muy pragmática, que este negocio es simplemente el repartirse la renta nacional, pero me parece una fórmula muy reduccionista de definir el servicio público.
Es obvio, pero hay que recordarlo, que en las elecciones hay ganadores y perdedores, y cuando no se obtienen mayorías, se tienden puentes, se hacen acuerdos, y se firman pactos.
Cuando hay fuerza de votos suficientes, se olvida y ni si quiera se escucha a las minorías. Nos mayoritean dicen los débiles, es la democracia, responden los triunfadores.
Pero recuérdenlo políticos, y estimados lectores: no hay triunfo ni derrota eterna; es decir, el PRI tuvo la sartén por el mango, y perdió el poder. Lo mismo le pasó al PAN, y lo mismo le sucederá a Morena.
¿Qué perderá su fuerza en 2021, 2024 o 2030 el lopezobradorismo? No lo sé, pero un día entregará el poder.
Por eso debemos reflexionar los ciudadanos, no los políticos, ni los que comparten las mieles del poder, hacía dónde vamos qué queremos y dónde nos vemos en unos años.
Estamos enfrentados, porque caímos en el juego, en una peligrosísima lucha clasista. ¿De verdad les causa placer decirle Chocoflán al hijo menor del Presidente?
En pleno 2019 cobró más fuerza que nunca el conflicto social que nos advirtiera Marx en su momento, pero que estableció Maquivelo y Engels oportunamente: “las personas han tratado de organizarse en diferentes tipos de sociedades bajo la tensión causada por pobres y ricos, hombres libres y esclavos, los patricios y la plebe, señores feudales y siervos, maestros de corporaciones y oficiales, burguesía y proletariado.”
“Este conflicto solo puede resolverse cuando se llegue a una sociedad sin clases, sin que ello suponga la desaparición del proceso y del progreso histórico y fundamental.”
Aceptémoslo, desde las campañas se señaló al que tiene como traidor, y al desposeído como ultrajado; y todos pedimos que desde Palacio se llame ya la reconciliación.
Pero también aceptemos que los mexicanos todos los días alimentamos la idea de burlarnos del jodido, del pobre, del prieto y del gay. Aceptemos que el color de piel, la zona postal donde se vive y el género, aplasta al “negro”, al que vive en ladrillos sin pintar y a la mujer.
Basta ya del racismo mexicano, y del clacismo maldito.
Nos quejamos de Trump. Pero primero pidámosle a López Obrador que cese la división. Pero lo más importante, lo invito a usted a realizar un examen de conciencia: ¿cómo trata al mesero, al taxista, al homosexual, al que posee menos estudios y dinero que usted?