Rezamos porque no se desate una tercera guerra mundial por la crisis en Ucrania, pero en nuestro país sufrimos una que ha causado más muertes y dolor que las guerras en otras naciones.
En lo que va del sexenio, desde el año pasado rebasamos 100 mil homicidios dolosos sólo por esa guerra de grupos criminales. En Ucrania, desde que se iniciaron enfrentamientos internos han muerto 14 mil civiles; en Afganistán, en dos décadas murieron 28 mil.
En Ucrania un millón de personas se han desplazado por el conflicto; en Afganistán 2,2 millones; en México, desde 2015 unas 350 mil, han huido tanto de ciudades como de comunidades, pero el fenómeno es distinto.
De unos tres meses para acá se han dado efectos de nuestra guerra (declarada por Calderón y no aceptada por AMLO), horrorizantes como las docenas de personas colgadas y esparcidas en las calles de Zacatecas; toma de ciudades en Colima y Caborca, Sonora, con la imposición de un toque de queda inconstitucional pero necesario.
Colima fue por décadas la entidad más segura, así como Guanajuato de las más tranquilas; Nuevo León logró recuperar la paz por buen tiempo, ahora vuelve a sumirse en la violencia, se le suman Chihuahua y Baja California.
Michoacán lleva tanto tiempo sufriendo por los cárteles que ahí se han establecido o que se han conformado. No es un secreto el dominio que tienen los maleantes sobre la economía y la política.
Conozco empresarios limoneros y aguacateros de ese estado que, de propia voz, cuentan cómo los delincuentes les han despojado de tierras productivas para controlar el mercado, además de la extorsión y el cobro de piso, cuando no, algunos han sido asesinados.
La suspensión temporal de la importación de Estados Unidos del aguacate mexicano, por amenazas hacia uno de sus agentes comerciales, puso a temblar a nuestro mercado, que vende tres mil millones de dólares anuales.
En Guanajuato hay municipios que fueron considerados entre las ciudades con más homicidios dolosos, no en la República, sino en el mundo y recientemente se han alejado de esos membretes.
Sin embargo, en días recientes hemos visto cómo en Celaya los delincuentes se han enfocado en ataques a policías. Y en Pénjamo ya es un enfrenamiento con las autoridades de los tres órdenes de gobierno.
Nuestra pregunta sigue siendo si es posible hacer algo por recuperar la paz y creo que es dable. Por ejemplo, el asunto del aguacate en Michoacán fue atendido ya por su Gobernador y se ha garantizado la seguridad de los agentes comerciales de EU, lo que ha destrabado la exportación-importación.
En el País, es urgente que veamos una reunión del Presidente con gobernadores de los estados con mayor problemática, y los representantes de las corporaciones de seguridad, federales, estatales y municipales.
Hemos visto que por más elementos de la Sedena y la Guardia Nacional que hay en Guanajuato, los grupos delincuenciales siguen como si nada, por lo que es necesaria mayor trabajo de inteligencia (como la Marina), la Fiscalía General de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera.
Tenemos tantos problemas como la pandemia, el desempleo, la inflación, las tasas de interés en aumento y todo tiene que ser atendido, pero en cuanto a la seguridad y la violencia, no se puede postergar ni trabajar en forma aislada.
Es el momento de no enfocarse en asuntos como prensa contra Presidencia o Poder Legislativo. Es cuanto, en que debemos de trabajar por la seguridad, por la paz, de lo particular a lo nacional y luego a lo universal.
Sin seguridad no hay desarrollo económico y social, sin paz no hay tranquilidad emocional en nuestras personas y no hay una posibilidad de enfocarnos hacia otros problemas.
Vuelvo a insistir en una idea, recuperemos la paz desde nuestros corazones, nuestras familias, nuestras comunidades, nuestras ciudades y estados, para aspirar a la paz del mundo.