Me llena de alegría ver que mi país tenga una presidenta, mi estado una gobernadora y mi ciudad una alcaldesa, ver gabinetes paritarios y una procuradora de derechos humanos en Guanajuato.
Celebro todos los programas de gobierno enfocados en mujeres, las acciones afirmativas que buscan el difícil equilibrio.
Cuando era estudiante tuve un jefe que prefirió antes que a mí, a un compañero bastante baquetón, porque la figura de un hombre era más imponente en los juzgados; tuve un maestro que le dijo a una de mis compañeras, que era mamá, que su lugar no estaba en las aulas sino en casa con su hijo, yo entré a defenderla y me corrió del salón; tuve compañeros que me preguntaron ¿Para que estudiaba yo tanto si al terminar la carrera seguro me iba a casar? Reconozco los cambios de ideología frente a las mujeres. porque todas estas historias que eran tan comunes hoy ya no son bien vistas, ya no se admiten socialmente estos comentarios.
Pero falta tanto…
No han llegado las niñas que no mandan a la escuela porque por ser mujer ni para qué.
Faltan las jovencitas que temen la llegada de la noche porque la oscuridad las llena de inseguridad en las calles y en sus propias casas.
Faltan todas las mujeres víctimas de violencia física con el cuerpo lastimado, de violencia psicológica con el alma herida o de violencia económica aguantando lo inaguantable por la necesidad de ellas y de sus hijos
Faltan las mujeres trabajadoras que tras intensas jornadas laborales llegan a hacerse cargo de limpiar la casa y cocinar como si fueran las únicas capaces de hacerlo y fuera lo único que tuvieran que hacer.
Faltan las profesionistas que no ascienden en sus trabajos porque en las empresas tienen temor a que se embaracen y descuiden sus funciones, o no terminan de aguantar el concepto de una mujer al frente como líder.
Faltan más mujeres en los consejos empresariales, en los puestos directivos de la iniciativa privada, tomando decisiones.
Hemos avanzado mucho, pero falta mucho más, ¿celebramos o reclamamos? ¡Vamos por todo!