“El humor salva. No el humor de la carcajada sino el humor de reflexionar a partir de algo tolerable, no demasiado trágico. Cuando los dramas no son tales, cuando somos nosotros los que tendemos a convertirlos en drama, quizás sea oportuno recurrir al buen humor”. Ida Vitale
“Se volvió hacia lo que había quedado de su vida y empezó de nuevo a ocuparse de ello, con la inquebrantable tenacidad de un jardinero en su trabajo la mañana siguiente a una tempestad”. Alessandro Baricco
“Yo no borro nada en mi vida, cada cosa, cada mínima cosa, me hizo lo que soy ahora. Las cosas buenas me han enseñado a amar la vida, las cosas malas a saberla vivir”. Bob Marley
“Si te das cuenta de que todas las cosas cambian, no habrá nada a lo que intentarás aferrarte. Si no temes morir, no hay nada que no puedas lograr”. Lao-Tsé
“La felicidad en las personas inteligentes es lo más raro que conozco”. Ernest Hemingway
Cada uno sabe su juego, o al menos eso es lo que uno cree, o lo que uno espera de las personas, y no se trata de banalizar la vida o lo es hechos, si no reconocer qué es lo que se espera de las personas y de alguna manera actúen en consciencia, esto es que tengan un grado de coherencia, entre lo que piensan, lo que dicen y lo que hacen, y que la voluntad sea, por tanto, la guía de lo que se realiza con la plena consciencia de las responsabilidades que conlleva. Eso es lo deseable, más no lo real.
La vida nos lleva a comprender que sólo cada persona sabe lo que guarda en su corazón, identifica sus sueños, tiene sus propósitos, metas, y busca concretar deseos. La más de las veces se trastoca la realidad interior y se crean verdaderos nudos -gordianos o borromeos- estos últimos propios del campo del psicoanálisis; y cada uno de nosotros, de nosotras, va buscando encontrar o formular sus propias respuestas, sus motivos, sus razones, sus anhelos y sus causas. La doble dimensión humana entre ser uno y ser al mismo tiempo con los demás hace que la vida no sea lineal o con un trazo definido, al contrario, el azar factoriza todo lo que somos y lo que hacemos.
Es claro que cada corazón, cada ser humano sabe lo que necesita resolver, transitar y vivir, para poder ponerse en la situación de perdonar y para dejarse para llenar de paz, de tranquilidad, de amor, pero, también, aceptando que hay cosas que son inaceptables, imperdonables y saber vivir con eso, es también a su vez aceptar la falibilidad y la imperfección personal, en las que la dignidad como persona, el amor propio y la justicia son parte de esa capacidad humana de contextualizar nuestra existencia y de ser consecuentes con la realidad que nos ha tocado vivir.
Se trata de afrontar los hechos y la vida con todos sus matices. Somos la suma de todas nuestras decisiones, de los equívocos y de los resultados, con ello se construye la experiencia, pero toda vivencia que no se reflexiona, que no se interioriza y se transforma en aprendizaje, pierde sentido y vigencia.
Como aprender a ser uno mismo, a tomar decesiones asumiendo nuestra historia personal, quitando el ruido que se genera a nuestro alrededor, de opiniones, ideas, rumores, mitos, que crean serias dificultades para lograr estar con uno mismo. Lograr tener silencio para uno, saber estar a solas con uno mismo, serenar el pulso, sentir la respiración, pensar en uno mismo con la tenacidad de evitar la complacencia, el auto engaño y la ingenuidad, y, entonces sentir y pensar, pensar y sentir la vida bajo la piel, y preguntarse: ¿Qué quiero? ¿Qué necesito? ¿Qué voy a hacer? ¿En cuánto tiempo? ¿Con quién? ¿Qué estoy dispuesto a cambiar?
No hay respuestas únicas, no hay certezas, pero sí sabemos hay un espíritu indómito, curioso, libre, con capacidad de tomar decisiones y con la oportunidad de integrar la inteligencia y voluntad al servicio de uno mismo, siendo siempre con los otros. Decidir es quedar bien con uno mismo. Es eso que se le llama estar en paz y con la tranquilidad de ser uno, y si lo que se decide no resulta como lo esperábamos entonces habrá que volver a penar y a buscar en uno, una nueva respuesta, aceptando que no somos infalibles, que solo somos personas siempre en construcción, siempre con el corazón en la mano, y siempre buscando el bien.
Buscar quienes somos desde lo que hacemos reclama valor, coraje, aceptación, dolor. Entrar en uno mismo requiere ir con la mano sobre la rienda de nuestra existencia y conduciéndonos con la suavidad de solo llevar la rienda o con la fuerza necesaria para sortear las dificultades del camino. Es vernos al espejo aceptar lo que vemos sabiendo que atrás de ese reflejo hay una vida vivida.
Clarice Lispector, escribió: “Cuando de repente me veo en las profundidades del espejo, me asusto. Apenas puedo creer que tengo límites, que estoy esbozado y definido. Me siento dispersado en la atmósfera, pensando dentro de otras criaturas, viviendo dentro de cosas más allá de mí mismo. Cuando de repente me veo en el espejo, no me sobresalto porque me encuentro fea o hermosa. Descubro, de hecho, que poseo otra cualidad. Cuando no me he mirado en algún tiempo, casi olvido que soy humano, tiendo a olvidar mi pasado, y me encuentro con la misma liberación del propósito y de la conciencia que algo que apenas está vivo. También me sorprende encontrar mientras miro en el pálido espejo con los ojos abiertos que hay tanto en mí más allá de lo que se conoce, tanto que permanece en silencio”.
Encontrar las causas es parte del sentido del sin sentido de la vida. No hay certezas, ni atajos, la vida tiene como principio el cambio y con ello el duelo permanente. La palabra duelo tienen dos acepciones, dolor y batalla. La vida es un constante duelar y a veces se nos acaba el mundo, a veces las perdidas son profundas y tarda uno en reponerse de ellas y nos se nos confunden las emociones y los sentimientos. Albert Camus plasmó una especie de antídoto para salir de algunas de las formas que adquiere el dolor: “Distingue la melancolía de la tristeza. Sal a caminar. No tiene por qué ser un paseo romántico por el parque, la primavera en su momento más espectacular, flores y olores e imágenes poéticas excepcionales que te trasladan suavemente a otro mundo. No tiene por qué ser un paseo durante el cual tendrás múltiples epifanías vitales y descubrirás significados que ningún otro cerebro ha logrado jamás encontrar. No tengas miedo de pasar tiempo de calidad a solas. Encuentra el sentido o no lo encuentres, pero “roba” algo de tiempo y dáselo libre y exclusivamente a ti mismo. Opta por la privacidad y la soledad. Eso no te hace antisocial ni hace que rechaces al resto del mundo. Pero necesitas respirar. Y necesitas ser”.
Søren Kierkegaard lo expresó a su modo: “Sobre todo, nunca permitas que desaparezcan en ti las ganas de caminar. A cada paso que doy encuentro un estado de bienestar que disipa todas las enfermedades. Entro en los mejores pensamientos y, frente a ellos, no hay peso que no pueda simplemente dejar atrás. Pero quedarse quieto se acerca cada vez más a la enfermedad. Porque cuanto más nos inmovilizamos, más sucumbimos al peso de nuestras propias sombras. Avanzar es la única cura: mientras haya movimiento, habrá vida”.
Hermann Hesse escribió: “Las cosas que vemos son las mismas cosas que llevamos en nosotros. No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; creen que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino que elige la mayoría”.
Colette Soler psicoanalista dice: “Pero ¿qué es lo que produce el sentimiento de sinsentido? Sobre este punto hay una frase maravillosa de Freud: cuando un sujeto empieza a interrogarse sobre el sentido de la vida es que se trata de un enfermo del deseo. Lo que da sentido a la vida del hablante es el deseo. Cuando se desea algo con firmeza no se percibe el sinsentido de la vida, al contrario: el deseo es la vida del sujeto”.
Dostoievski describió: “El corazón humano es un pozo profundo de misterios. Amamos, odiamos, perdonamos y cometemos los mismos errores una y otra vez. Pero es a través de estas complejas emociones que encontramos el significado de nuestra existencia. Vivir es aprender a navegar por las aguas tormentosas del corazón, sin renunciar nunca a creer en la capacidad de sanar y volver a amar”.
La vida se mueve entren las causas y azares, entre las preguntas y las respuestas, entre el sentir y el pensar, entre saber estar con uno mismo y con los demás, entre la dicha y dolor, entre el amor y el odio, entre la esperanza y la acción. Hamlet Lima Quintana escribió este poema que es un epilogo para estas palabras entre la causa y el azar:
“Que cada uno cumpla con su propio destino,
reconozca sus pozos,
riegue sus propias plantas
y levante su casa.
Pero si sobre el final cae en la cuenta
de que ha errado el camino,
entonces que junte coraje,
desande lo andado
y reconstruya su vida”.