Cándido Navarro, el casi desconocido y poco valorado caudillo revolucionario de Guanajuato

Cándido Navarro, el profesor rebelde de Guanajuato. Foto: Especial

Silao, Gto., 5 de febrero de 2023.- Francisco Villa y Emiliano Zapata son los caudillos populares de la Revolución Mexicana más reconocidos por la historia: de Durango, el primero; de Morelos, el segundo. Son la iconografía y el referente del rebelde campesino mexicano. Pocos lo saben y menos le hacen justicia, pero Guanajuato tiene también su caudillo revolucionario: Cándido Navarro. Una escondida calle de León, un busto de cantera en su natal La Aldea, municipio de Silao, y algunas referencias historiográficas más formales, realizadas apenas a partir de 2010, mantienen viva su memoria.

En su pueblo natal, para niños y jóvenes es un nombre más, el que lleva la calle principal del poblado; para los adultos mayores, empero, es motivo de orgullo. Para los historiadores, “un personaje complejo” y “el más emblemático revolucionario de Guanajuato”.

Profesor, levantado en armas por el sufragio efectivo y la no reelección y muerto en batalla por la causa agraria zapatista el 28 de agosto de 1913, Cándido Navarro está en el limbo de la historia oficial y no oficial, apenas mencionado en los textos; un hombre que mostró que Guanajuato tuvo una dinámica revolucionaria activa, en contraparte con la historiografía tradicional que considera que la entidad fue casi sólo escenario de la lucha armada.

Su tiempo y su obra

Cándido Navarro nació en La Aldea, municipio de Silao, Guanajuato, el 2 de febrero de 1872. Fue hijo de Juan Navarro y Dámaso Serrano, que gozaban de una situación económica solvente.

Realizó sus primeros estudios en su pueblo natal y los continuó en la Escuela Práctica de Guanajuato. Cursó la carrera de profesor de educación primaria en la Escuela Metodista de Puebla. Luego se avecindó en la ciudad de México y trabajó como maestro en algunas poblaciones aledañas.

Llegó a ser director de la Escuela “Santa Bárbara”, de Azcapozalco. En 1907 comenzó su oposición al dictador Porfirio Díaz. Al año siguiente fundó el Club Demócrata “Guadalupe Victoria” y luego fue uno de los fundadores del Partido Nacionalista Democrático. Fue entonces cuando se relacionó con personalidades como sus correligionarios de Guanajuato, especialmente con Alfredo Robles Domínguez y algunos otros directivos del Centro Antirreeleccionista de México y trabajó en pro de la unificación de dichas organizaciones.

Debido al pensamiento de sus ideas y por su actuación en las elecciones para presidente municipal del Ayuntamiento fue destituido de su empleo como director escolar en 1909, pero siguió en su lucha a favor de la educación y tiempo después fundó la Escuela Educativa Popular Independiente, en la que pudo se desenvolvió como maestro progresista e implantar modernos métodos de enseñanza.

Fue un profesor con ideas pedagógicas de avanzada que tuvo una sensibilidad social y logró un liderazgo popular que le hizo sumarse a la gesta armada para reivindicar derechos campesinos.

Cándido Navarro se unió a Francisco I. Madero al iniciar la gesta revolucionaria de 1910 contra el dictador Porfirio Díaz, pero una vez que éste cayó, el caudillo silaoense no quiso deponer las armas mientras no se cumplieran los postulados agraristas del Plan de Ayala.

Debido a lo anterior, Navarro fue encarcelado en 1912, para ser liberado en 1913 por Victoriano Huerta. En vez de retirarse de las armas, como fue la condición que Huerta le impuso, Navarro se unió a las fuerzas zapatistas. Murió en campaña el 28 de agosto de ese año.

La presencia de su memoria

El 2010, al celebrarse el Bicentenario del inicio de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, Cándido Navarro empezó a dejar de ser un mero nombre en los libros de historia y comenzó a ser estudiado por nuevas generaciones.

Luis Ernesto Camarillo, maestro en Historia por la Universidad de Guanajuato, señala que, si bien Navarro era mencionado por Manuel M. Moreno, Mónica Blanco y Jesús Silva Herzog, en sus textos sobre la Revolución Mexicana en Guanajuato, y referido por la historiadora Aurora Jáuregui Cervantes en su tesis sobre el Mineral de la Luz, no se había dimensionado la importancia del guerrillero.

No se mencionaba a Navarro por desconocimiento de los investigadores, explica, pues “el personaje siempre ha estado ahí”. El valor histórico que tiene Cándido Navarro, añade, es que se trata de los revolucionarios de la primera etapa, recibe la invitación directa de Francisco I Madero a adentrarse al movimiento y fue de los líderes de la División del Centro”.

Paola Trujillo, también maestra en Historia por la Universidad de Guanajuato y cronista de Silao, entrevistada por separado, explica que al hacer referencia a la Revolución Mexicana se piensa en los grandes escenarios del norte “y pareciera que la participación del Bajío queda menguada, como si en el bajío no hubiera personajes importantes”. Los hay, sostiene, y Cándido Navarro es uno de los más importantes, en especial en el primer momento (la caída de Porfirio Díaz) del movimiento armado.

Lo anterior, resalta, llevó a que en 2010 se retomara el estudio sobre el caudillo. En el caso de Ernesto Camarillo, el investigador retomó en 2010 la información sobre Navarro y a partir de ahí se ha convertido en uno de los especialistas en el tema. Ha producido un videodocumental y publicado textos en revistas especializadas.

Intelectual de armas tomar

Ernesto Camarillo considera que Cándido Navarro era un hombre de armas, pero también era un intelectual que andaba “por todas partes escribiendo manifiestos”.

Paola Trujillo explica que parte de la formación de Navarro es que recibe educación de los protestantes, “encaminada a formar ciudadanos socialmente comprometidos y con una intención de moralizar a la masa con valores democráticos”.

Resalta el carácter de guerrillero de Navarro, pero siempre vinculado a una reivindicación popular; atacaba un lugar y se replegaba, atacaba la estación de ferrocarril, la caja con el dinero público, pero también quemó archivos para destruir evidencia de deudas; “es un símbolo de cómo se vivió la lucha revolucionaria”.

Cuando regresa a Silao, prosigue, y una de las primeras inquietudes era formar una escuela e incluso cede terrenos para fundar una escuela, recalca de esa manera la visión educativa del silaoense.

Camarillo asevera que el caudillo tuvo un verdadero pensamiento social, más allá de la búsqueda del poder o de apoyar una causa por la búsqueda del poder; era un hombre que ayudaba a los que lo apoyaban.

Ejemplificó que cuando estaba preso en 1911-1912, pidió al Congreso de Guanajuato la libertad para quienes estaban presos por pelear a su lado. Su argumento era que debían ser libres para poder seguir teniendo un salario: “pedía la liberación no de él, sino de sus hombres; sí tenía una verdadera agenda social”.

Por su cercanía con la gente por ser profesor, le da el sesgo social a la revolución que muy pocos le dieron, concluyó.

Paola Trujillo refuerza: la ruptura de Navarro con Madero se debió a que “éste no atiende las demandas sociales”. E ilustra con otro ejemplo:

“En la fábrica Hércules habla con los obreros para hacer conciencia sobre sus condiciones laborales”.

Para la cronista, aún falta mucho qué estudiar y conocer sobre Cándido Navarro como referente del papel de los educadores en la lucha revolucionaria:

Hemos tenido acercamientos con gente que vivió esta etapa, hay muchas cosas qué decir del personaje, de su relación con el Ing. (Alfredo) Robles (Domínguez), con Mercedes González, Enrique Pesquera y muchas familias de Silao, lo que demuestra que la revolución en el Bajío tenía una estrategia”.

El profeta en su tierra

Domingo por la mañana. Hora de misa y encierro espiritual plena tercera ola de la pandemia. Pocos cubrebocas en la calle, pero mucha fe en la parroquia de la localidad, situada entre la ciudad de Silao de la Victoria y la de Romita de Arteaga, dos loas al liberalismo mexicano del siglo XIX.

Ahí está el busto de cantera que rememora a Cándido Navarro, donado por José Luis Araujo y homenajeado cada 2 de febrero, el aniversario de su natalicio.

Un sondeo simple muestra que, si bien los niños de La Aldea saben que se trata de Cándido Navarro, sólo saben que fue un profesor; poco o nada del revolucionario.

Arturo Meza, comerciante que tiene su caro de comida afuera del atrio de la Parroquia, hombre de mediana edad, tiene más idea. Expresa lo que sabe: fue un revolucionario “que murió fusilado en uno de los estados de por aquí cerca” y destaca la importancia que el caudillo tiene para La Aldea.

No pasa así con otro comerciante, vendedor de productos de harina de trigo, quien cree que Cándido Navarro fue el terrateniente que donó terrenos para construir La Aldea: “pos sabe, dicen muchas cosas de él, que le debemos el pueblo; pero yo sólo le debo a mi padre que me enseñó a trabajar”.

Una mujer que sale del templo cree algo similar, que Cándido Navarro es fundador de La Aldea y remite a ver un texto escrito en una pared del atrio. En efecto, alude a la fundación de La Aldea, creada con terrenos que Don Pedro Medina, oriundo de la ciudad de Guanajuato, compró a Francisco Alonso Navarro y en el año de 1680. El mural narra el desarrollo histórico y urbano de lo que en ese tiempo se llmaba “Monte de San Gregorio”, que contó con11 habitantes al ser fundado y menciona a otros personajes de apellido Navarro, especialmente en la etapa colonial, nada que ver con el profesor, quien nació en 1872.

Son los mayores quienes muestran más conocimiento sobre el caudillo. Uno de ellos es Mario Cedillo, quien en voz alta y con orgullo afirma: “fue un profesor y un guerrillero”. Y el hombre sabe que luchó por la causa popular. Y no sólo eso, conoció a Antonia Navarro, hermana de Cándido, quien “era guerrillera también”. Y sabe del lugar donde se ubicó la casa donde nació el caudillo.

Miguel Alemán número 19, una calle adyacente, que topa con la parroquia. Donde estuvo la casa que vio nacer a Cándido Navarro, está ahora una tienda de abarrotes y al lado un solar que era corral de finca.

Ahí atiende don Onésimo Jasso Trujillo, hijo de Higinio Jasso Navarro, quien supone es descendiente de doña Antonia Navarro. Yo no conocí al profesor, aclara el hombre de 64 años, a lo mejor mi papá sí.

Don Onésimo no sabe en qué línea es descendiente del caudillo, pero vive en el terreno donde estuvo una casa que estaba en pésimas condiciones. A mi padre, recuerda, le vendieron la casa y el terreno, que “era muy grande”. La dejó en ruinas don Arturo Cuéllar, explicó, quien se fue para la frontera.

Agregó que durante el gobierno de Teodoro Mosqueda (1989-1991) donaron una parte para la construcción de una escuela, “como lo quiso en vida Cándido Navarro”.

No hay placa que distinga o certifique que ahí nació Cándido Navarro, sólo lo sostienen el saber popular y un hombre con cachucha y una camiseta de la selección mexicana de fútbol, que ama sus orígenes y a su Aldea.

Don Onésimo sabe que Cándido Navarro fue profesor y que “luchó por diversas causas sociales”. Considera que las nuevas generaciones no tienen idea de lo que fue el caudillo; “yo tengo idea porque se ha transmitido de generación en generación”.

Al preguntarle su percepción, afirmó: “sentimos el orgullo por esos personajes, porque él también en su lucha se encaminó por un plan (se refería al Plan de Ayala) y luchó por las causas sociales de aquel entonces”.

Respecto a que historiadores o personas interesadas en la historia, que consignan testimonios de personas mayores que de alguna manera vivieron la Revolución y daban a Navarro categoría de “bandido” por el ataque a Mineral de la Luz y el robo a la tesorería de León (1911), Ernesto Camarillo respondió que se trata de visiones de gente “que habría leído los periódicos de esa época; eso no se decía en los corrillos populares”.

Paola Trujillo refrenda el orgullo que siente la gente de La Aldea y Silao por su caudillo. Dice que, en 2010, con los festejos de la revolución se enaltece la figura de Cándido Navarro y sus familiares mostraron fotos del caudillo con sus cananas.

Ese fervor popular fue la fuerza de los líderes revolucionarios, dice la historiadora, y remata: “hay mucho qué hacer en la academia y con los testimonios populares”.