AGENCIAS.- El Instituto Nacional Electoral (INE) buscará un formato más flexible para realizar los debates presidenciales en el proceso electoral de 2018, para lo cual solicitó opiniones y recomendaciones de expertos tanto nacionales como internacionales.
“Lo que queremos es organizar un verdadero evento de contraste político que sirva para que la audiencia pueda conocer de mejor manera las ideas, las propuestas, pero también la personalidad, el pensamiento y las actitudes de quienes aspiran a la presidencia de México”, Lorenzo Córdova, consejero presidente del INE, en el marco del foro internacional Debates Electorales: El reto hacia 2018.
“Y para lograrlo es indispensable lograr, no sólo un formato atractivo, sino también más flexible, uno que pueda competir no sólo con la programación personalizada que cada vez más familias pueden hacer en los múltiples esquemas de televisión, sino que genere precisamente la información de la que depende al final del día la idea del voto libre, que es un voto informado”, añadió.
En este sentido, Córdova aseguró que flexibilizar el formato del debate podría ayudar a enfrentar un “creciente desapego por las prácticas democráticas”.
“La globalización no solo diluyó la importancia de las ideologías en el debate político, sino que expandió prácticas de desapego y aislamiento entre las nuevas generaciones”, añadió Córdova.
En este sentido, especialistas estadounidenses consideraron que el debate político se ha convertido en un instrumento indispensable para que los ciudadanos puedan conocer la propuesta política de sus candidatos.
Y como ejemplo citaron algunas experiencias internacionales. En Argentina, los ratings de los debates presidenciales de 2015 ganaron dos veces los del Mundial. En Jamaica, una encuesta encontró que 70% de los televidentes dijeron que el debate ayudó a aclarar las políticas de los candidatos. En Indonesia, por ejemplo, la autoridad electoral del país propuso una prohibición sobre mítines de campaña, argumentando que fueron muy agresivos y contribuyeron a la violencia. En lugar de mítines propuso los debates porque ayudaron a informar a los votantes pacíficamente.
“Para los candidatos un debate es una especie de entrevista de trabajo, quizás la más importante de su vida. Es el único momento en el cual se encuentran todos los candidatos juntos, en el mismo lugar, al mismo tiempo, durante una campaña; le da al electorado una oportunidad única de comparar a los aspirantes y los ciudadanos valoran y quieren aprovechar esta oportunidad”, indicó Matt Dippell, subdirector para América Latina y el Caribe, y asesor para Programas de Debates Globales del Instituto Nacional Demócrata de Estados Unidos.
El experto añadió que existen otras iniciativas interesantes en países como Colombia y Serbia, donde se organizan debates cada 100 días o un año después de las elecciones para comprobar si los candidatos están cumpliendo con su plataforma política.
En opinión de Janet Brown, directora ejecutiva de la Comisión de Debates Presidenciales de Estados Unidos, quien ha organizado los debates presidenciales en el vecino país del norte desde hace 30 años, este tipo de ejercicios son cada vez más determinantes para definir una elección. Un argumento que más tarde sería refutado.
De acuerdo con las recomendaciones de la experta, las reglas del debate deben definirse con un año de anticipación. Propone sumar a las universidades en la organización de dichos encuentros y elegir moderadores que preferentemente sean periodistas experimentados, capaces de explicar temas complicados de manera sencilla y que pueda contener a algunos candidatos cuando la situación así lo requiera.
Para el contexto mexicano, Brown consideró que realizar tres debates en un periodo de 3 meses sería lo ideal, con un tiempo variable de entre 90 o 120 minutos por cada debate. Sin embargo, reconoció que tener muchos candidatos de manera simultánea, puede resultar contraproducente.
“Entre más personas que ustedes pongan en el estrado menos tiempo y enfoque les darán a los candidatos. Si tienen más participantes en el foro, entonces más tiempo se le dedicará al aire”, señaló Brown.
“Ahí ya no es un debate, más bien es una explosión de respuestas en serie, a preguntas que apenas si le van a rascar a la superficie del tema”, añadió.
El politólogo Genaro Lozano cuestionó el argumento de Brown acerca de que los debates son el factor crucial para definir una elección, sobre todo, “después de que el año pasado en la elección presidencial de Estados Unidos la candidata demócrata ganó los tres debates de acuerdo con las encuestas de salida y los sondeos, y acabó ganando el rufián de Donald Trump”.
El conductor de televisión y profesor de la Universidad Iberoamericana enfatizó la urgencia de dar voz a la ciudadanía en los espacios de debates y relató su experiencia como moderador del debate organizado por el movimiento #YoSoy132 durante la elección presidencial de 2012.
“Para ciudadanizar los debates, es preciso incorporar la voz de la ciudadanía. Permitir preguntas a los candidatos, así como brindar o garantizar su derecho de réplica”, señaló Lozano.
Los académicos coincidieron en que el exceso de reglamentación ha vuelto más rígidos los debates entre los presidenciables mexicanos en las últimas décadas.
“Mi inclinación sobre esto es: siento que no debe haber demasiada regulación, simplemente procurar que haya debates, procurar que haya la mayor cantidad de debates”, mencionó Javier Aparicio, profesor e investigador de la división de Estudios Políticos del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Por su parte, el académico y comunicador Leonardo Curzio arremetió contra el “reglamentarismo paralizador” que ha predominado en los debates presidenciales de los últimos procesos electorales. También indicó que para los candidatos es más cómodo arreglar entrevistas con algunos medios de comunicación que verse expuestos a cuestionamientos.
“Luego tenemos, esto es un tema delicado, pero hay que exteriorizarlo, una larga tradición de control de la información y sus efectos. Hay dos vicios en la comunicación política, uno es el tema de las relaciones públicas y otros son los presupuestos. Y para los políticos en general, y más en esta época que tienen dinero, o sea, de 1997 para acá, es mucho más fácil arreglar entrevistas y tener espacios controlados que era un espacio donde tú te expones a que te ocurra cualquier cosa”, señaló Curzio.
Para el también investigador del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, otro de los problemas relacionados con los debates tiene que ver con la debilidad ideológica de los partidos políticos mexicanos, situación que impacta en la calidad del debate.
“La incapacidad teórica de los cuadros políticos de salir a defender determinadas ideas, los hace rehuir los debates. En los partidos ideológicos estaba más o menos claro que Washington era lo peor del mundo y Moscú era lo mejor. O al revés, según se ubicara en un lado u otro, y había una capacidad de argumentar desde lo de Vietnam, hasta lo malo que era el imperialismo. La ideología te daba una formación política de la que hoy carecemos, échenle un vistazo hoy a la revista de los partidos políticos y verán que no hay debate teórico”, arremetió Curzio.
“Desde que se acabó el zapatismo, la izquierda no debate en este país, debate latiguillos y cuestiones de tipo general, pero es muy raro. La derecha, y por supuesto el PRI, no tiene esta tradición de debate, pero la izquierda lo tenía, debate teórico serio y lo hemos perdido brutalmente. Por tanto, ahí tenemos esta debilidad técnica, teórica de los cuadros políticos, un asunto fundamental”, apuntó.