“Si no hay amor, falta también la razón.” Fiódor Dostoyevski
“Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender.” Antonio Machado
“Fue dentro de una flor que descubrí el anhelo.” Schüller
“A veces callamos no por sabiduría, sino por miedo a que nuestra verdad destruya ilusiones ajenas.” Friedrich Nietzsche
“No importa lo que sintamos o sepamos, no importan nuestras dotes potenciales o talentos, sólo la acción les da vida. No puedes atravesar el mar simplemente mirando al agua.” Rabindranath Tagore
“Quítale a un hombre vulgar la mentira de la que vive y le quitarás la poca felicidad que lo sostiene.” Henrik Ibsen
“He buscado mi salvación en la utopía y sólo he encontrado algo de consuelo en el Apocalipsis.” Emil Cioran
“Busco a ciertas horas aquellos sitios en los que un día fui feliz.” Fiódor Dostoyevski
“El ayer es historia, el mañana es un misterio, pero el hoy es un regalo, por eso se llama presente” Maestro Oogway /Kun-Fu Panda
“¡No puedes desatar un nudo sin saber cómo se hizo!” Aristóteles
“Pueden en mí, más que todos los infinitos, mis tres o cuatro costumbres inocentes.” Antonio Porchia
“La memoria no siempre es un archivo fiel; a veces es un narrador que inventa para protegerte. Cambia rostros, suaviza heridas, borra detalles que podrían doler más de la cuenta. Pero también guarda cosas pequeñas que uno no entiende por qué no olvida: una mirada, un olor, una frase que no parecía importante. Recordar no es volver, es reinterpretar. Cada vez que miras atrás, reescribes tu historia un poco —y quizá eso también sea una forma de seguir viviendo.”
El escritor Osvaldo Soriano afirmaba: “La memoria, al elegir lo que conserva y lo que desecha, no sabe de casualidades”. Esto sugiere que no somos meros productos de nuestras experiencias, sino de cómo las hemos codificado. Esa codificación se ve influida por nuestras creencias actuales y puede redefinir quiénes somos en el presente.
Sándor Márai, en alusión a la consciencia de la memoria, dice: “Hay instantes en la vida en que lo ves todo con absoluta lucidez: vuelves a descubrir posibilidades escondidas y comprendes por qué has sido tan cobarde o tan débil. Esos momentos constituyen puntos de inflexión. Llegan sin avisar, como la muerte o la conversión”.
Sabemos que las emociones fijan los recuerdos, y la memoria, al mismo tiempo, está condicionada por nuestras experiencias previas y posteriores, así como por nuestro sistema de creencias. La consciencia de sí va tejiendo una narrativa que acomoda los recuerdos de forma selectiva. Los mecanismos que aparecen tienen que ver con la estructura de los mecanismos de defensa psicológicos del inconsciente. Así, la historia personal está ahí, pese a las formas de “control” que intentan mantener la estabilidad emocional frente al conflicto y al estrés. El inconsciente recurre a la represión, la negación, el desplazamiento, la formación reactiva, la sublimación, la proyección, la regresión, el aislamiento, la racionalización y la introyección, según la propuesta de Freud.
Lo cierto es que vivimos en el presente, con la posibilidad de integrar, interpretar y crear una nueva narrativa de lo que hemos sido y vamos siendo. Podemos tomar conciencia de los eventos vividos, donde los síntomas psíquicos y conductuales están anclados a sucesos, vínculos y maneras de actuar ante circunstancias específicas. Aceptar que no podemos cambiar el pasado, pero sí la forma en que lo interpretamos, es clave, porque la memoria es también un proceso reconstructivo y dinámico que selecciona, añade, borra y reorganiza información para adaptarse al tiempo presente.
Piedad Bonnett escribe: “No hay cicatriz, por brutal que parezca, que no encierre belleza. Una historia puntual se cuenta en ella, algún dolor. Pero también su fin. Las cicatrices, pues, son las costuras de la memoria, un remate imperfecto que nos sana dañándonos. La forma que el tiempo encuentra de que nunca olvidemos las heridas”. Las cicatrices son a veces reales, con huellas en el cuerpo, pero también son reales en la representación psíquica, con huellas en el espíritu. Ambas son memorables e indelebles.
Desde la posibilidad y el compromiso de ubicar en el tiempo y en la historia personal lo que nos ha moldeado de una u otra forma —sin un determinismo causa-efecto—, podemos traer a la conciencia, por vía del lenguaje, y hacer que la memoria hable. Así, llegará un momento distinto al que usamos como referencia. Y en ese tiempo, en algún lugar, sabremos el porqué de cada adiós, cada lágrima y cada nuevo comienzo. Hallar en la memoria la verdad de cada uno es el desafío personal más difícil de concretar, porque, como escribió Joan Manuel Serrat, de lo que se trata es: “Cuéntale a tu corazón que existe siempre una razón escondida en cada gesto. Del derecho y del revés, uno siempre es lo que es y anda siempre con lo puesto. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene remedio”.
Por difícil que sea, ir viendo cómo nos movemos desde la nostalgia, aun en la soledad, hace que también reconozcamos lo real de la vida y sus procesos. Ernest Hemingway lo plasmó así: “Ya se sabía que el otoño tenía que ser triste. Cada año se le iba a uno parte de sí mismo con las hojas que caían de los árboles, a medida que las ramas se quedaban desnudas frente al viento y a la luz fría del invierno. Pero siempre pensaba uno que la primavera volvería, igual que sabía uno que fluiría otra vez el río, aunque se helara”.
En un juego de palabras, entre cajas y encajar, están las trampas de la memoria. Una de ellas, que tiene que ver con la identidad y el conocimiento propio, es la demanda por ser aceptado, por ser “bueno” en demasía, para lograr falsamente que nos acepten y nos quieran. Lydia Vasconcelos nos pone la tarea de ser lo que queramos ser, más allá de intentar ser lo que no somos: “Una de las agresiones más grandes que uno puede cometer contra uno mismo es intentar moldear, encajar o romper para encajar en un espacio o en la vida de alguien. Si una persona tiene que amarte, te amará redondo, cuadrado, a rayas, con lunares, en dos tonos, monocromo, etc. Respetar la diversidad y las diferencias es el mejor ajuste, en cualquier circunstancia. No pierdas piezas para encajar en un mundo donde nadie, absolutamente nadie, está entero”.
Los seres humanos estamos siempre en falta; nos movemos desde la carencia. Aceptar que algo nos falta es entender que la imperfección nos hace verdaderamente humanos. La perfección esconde verdaderos monstruos; la pureza y lo impecable son parte de esos mecanismos de defensa que usamos para negar lo que somos, con toda la crudeza y con todos los demonios que nos habitan.
Son tiempos de contracultura, de rebeldía, de coraje, de sensibilidad y empatía, de compasión y compromiso. Tal vez sea momento de empezar a salirnos de la caja, de no encajar. Rafael Lechowski, poeta español de origen polaco, escribió esto y lo pongo en el juego de las palabras, pero sobre todo en lo que implica pensarnos desde la “lógica normalizada” de estar en “cajas”, “dentro de cajas” y de “querer encajar en todo”.
Salirnos de las cajas es la invitación radical para intentar ser uno mismo, incluso morir en el intento de vivir con la honestidad de querer sabernos libres y, a la vez, solidarios, pese a nuestra trayectoria. La memoria nos permite pensarnos diferentes, únicos, y hacer con lo que somos eso que tanto deseamos, eso que se sueña y por lo que se lucha y se vive. Y eso solo puede suceder fuera de la “caja”: salir del pensamiento dogmático, fanático, irracional, ortodoxo que nos encierra en una caja —aun de cristal, pero caja al fin— hecha de ideologías, mitos, costumbres y creencias que no permiten que podamos pensar de forma crítica, autónoma y libre.
La memoria, que también puede ser crítica e histórica, se convierte en la posibilidad, junto con la libertad, de crear y construir salidas personales y colectivas de esas cajas que nos encasillan, que nos encierran y que nos ponen en cajitas individuales, envueltas para regalo, para el mercado y para la sociedad actual que nos ha tocado vivir.
Lo diría una indígena y tendría razón.
“Ustedes tienen la vida organizada en cajas.
Nacen y les depositan en una cajita,
Su casa es una caja y las habitaciones
Son cajas más pequeñas.
Suben a la casa en una caja,
Bajan a la calle en una caja,
Viajan en una caja.
Duermen y hacen el amor en una caja.
A través de una caja ven el mundo.
Cambian de casa: lo meten todo en cajas.
Los Bancos y las Cajas hacen caja.
Y cuando mueren
Les introducen también en una caja”.
Todo está hecho para que encajemos.
Nos encajan la vida.
Algunos no encajamos, y nos desencajamos.







