Biografía del barrio donde nací

Juancarlos Porras y Manrique, columnista Platino News

En la primigenia Estancia de Señora concedida a Juan de Jasso, residente en los llanos de los Chichimecas, se fundó la Villa de León (1576) y se dio paso a la puebla para dar patria a los hijos de los recién llegados, cuentan las crónicas.

Después vino su crecimiento paulatino y con ello el surgimiento de los pueblos de indios de San Miguel y el Cuisillo (1580 ca.) para dar paso al barrio aparte, o sea, al Barrio de la Canal mejor conocido como el Barrio de Arriba (1597) adonde tenían que ir los mulatos libres y sus familias, según una disposición virreinal.

Si bien para el siglo XVII en la Alcaldía Mayor de León respetaban el uso y disfrute de las tierras, no es sino hasta 1620 cuando la autoridad concedió un vasto solar fuera de la traza original (recuérdese las 24 cuadras y una plaza mayor) a la Orden de los Hospitalarios o Monjes juaninos para instalar un Hospital del Espíritu Santo ―que desciende del Antiguo Hospital de la Villa denominado “San Cosme y San Damián” fundado por el Bachiller Alonso Espino―.

Dicho lugar es el Barrio de San Juan de Dios o Barrio de Abajo (1620) contrapuesto al barrio de Mulatos, el de Arriba.

Allí vendrá luego la construcción del templo ―con atrio y panteón― donde se venera a San Rafael; los laureles de la India, y su posterior ampliación hacia la Hacienda de San Nicolás que, en el siglo XIX fue conocido como el barrio de los reboceros, y en el XX como el barrio de los galleros.

No hay que olvidar tampoco que dicho barrio se convirtió en el epicentro de las vecindades que sumó al sistema de mesones venido del Barrio de San Miguel por la instalación de la Estación del Ferrocarril.

Pero volvamos a los años 70’s. del siglo XVII donde la República de Naturales del Coecillo era precisa y firme, administrativamente hablando, pues litigaban, a través de un procurador, sus intereses, refiere Mariano González-Leal.

Ahora bien, entre 1730 y 1740 se construyó el Templo del Señor de la Paz a instancias de Marcelino Bravo vecino del rumbo. Del sitio tenemos una vieja tradición que afirma que allí se concertó la paz entre los jefes de los pueblos indios de San Miguel y el Coecillo. Esto dio pie para que de manera posterior (1795) se extendiera el territorio y surgiera el Barrio de La Paz vecino del barrio donde nací.

Por lo anterior, debemos entender que el concepto de barrio implica una síntesis potencial en una urbe donde el plano intuitivo de sus habitantes configura formas de vida y de expresión, que, luego, perfilan la identidad y la pertenencia que suman a la ciudad.

Entonces hacer barrio significa manifestar nuestra vida cultural desde provincia.

Hacer barrio, hoy por hoy, también significa saber de los matices y las bellísimas expresiones de una cultura específica que apremia a no desaparecer y ser reconocida en el cosmos de una urbe como León de los Aldama.

Hacer barrio no es hacer camisetas o afiches, tazas o agendas, sino confrontarse desde la existencia del signo celeste, quiero decir, desde la seña de identidad que faculta la heurística (invención) que nos lleva a saber interpretar.

Hacer barrio es saber investigar.