Aquellos eran otros tiempos: nostalgia de la poesía leonesa

Juancarlos Porras y Manrique, promotor cultural, escritor, poeta, cronista de la ciudad y columnista Platino.

Este texto forma parte del ciclo de conferencias “Verbena y nostalgia de la poesía en León”, 23, 24 y 25 de febrero, 12 hs., Museo de las Identidades Leonesas, MIL, Justo Sierra No. 202, Centro Histórico de la Ciudad. Aforo libre.

Decíamos ayer que la manera de cantar, de hacer poesía, por estos lares del Bajío tiene un dejo de profunda raíz de liberalismo que nos conducirá a la democracia que tanto buscamos en pro de nuestros derechos: valgan los poéticos en franca referencia a los derechos culturales donde, por el tiempo-espacio ronda la idea del deseo, primero y, después la necesidad en la Villa nuestra por la historia creativa que se tiene. Así pues, la corporación sentimental del nacimiento a ser una Nación independiente pero unida por la lengua castellana, de manera natural, conlleva a la trascendencia.

Los signos del cuerpo poético están dados: pasión y libertad, pero también una identificación con lo real y cotidiano. Las piezas son objetos legibles para el pueblo. Atrás quedaron los deseos míticos de la historia de España en la defensa de Tarifa por Guzmán el Bueno donde “el joven Luis, a la sazón de 14 años, muy enojado, diciendo que, si su papá consentía en el indulto, él seguiría con las armas en la mano”. (Agustín Rivera, Viaje a las ruinas del Fuerte del Sombrero, 1875, pp. 24-25).

Entonces “los soldados, que lo victoriaban con palabras semejantes a estas de Estacio: «¡Viva largos años el generoso niño, y por un camino lleno de asperezas, cerca para la utilidad de las costumbres patrias, y rivalice con su padre en los hechos!». Sin duda el niño, a través de sus mayores presume de chirigota ante todos delante de su padre, caudillo y cabeza de la rebelión Alonso Pérez de Guzmán.

No sucede así con la libertad de la niña Guadalupe hija de Pedro Moreno «el Toro» quien prisionera por los realistas le piden “el canje de (…) tres prisioneros”. Moreno les contesta de manera negativa, “diciéndoles que su hija de nada servía a la patria, y había fusilado inmediatamente a los tres prisioneros: hecho que, aunque injusto, prueba la preferencia que el héroe daba en su corazón a la patria sobre sus hijos.

Moreno sacrificó en aras de la patria su hacienda, sus comodidades, la libertad y seguridad de su hija Guadalupe, a su hijo mayor, a su esposa y a sus demás hijos, entregándolos a la muerte en la horrorosa noche del rompimiento del sitio, y, en fin, sacrificó su propia vida. ¡Es patriotismo en grado heroico, o no? Es sensible tener que hacer esta pregunta a mexicanos; pero han sido tantas nuestras revueltas y los males producidos por ellas, que muchos ánimos están agriados hasta el extremo de confundir a los héroes de nuestra Independencia con los demagogos”.

De allí la importancia poética de lo que podemos denominar Misa en el Sombrero donde “las flores de América mostraban todas sus galas por todas partes”. Y sí, en efecto, aquellos eran otros tiempos donde, el rompimiento del Fuerte nos conduce al Panegírico (Theodosii) de Cicerón: “No hay fuerza física tan grande, que no pueda ser debilitada con el hierro y con otras fuerzas físicas; pero vencer el ánimo, enfrentar la ira, es propi del varón fortísimo… Al que haga estas cosas, no sólo lo comparo yo con los más grandes hombres, sino que lo juzgo muy semejante a Dios”.

Es decir, el poeta concibe su creación a partir de la identificación de ver, proyectar, su imagen con su semejanza libertaria. Don Agustín Rivera lo refiere con la exclamación de González Cos:

Como el águila audaz que entre las peñas

Forma su nido en escarpada altura,

Y descendiéndolo rauda a la llanura,

Ase su presa en medio de las breñas;

               

Así tú que acampararte no desdeñas.

De la alta sierra en hórrida espesura,

Si el español la ataca, con bravura

Sobre él como avalancha te despeñas.

               

En negra noche déspota sangriento

Entre sus redes consiguió prenderte,

Y combates tu solo contra ciento.

               

Muerto, más no cobarde logró verte,

Y la patria admiró con sentimiento

Tu heroica vida, tu gloriosa muerte.

La muerte que, no pide llantos, ni cipreses funerarios, sino cien cañonazos, el sonido de la patria, y una columna de mármol mexicano, coronada con la estatua del héroe, y con esta inscripción: Quorum pars magna fui.  «Yo era una gran parte de eso».