Apresúrate… despacio

arturo mora
Dr. Arturo Mora Alva

“Sigo creyendo que hay un derecho al delirio, a clavar los ojos más allá de la infamia, a adivinar otro mundo posible, el derecho por el que vale la pena luchar, el derecho a imaginar el futuro en lugar de aceptarlo, el derecho a hacer historia en lugar de padecerla, ese es un derecho humano por más que sea difícil conquistarlo.”Eduardo Galeano

“La esperanza es el sueño de los despiertos.”Aristóteles

Voy leyendo con detenimiento y gozo el nuevo libro de Irene Vallejo: “El futuro recordado”, que es un conjunto de ensayos breves que muestran su talento, pero sobre todo traen a la memoria colectiva el hecho de que mucho de nuestras ideas, creencias y gestos  han llegado desde la cultura a nuestros días y son un legado que en la pluma de Irene cobran dimensiones de exquisitas de una narradora que busca enamorarnos de los libros, de la historia y sus registros para que podamos habitar el mundo que nos ha tocado vivir reconciliados con un pasado que está ahí y que no le damos la importancia que tiene, y que en mucho podríamos tener una mejor civilización y poder ser mejores seres humanos.

Uno de los ensayos lleva el título “La maquina lenta”. Su lectura me llevo a recordar a un jesuita muy querido para mí, Carlos Velasco Arzac (1939-2009) arquitecto y educador, quien me regaló varias lecciones de vida. Una de ellas fue “pensar para tomar decisiones”, parece obvio y sonaría a un mantra, propio de algún coach de vida o de negocios que están de moda. Sin embargo, no es así.  Resulta que cada vez que iba a consultarlo para iniciar algún proyecto o para pedir su autorización para alguna decisión, en su calidad de rector de la Universidad Iberoamericana León, me decía: “si quieres una respuesta en este momento, la respuesta es no”, pese a mis argumentos y mi insistencia, incluida mi prisa. Varias veces me pasó con él esa misma experiencia y teniendo la misma respuesta.

Vallejo, escribe; “Estamos enamorados de la velocidad. En la era digital de los nanosegundos, nos deslumbran las conexiones instantáneas, los procesadores vertiginosos, el milagro de oprimir una tecla y comunicarnos de inmediato, a través de inmensas distancias. Pero toda esa tecnología rápida y fabulosa es hija de una máquina que trabaja despacio: el cerebro”. Pensar requiere tiempo.

Irene narra: “Cuentan que uno de los personajes más astutos y atareados de la antigua Roma, el emperador Augusto, solía repetir la frase Festina lente, que significa “apresúrate despacio”. Quería decir que conviene caminar despacio si queremos llegar lo antes posible a un trabajo bien hecho”. Que a la mexicana sería “Despacio que voy de prisa”, que se dice de vez en vez, pero que se olvida pronto y se aplica muy poco en la vida cotidiana.

En un mundo donde la prisa es la constante, y en dónde todo quiere ser resuelto de manera inmediata, en donde todo es correr contra reloj, en dónde respirar bien es un privilegio y en donde el tiempo es oro, bajo la lógica del capitalismo y no del disfrute del tiempo como derecho humano, el tener respuestas a todo en la inmediatez y en la fantasía que todo se resuelve en segundos a lo más en minutos, algunas horas y hasta en unos días, cualquier otra escala de tiempo es inadmisible para tener la solución, resuelto un problema, o estar aliviado de algo que nos aqueja.

En una sociedad que niega el dolor y que naturaliza la tragedia, que se satura de información al instante, encuentra en la lógica del mercado y de la seducción publicitaria un vínculo -comercial- con una nueva demanda, todo tiene que ser rápido, sin esfuerzo, sin dolor, aunque se pague. Cuerpos estilizados con cremas y pastillas. Cursos de aprendizaje de casi todo, en semanas, sólo jugando, sin mayor inversión que pagar y estar frente a una pantalla de 10 a 15 minutos al día.

Para qué leer si hay audio libros y para qué ir al médico, al nutriologo o a psicoterapia, si hay respuestas inmediatas en TikTok, en podcasts y en buen número de consejos y remedios que difunden influencers y charlatanería en diversos canales de streaming y lo hacen sin ningún empacho, sin ninguna ética, más que la de la ganancia, y en donde se ofrece paliar el dolor, el malestar y la enfermedad, física o mental, lo más rápido que se pueda, y mientras deje utilidad económica a alguien.

Parece que dedicar tiempo a nuestra vida es algo que tenemos que recuperar. Ahora que se ponen de moda los propósitos a partir del año que recién inicia, y que es curioso que usemos el nuevo año para fincar cosas que implican usar el tiempo de otra manera, que implicaría usar la idea de Augusto “apresúrate despacio”.

Se trata de iniciar cambios en los hábitos de vida, a veces de creencias, es acudir con especialistas de la salud, por ejemplo, asistir a consulta, atender las indicaciones de las y los médicos, de los y las nutriólogas, de las y los profesionales de la salud mental. Se trata por tanto de hacer rutinas y hábitos de higiene, de condicionamientos físico, de asistir a cursos y talleres de arte, música, pintura, de lectura, talleres de escritura, escultura, cerámica, baile, etc. Se trata de crear espacios para visitar a familiares, a amigos y amigas, a participar en actividades sociales de apoyo a la comunidad, el ir a las juntas de vecinos, o involucrarse en la crianza y en la educación de los hijos y las hijas, entre muchas otras actividades y compromisos, cada una de ellas requieren tiempo, disciplina, constancia, y se requiere dar otro uso y otra dimensión al tiempo, incluido el pensar bien, sin prisa, valorando situaciones y condiciones y por lo tanto dedicar tiempo para tomar las mejores decisiones y con ello las responsabilidades y consecuencias que con llevan.

Irene Vallejo concluye en este breve ensayo: “Los neurólogos contemporáneos dan la razón a Augusto: nuestros mecanismos mentales de respuesta rápida son ancestrales, impulsivos y poco elaborados; mientras que la capacidad de razonar ha madurado en una larga evolución. Apreciemos los ritmos sosegados, pues la velocidad es instintiva, pero hemos necesitado milenios y milenios de selección de la especie para llegar a ser lentos.”

El capitalismo y el mercado usan la prisa para vender, para seducir, para controlar, para dominar y para hacernos creer que lo rápido es igual a bueno, que lo instantáneo es sinónimo de calidad, que esperar no es bueno, que se hace creer que la recompensa al deseo debe ser inmediata, que el esfuerzo, la disciplina y los buenos hábitos como rutina son una pérdida de dinero y de tiempo.

Si tenemos que tomar una decisión por la urgencia, habrá que respirar profundo y decirnos a nosotros y nosotras, si tengo que decidir rápido, la respuesta es no, como lo enseñó Carlos Velasco. Es mejor pensar antes de decidir, y si podemos pensar críticamente sería lo mejor. En este inicio de año 2023, vale el esfuerzo, el ir “Despacio que voy de prisa”, si es que queremos que sucedan cosas, momentos y logros lindos, buenos y sobre todo satisfactorios, -para uno mismo, para una misma, – y para los demás que nos rodean. La inteligencia es algo que solo se desarrolla usando el tiempo para ello y solo sirve si es usada para y con los demás.

Feliz Año Nuevo 2023, sin prisa, y si con mucha salud y esperanza en poder construir un mundo mejor; y siempre en movimiento, pensando y actuando en consecuencia.