“SABER PARA SERVIR, SERVIR PARA PROGRESAR”
Apenas iniciaba la semana y recibí una llamada, de quien quiero como mi hermano, el Arq. y M.D.O. Mauricio Calderón Gama, con el cual me unen muchas vivencias y afectos, entre ellos, el gran cariño, respeto y admiración que le tuvimos al gran ser humano que nos dejó como herencia esta hermandad, del enorme Dr. Héctor Raúl Calderón Gama (QEPD), dicha llamada no la pude tomar, antes de poderle regresar la llamada, recibí un mensaje escueto, que me decía: Acaba de morir don Arturo Calderón, hermano de ese tándem de seres humanos que han marcado mi vida.
El C.P. don Fernando Arturo Calderón Gama, también influyó de manera positiva, aunque el trato con el, por su trabajo, su seriedad, y la gran admiración que le tengo fueron factores que me impidieron mantener un trato constante en el día a día, pero no por eso dejó de marcar mi mi vida con huellas profundas, por esa razón tomo el título de esta columna, que fue el encabezado de el martes de un periódico local de León, tituló que define perfectamente la labor de don Arturo.
Don Arturo, tenía un gesto adusto y detrás de él un corazón enorme, grande amoroso y sabio.
En las pláticas que llegue a tener con el, en los pequeños recesos que teníamos entre clase y clase en su universidad, la Universidad de León, misma de la cual fui catedrático y orgullosamente egresado de la maestría en Desarrollo Organizacional, o bien si llegaba antes de clases y tenía la suerte de saludarlo, y es allí donde me dio, lo que yo bauticé como “perlas de oro para el cerebro y el pensamiento humano”, tales como verlo recoger pequeñas basuras que había en las escaleras, también lo vi entrar a los baños a ver qué estuvieran no limpios impecables eso lo supervisaba el personalmente varias veces al día, y ese día en el pasillo me dijo: Mira Sergio, si quieres conocer la pulcritud con que realizan su labor en una empresa, entra a sus baños, y desde ese enfoque podrás evaluarla, sin temor a equivocarte; lo he hecho y desde esa perspectiva, jamás me he equivocado, don Arturo tenía razón, sobre todo cuando lo observo en los restaurantes.
Una vez, me atreví a preguntarle, no por soberbia, ni por criticar el estilo, sino por el empeño de recibir esas perla de oro, don Arturo: ¿Por qué las instalaciones de la universidad son tan sencillas, me refería yo a las puertas de pino, botes de basura que eran contenedores de pegamento, perfectamente limpios y elegantemente pintados de verde, el color institucional de la UDL, coronados con una calcomanía con esas iniciales y logotipo que conocemos de sobra del libro abierto, a lo que don Arturo me comentó: en una institución educativa lo único que debe prevalecer, por sobre todas las cosas materiales e intangibles es la relación maestro- alumno, el proceso enseñanza- aprendizaje, pues la finalidad única es que el alumno aprenda, lo demás, es secundario, no dije nada, me quedé callado, guarde sIlencio y me quede pensando: que congruencia de hombre, y por ende que congruencia de institución.
En otra ocasión le comenté preocupado que en uno de mis grupos en donde impartía clases, la mayoría de los alumnos habían reprobado, quizá yo esperaba una respuesta en términos financieros, es decir un regaño por el riesgo de una disminución en la matrícula que pudiera generar menos ingresos mensuales para la universidad, quizá prejuzgando como lo piensan y en eso basan sus evaluaciones algunas instituciones educativas.
Me sorprendí con una pregunta clara y concisa: ¿Estas cierto y seguro que tus evaluaciones fueron justas y los alumnos conocían los criterios bajo los cuales calificaste? Le respondí sin vacilaciones, por su puesto don Arturo, su respuesta fue insigne, brillante, evidente y congruente con su forma de ser: Entonces, ¿Qué te preocupa? Si todos reprueban, ¡Repruébalos!
Así de congruente fue el C.P. don Fernando Arturo Calderón Gama, así me refiero a él con ese gran respeto y admiración que le tengo, ya que aunque muchas veces me pidió que le hablara de tu, nunca lo pude hacer, por admiración, por respeto, por su grandeza, y por ello y porque a sus hermanos que hoy los siento como míos, tanto a Mauricio a quien les mando un abrazo desde aquí y hasta su corazón y a Héctor Raúl, desde aquí y hasta el cielo, envuelto en unas disculpas por que a ambos siempre les he hablado de tu, no por ser malintencionado, sino porque ellos están en mi corazón por el trato constante incesante, persiste y asiduo, que ha generado una inquebrantable y profunda amistad.
Mando un beso al cielo con profunda admiración y respeto al C.P. FERNANDO ARTURO CALDERON GAMA APÓSTOL DE LA EDUCACIÓN murió el hombre, pero queda la leyenda inmortal.