Anecdotario de una señora perredista, sin caballo de Troya, alicaída

Juancarlos Porras y Manrique
Juancarlos Porras y Manrique, analista, promotor cultural y columnista Platino.

Las revelaciones, en la política mexicana, están siempre acompañadas por el dominio intelectual de quien las vierte. Esto significa que, las más de las veces, el periodo de gracia de lo expresado invoca su permanencia por su ajuste y precisión ―por la persuasión y el convencimiento― el tiempo necesario en los medios de comunicación vía sus comentaristas de costumbre: o sea, los alineados al sistema que movilizan su argumento del evangelio de la competitividad: léase, los dominantes que proponen a los dominados.

Bajo este argumento los medios de comunicación tradicionales y digitales proponen, a fuerza de propagandas silenciosas, verdades a medias donde no hay alternativa para la discusión real sino la propuesta burda de una verdad única que lleva al pensamiento único e indiscutible donde se toma posesión como ministro de algo y de alguien. Su misión es la prédica, a manera de consigna política, “por México, los mexicanos, los 120 mil muertos…, el medio ambiente y selvas avasalladas, nuestra democracia en peligro, los que no se atreven a hablar” y hasta por los perrijos que salvan de la miseria humana.

Es el caso del anecdotario en boga El rey del cash (Grijalbo, 2022) de Elena Chávez una señora perredista alicaída (deprimida a más no poder) que desde su cocina particular nos receta una serie de historias paralelas, vistas y oídas, en dieciocho años de convivencia con César Yáñez Centeno cercano colaborador de Andrés Manuel López Obrador en su calidad de luchador social y político y que ella, luego de su intensa terapia con el psicólogo, este le recomendó escribir todo para sacar el mal que le aquejaba.

Ahora curada, por llamarle de alguna manera, suma a los Guacamaya Papers donde muchos no lectores la ven como el gran complemento de lo desvelado por el youtubero Carlos Loret de Mola ―quien llegó muy tarde para comprender el fenómeno de WikiLeaks de Julian Assange― en torno al presidente de la República. Es decir, los traumas vividos por la periodista afianzan su permanencia en el medio político ante el riesgo de que alguien o algo le haga mal. Por lo cual se reserva otros documentos que seguro verán la luz pública pronto.

Su mal afinado trabajo “periodístico” muestra una serie de sucesos que vivió al amparo de las enfrijoladas, las frazadas, la preparación de las maletas, las desconfianzas, las escuchas indiscretas, el saber del fingimiento de las enfermedades, las sacadas de lengua, en fin, de donde toma fuerza para documentar sus dichos como certezas plenas: cosas sin importancia y muchas veces secundarias: una fábula sin moraleja. En eso consiste, por cierto, la anécdota literaria que se confunde con lo inédito que revela al ser y no la miseria humana particular que nos da en primera persona la autora.

Pero el éxito del libelo de marras, llamado best-seller agotado por los no lectores, consiste en que los susodichos confunden la veracidad con la verosimilitud. Asunto eminentemente literario que no tiene nada que ver con el periodismo real, de investigación, donde la pregunta que detona todo es: ¿por qué? La respuesta entonces consiste en la indagación precisa, con pelos y señales, para sacar las verdades incómodas.

Existe por cierto un parangón con respeto a por qué Elena Chávez escribió un texto como el aludido, pero este sí que es literatura auténtica. Se trata de la novela La mujer que escribió la Biblia (Alfaguara) de Moacyr Scliar donde la protagonista acude al psicólogo quien la trata con una serie de terapias de regresión de vida. La chica descubre por su experiencia traumática que vivió en tiempos del Rey Salomón en Jerusalem, quien le pidió escribir la historia de su pueblo. Y esta la escribe, aun cuando está vedado leer y escribir a las mujeres, en la época donde la cultura patriarcal de los pueblos semíticos pesa.

Pero un grupo de poder, hombres al fin, no la ven bien y le corrigen la historia que día con día cuenta a Salomón cuando este decide estar con ella. La chica escribe todo lo que ve y oye en el reino. No deja detalle alguno sin sopesar a través de su visión particular. Nunca da chismes ni hace malas y vagas interpretaciones sino da su punto de vista como mujer del momento. Es su historia particular que comparte. Nada más. No hay trampas en el relato que lega, ya en este siglo nuestro, al terapeuta quien nos lo cede a los lectores que abrimos el libro.

La novela del judío de Porto Alegre es vivificante. No tiene, no apela, a ningún evangelio de la competitividad sino al reconocimiento “de una mujer que escribió para sus contemporáneos como mujer” a decir de Harold Bloom. De allí valga la comparación, a manera de aproximación literaria, pues el texto de Elena Chávez es una muestra fehaciente de un expediente clínico de una impaciente en tratamiento que bien merece pasar, en afanes de la salud de la persona, al psicoanálisis porque su vena de ausencias, atención y delirio de persecución son notables.

Su refugio real es el animalismo puro con visión hacia a considerar a los perros como hijos y salvadores. Ya en su momento el Papa Francisco señaló que los perros y los gatos “ocupan el lugar de los hijos. Sí, hace reír, lo entiendo, pero es la realidad.  Este hecho de renegar de la paternidad y la maternidad nos rebaja, nos quita humanidad”. (CNN Español, 5-Ene.2022). Ya ni decir que, visto desde la política pública, algunas responsables de administraciones municipales intentan imponer la agenda de los perrijos y gatijos como asunto ambiental prioritario con el afán de quitarnos la ciudadanía plena a quien demanda derechos, pero con los deberes hechos.

Entonces, la autora del libelo del cash animada por Anabel Hernández que se presenta como tratadista de las tragedias griegas en el Prólogo, no hace sino reanimar la política ficción de cómo “una crónica nítida y sin concesiones a través de la cual se reconstruye la historia secreta política, personal y financiera de AMLO y su círculo cercano, indispensable para entender el ADN del mandatario, de la llamada 4T y Morena”.

La supuesta oscuridad del personaje citado, su grupo y movimiento político cercano no es más que la liberación de las pulsiones y la búsqueda del goce ilimitado donde, los ídolos a los que rinden culto se muestran más vivos que nunca por medio de un malogrado liberalismo que inocula el veneno mismo del Adversariato entendido este como el grupo de conservadores que combatirán Unid@s todo gobierno democrático y a cambio, preconizarán la «buena gobernanza».

El rey del cash es una verdadera saña del grupo de los vencidos, moralmente derrotados, y políticamente ahogados en su propia melcocha. Anecdotario de una señora perredista, sin caballo de Troya, sin “H” al inicio de su nombre, alicaída.