Amor y Dolor

Doctor Arturo Mora Alva, investigador, escritor, académico y columnista Platino News

“Tengo apenas una vida y en ella sólo tengo una oportunidad de hacer lo que quiero. Tengo suficiente felicidad para hacerla dulce, dificultades para hacerla fuerte, tristeza para hacerla humana y suficiente esperanza para ser feliz”.  Clarice Lispector- 

“Solo en contadísimas ocasiones encontramos a alguien a quien podamos transmitir nuestro estado de ánimo con exactitud, alguien con quien podamos comunicarnos a la perfección. Es casi todo un milagro o una suerte inesperada, hallar a esa persona”.  – Haruki Murakami- 

El amor es lo que único que hace posible la vida y muchas veces la salva de la certeza de la muerte, muerte que es también despedida, renuncia, abandono, ausencia, son los adioses permanentes en los que transitamos en el trayecto de vida. Somos lo que vamos dejando de ser, somos al final de cuentas lo que hicieron de nosotros y somos pese a nuestra historia, sin determinismos fatalistas y asumiendo el duelo y el dolor que nos implica.

“Nunca estamos tan expuestos al dolor, como cuando amamos”, escribió Sigmund Freud y de ahí que amar es ponerse en un estado de vulnerabilidad, en esa fragilidad que nos lleva a poner en las manos de un “otro” nuestro ser, con la apuesta y la ilusión de que seremos protegidos y procurados a quienes confiamos nuestra historia, nuestra alma y metafóricamente el corazón y de alguna manera nuestro deseo de ser amados. “Amar es, en su esencia, el proyecto de hacerse amar” escribió Jean-Paul Sartre.

La diada amor dolor es fundante de la condición humana. Vivir es un proceso que suma la totalidad de la existencia misma, entre certezas, dudas, hechos e incertidumbres. Amar es querer ser amado y es deseo perdido. Sufrir es la forma que asumimos por querer que las cosas de la vida sean diferentes. “El dolor es inevitable y el sufrimiento es opcional” sentenció M. Kathleen Casey.

El mundo esta lleno de dolor, y lo trágico es que la sociedad que hemos ido construyendo esta cargada de penas, un drama permanente en la singularidad de la historia personal. Los efectos estructurales de economía y de la política principalmente son los agoreros del infortunio. Ver la muerte de un hijo o hija por no tener acceso al sistema de salud, a medicinas, a comida sana, marcan desde la desigualdad muchas formas de dolor que se experimenta. Las adicciones a sustancias legales e ilegales en las que están envueltos millones de hombres y mujeres, más allá de los motivos, son formas vicariantes de aliviar y paliar el dolor, la frustración, la incomprensión, la soledad, el trauma, el hambre, el sufrimiento anclado en lo que no se es, en lo que no se nombra, en lo que no se dice.

El vacío y el miedo a él, se instalan en la insatisfacción, en la frustración y en el resentimiento de no llegar a ser lo que la publicidad y propagando de mercado anuncian para ser felices. No tener lo que se anuncia y creer que tener un bolso de marca o unos tenis exclusivos puede quitar el sufrimiento es uno de los logros de la sociedad capitalista, que ha hecho de las emociones y los sentimientos mercancías y hace que el consumismo sea la única medicina para quitar el miedo a la desoquedad, el miedo a los huecos. Porque como escribió Pablo Fernández Christlieb “Los espacios libres son como ausencias dolorosas” porque “no se soporta la presencia de una superficie lisa y llana, sea un terreno, patio, piso, escritorio, estante …porque provoca la inquietud de que “algo falta” y la convicción de que “todavía cabe” …No es que uno tenga cosas y las ponga en un lugar, sino que tiene lugares y les pone alguna cosa” y así, muchas personas buscan ser amadas, desde el vacío, desde la soledad, desde la ausencia y no desde quienes son en realidad, con todo lo complejo implica ser un sujeto.

El problema es que la sociedad capitalista de mercado nos hace creer que amar a las cosas, a los objetos es lo verdaderamente importante y dolor se instala por el hecho de no tenerlas y porque paradójicamente al obtenerlas no se logra sentir la felicidad que se anunciaba y pese a la saturación de llenar paredes, closets, alacenas, gavetas, cajas, cajones, alhajeros, mesitas, vitrinas de cientos de cosas, aun cada vez más diminutas, incluidas vitaminas, suplementos alimenticios y aún medicinas, y se hace para ver si llena el hueco del ánimo, el vacío que se siente por el rumbo del corazón, un sin sentido, como algo que siempre faltara algo, retomando y parafraseando a Pablo Fernández.

El amor y dolor son caras de la condición humana. La subjetividad y la formas de percibir y sentir la vida desde ahí, son caminos que se quiera o no transitamos. Los aprendizajes y la sabiduría nacen del amor y del dolor. La experiencia de vida nos lleva a poner los matices y colores a lo que vamos sintiendo en la nunca acabada tarea de ser personas en dignidad y en libertad.

El punto central, si queremos tener una oportunidad para construir una mejor sociedad, será buscar y crear los mecanismos y las estrategias para revertir la cultura del creer que poseer, cosas y personas da la felicidad,  de frenar las prácticas del consumo de lo superfluo, de lo innecesario, y ver cómo podemos reencontramos como personas, para que juntos, abramos los ojos, demos paso al diálogo y la consciencia de que lo valioso de la existencia no está en las cosas en sí y entonces poder resignificar y transformar el dolor y el amor, para llegar a ser mejores seres humanos en todas sus demandas, deseos y dimensiones.