El 23 de noviembre de 2010, con bombos y platillos, se dio la bienvenida a los flamantes mandatarios locales constitucionales a la Conferencia Nacional de Gobernadores. Fue un día de fiesta, habían entrado al selecto club, tres priístas financiados por su homólogo del Estado de México.
En pago a los favores recibidos, por el hermano mayor, y más adinerado del clan -ahora ellos desde sus nuevos encargos- financiarían la campaña política presidencial de su jefe político, Enrique Peña Nieto. El panista Felipe Calderón había entrado con calzador a Los Pinos, y cada día estaba más en duda su legitimidad y su lucha contra el narcotráfico.
Entraron con todas las credenciales César Duarte Jáquez de Chihuahua; Jorge Herrera Caldera de Durango, y Miguel Alonso Reyes de Zacatecas.
Dos de ellos resultaron un fiasco.
Duarte está acusado de peculado en diversas modalidades y se encuentra detenido en los Estados Unidos esperando su extradición a México. Le entregó el poder a su peor enemigo: Javier Corral Jurado, de Acción Nacional.
Herrera Caldera está apestado. Traicionó a su amigo Ismael Hernández Deras y se le ve como un arribista de la política. Después de la puñalada por la espalda, sucedió lo que tenía que suceder: entregarle el poder a la oposición. José Rosas Aispuro le arrebató al PRI la gubernatura.
Alonso Reyes logró entregarle el poder a un priísta, y él se fue tranquilo a disfrutar de su retiro. Pero su sucesor resultó muy mediano, por no decir que bastante alejado de su pueblo.
Sus gobernados nunca conectaron con su primer mandatario. Alejandro Tello Cristerna, todo indica le entregará las llaves de su despacho a otro Monreal.
En los 58 municipios no posee un buena popularidad, y en particular en Jerez de García Salinas, Fresnillo de González Echeverría, Río Grande, Guadalupe, Sombrerete, Nochistlán y Calera está terriblemente evaluado. Se le percibe como tricolor cercano a los negocios desde el poder y el personaje que sólo beneficia a sus cercanos.
Algunos zacatecanos se burlan que no tuvo ni la fuerza para escoger al candidato para sucederlo, y que le impusieron a Claudia Edith Anaya Mota. La senadora con licencia fue diputada federal y local, pero no tiene el “punch” ni el apellido.
Si hubiera impulsado a “Fito” Bonilla quizá la competencia hubiera sido distinta; y que nadie se engañe, no es misoginia, ni disminuir a la dama. Sencillamente nunca tuvo, ni tendrá los números, para competir contra el hermano del líder del Senado de la República, y ex gobernador de Zacatecas.
La mayoría de los sondeos hablan de que la señora no obtendrá más de 30 por ciento de las preferencias electorales, mientras David Monreal podría quedarse con 45 por ciento de los votos emitidos. Será una derrota muy fuerte para el PRI.
Pero los zacatecanos no se preguntan, a estas alturas, quién ganará las próximas elecciones. Lo tienen claro: ganará Monreal y por primera vez gobernará Morena la entiendan (aunque la izquierda ya lo habría hecho, con Amalia García Medina).
Lo que ahora se cuestionan en Zacatecas, es cómo le irá a Alejandro Tello Cristerna. No rebasa todavía los 50 años, y todo indica que estará en terribles problemas en unas cuantas semanas.
Es más, dicen que iniciando la segunda semana de junio, el gobernador electo comenzará con la reiterada promesa de campaña de hacer auditorias desde el primer día de gobierno.
Otros zacatecanos ya apuestan cuántos miembros del gabinete irán a la cárcel, y si alcanzarán las carpetas de investigación, detención y sentencias condenatorias al propio Tello.
Si fuera detenido Tello pasaría a formar parte de la penosa y vergonzante lista de gobernadores que acabaron tras la rejas, como Mario Villanueva (Quintana Roo), Andrés Granier (Tabasco), Jesús Reyna (Michoacán), Flavino Ríos (Veracruz) y el panista Guillermo Padrés (Sonora). O bien, como Roberto Borge (Quintana Roo), el famoso Javier Duarte (Veracruz) entre otras fichitas.
Como ve usted, respetado lector, es oscuro el futuro del gobernador saliente de Zacatecas.
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
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