Agosto

“Estamos todos en el fondo de un infierno donde cada instante es un milagro”. Emil Cioran

“Cruzamos el infinito a cada paso; nos encontramos con la eternidad en cada segundo”. Rabindranath Tagore

“Quizá la única lección que nos enseña la historia es que los seres humanos no aprendemos nada de las lecciones de la historia”. Aldous Huxley

“Sacar belleza de este caos es virtud” –Gustavo Cerati

Estamos a mediados del octavo mes del año. Queda un poco más de un cuarto del calendario para que termine un año más en nuestra inventada contabilidad del tiempo. El mes de agosto es el anuncio del fin del verano y preámbulo de la llegada de la estación de otoño. Estos días la lluvia tan deseada se ha hecho presente con su fuerza y con el capricho de la naturaleza, poniendo en evidencia nuestra frágil e incompleta infraestructura urbana, por cierto, pero animando nuestros estados de ánimo, nuestra sensibilidad y también la inteligencia.

En el país esta situación se repite, la lluvia se presenta, entre el deseo y las consecuencias, y nos deja mucho en qué pensar, y de lo que podrían ser nuestras ciudades y cómo utilizar de forma creativa y ecológica el desarrollo urbano. Ahí están las ciudades esponja y ahí están los sistemas de captación de agua de lluvia para fines domésticos y hasta para obtener agua potable para lugares en donde no llega la urbanización y donde el derecho humano a tener agua debería ser una prioridad. Hay tanto por hacer y el tiempo se agota si pensamos con seriedad y responsabilidad la viabilidad y la sustentabilidad de nuestros ecosistemas y del planeta mismo ante nuestras prácticas de producción y de consumo.

Sin embargo, agosto, y su lluvia a cantaros, su pertinaz caída en la noche, su llovizna al amanecer, su ruido leve o estruendoso que nos asila de nosotros mismos, da pauta si uno lo permite y sobre todo si lo desea, a tener espacios de reflexión entre el olor de la tierra mojada y  el juego de las gotas que se pegan a los cristales que hacen trazos propios de artistas invisibles que provocan la imaginación, y ante la posibilidad  de observar las inconmensurables nubes que juguetean a cambiar de tamaño y de color hasta desvanecerse dejar un cielo limpio, y que, mirando esos algodones de vapor, hacen que los pensamientos divaguen y nos lleven a sitios propios del recuerdo, de la nostalgia y aun de la melancolía, también del amor.

Pensar en lo que somos entre la lluvia que cae, que pocas veces dejamos que nos empape el cuerpo y el alma, nos da un regalo, la introspección. Transcribo dos pensamientos reflexivos, uno de Johann Goethe, el primero y otro, el segundo, de Miguel de Unamuno, ambos los leo, y solo puedo imaginar que los dos textos tomaron forma en la escritura de cada uno de ellos, seguramente bajo la lluvia de agosto:

  • “He llegado a la conclusión aterradora de que yo soy el elemento decisivo en mi vida. Yo poseo el tremendo poder para hacer mi vida miserable o alegre. Para con otros y conmigo mismo, yo puedo ser una herramienta de tortura o un instrumento de inspiración. Es mi respuesta que decide si una crisis se escala o no. Son mis acciones que deciden si yo me ennoblezco o me degrado, y si humanizan o deshumanizan a los demás. Yo soy el poder en mi vida.”
  • “Muchos ponderan mi talento. Lo que yo sé lo saben muchos y muchos más saben más de lo que yo sé; pero ninguno tiene más corazón que yo tengo ni sabe sentir más de lo que yo siento. Yo quiero, quiero mucho y con mucha fuerza y de ahí arrancan como de raíz todas mis alegrías y todas mis tristezas”.

Pensar la vida, lo que somos hasta ahora, lo que vamos siendo en el tiempo, reclama sin duda valor para evitar el autoengaño y para poder traer a la consciencia de sí nuestra historia y con ello la narrativa que vamos haciendo de nosotros mismos y con relación a los demás que están junto a nosotros. Pensar en nuestro “ser” y lo que hemos vivido nos cruza y nos define en cierto sentido, pero no nos determina y el pensar críticamente quién es uno, quien es una, nos da la posibilidad de hacer lo mejor que podamos con lo que hicieron con nosotros, particularmente en lo que se vivió en la infancia y en la adolescencia.

Las diversas dimensiones de lo humano, pasan por asumir nuestra condición de imperfección, de contradicción, muchas veces de la falta de coherencia y la inconsistencia de “ser” a partir del imaginario de nuestras propia representación e identidad. Lo que creemos “ser” versus lo que somos y lo que queremos “ser”.

Todo parte de entender y comprender que todas y todos cambiamos con el tiempo, que las ideas se dinamizan, que nos trasformamos en la forma de pensar y de actuar, si es que nos permitimos escuchar al otro, si es que ponemos en revisión nuestros argumentos y nuestras ideas, que, por fijas, no significan que sean verdaderas o validas en todas las circunstancias y contextos. Hannah Arendt escribió: “No somos inducidos al error sólo por la tradición y la autoridad, sino también por la facultad de la razón. Crítica significa tratar de descubrir las fuentes y los límites de la razón. El pensamiento crítico nos ofrece la posibilidad de dejar atrás el escepticismo y el dogmatismo”.

Agosto, es un buen pretexto para invitar a pensar(nos). Agosto nos permite ver correr el agua de lluvia en banquetas y calles, y a ser testigos de cómo se anegan las avenidas y de cómo la basura impide que el agua corra y se vaya por las alcantarillas, situación que nos pone a veces en la impertinente ira en contra de la lluvia que desquicia nuestra lógica y nuestra amañada razón. La lluvia nos lleva también a la esfera de nuestros afectos y emociones.

Armando Manzanero cantó hace varias décadas “Esta tarde vi llover, vi gente correr y no estabas tú…” Hay que decir el mes de agosto también tiene el encanto de su luna llena, y entre la lluvia y la luna, la poesía también nace en agosto y hace su agosto: “Dicen que aún me brillan los ojos cuando hablo de ti. Será porque sigo teniendo estrellas en el corazón. Quise convertirlas en agujeros negros, pero se negaron. Ahí siguen, hasta las fugaces se han quedado. Quizás algún día se apaguen. En otra vida. En otro mundo. En otro cielo”.

Escribió Victoria Martínez y Cesare Pavese expreso:

Bajo el cielo de agosto,

las olivas de tu mirada

endulzan el mar,

y tú vives y revives

sin sorpresa, cierta

como la tierra, oscura

como la tierra, molino

de estaciones y de sueños

que a la luna se descubre.

 

“Habrá que dejarnos mojar por la lluvia de agosto, sentir la magia y fuerza su luna y darnos el regalo de pensar críticamente, reflexiva y emocionalmente. En estos días de agosto puede estar el contexto y el pretexto que muchas veces buscamos para estar con uno mismo y tener la paciencia de crecer y creer en uno mismo, en una misma y ser en agosto”.

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“La muerte es incomprensible, injusta y el dolor que ocasiona a los que sufren la pérdida de un ser querido es, siempre, tan grande y tan profundo, que la propia vida parece haberse ido con la persona muerta.” Gabriel Rolón

“Y comencé a comprender también que el dolor, los desengaños y la melancolía no existen para molestarnos, para sumirnos en un abismo de desasosiego e inutilidad, sino para poner a prueba nuestro temple y madurar nuestro ser”. Hermann Hesse