Adicción digital

Juan José Alvarado, columnista en Platino News

Una obra encantadora y que difícilmente se puede interrumpir su lectura es el “El jugador” del ruso Fiódor Dostoievski, autor que era un jugador.

Hay muchas adicciones, como el alcohol, el tabaco, las drogas, el deporte, la misma lectura y seguramente casi todos los adictos las justifican y la glorifican, aunque sabemos que algunas son muy mal vistas por la sociedad.

Hay adicciones que no se pueden comentar y menos presumir en una charla de sobremesa, ya sea con la familia, con los amigos o en el trabajo, pues se corre el riesgo de irse quedando poco a poco sin audiencia.

Nadie en su sano juicio pregona con desconocidos que es un borracho, que no puede contenerse sexualmente, que consume droga. Aun son cosas que resultan vergonzosas y generan un bochorno entre los comensales, amigos y familiares.

Cuando alguien toca el tema, generalmente lo insinúa, con comentarios que dan a entender que el esposo es alcohólico, drogadicto, o que apuesta la quincena en el billar. Hay quienes aun en esta época apuestan a la esposa. Yo no sé si se concrete la apuesta, aunque digan que deudas de juego son deudas de honor.

Erving Goffman, en su libro “Estigma” de editorial Amorrortu comenta, si no me falla la memoria, que los adictos aprenden a disimular ante la familia, los amigos, los compañeros de trabajo, pero ahora, tenemos que eso se ha diluido, los adictos digitales no se ocultan, no lo disimulan, al contrario, lo presumen y van por las calles, están en los restaurantes, en el transporte público, en los automóviles, en las filas, en los espectáculos, etc. ahí, pegados a sus aparatos, a sus teléfonos, a sus tabletas, a sus computadoras.

Igual que los alcohólicos, los drogadictos, justifican y defienden su adicción, la niegan, dicen que pueden parar en cualquier momento, pero no es así, su vacío existencial, hace que se vinculen con nada, que practiquen el zapping durante horas y de hecho, no saben concretamente que es lo que ven o revisan en sus aparatos.

Lo que sí, están lejos de tener relaciones cara a cara, pues se acostumbran a dejar en visto cientos de conversaciones, a salirse de las aplicaciones sin decir nada, se quedan dormidos y en muchos de los casos, contestan sin realmente haber leído el contenido de los mensajes o las conversaciones, las cuales, lucen vanas, desarticuladas, ajenas.

En este mundo de pregonar las libertades, cada quien sabrá el cómo las ejerce, el cómo se aleja o se acerca a los demás. Al fin, cada uno decide el camino a tomar.