Por: Alejandro Gómez Tamez
Director General de GAEAP
El año 2017 fue bueno para la economía mundial, pero en México pasaron varias cosas que hicieron que perdiéramos el incipiente dinamismo del mercado interno que teníamos. En esta entrega veremos que sucede con la economía mundial y qué fue lo que pasó en nuestro país que nos impidió disfrutar de los beneficios de lo que fue el mejor año para la economía mundial desde la crisis financiera de 2008.
En la minuta de la Reunión de la Junta de Gobierno del Banco de México, con motivo de la decisión de política monetaria anunciada el 14 de diciembre de 2017, publicada el pasado 28 de diciembre, se da cuenta de la buena marcha de la economía mundial. Concretamente se menciona que “la economía mundial continuó expandiéndose en el tercer trimestre y a principios del cuarto de manera más generalizada, tanto en las economías avanzadas como en las emergentes.”
En relación a Estados Unidos, se señala que en el tercer trimestre del año, la economía más grande del mundo creció a una tasa trimestral anualizada de 3.3 por ciento. Este dinamismo se debe al repunte en la inversión en equipo y por una mayor contribución al crecimiento de las exportaciones netas y de la variación en inventarios. Se agrega que el índice de producción industrial y la producción manufacturera repuntaron en octubre, y también se menciona que las condiciones del mercado laboral de nuestro vecino del norte han continuado mejorando. En efecto, se han generado en promedio 174 mil nuevas plazas mensuales en lo que va del año, superando el ritmo necesario para absorber el crecimiento de la fuerza laboral.
En cuanto a la economía de la zona Euro, se menciona que los indicadores prospectivos apuntan a un crecimiento generalizado entre países y sectores durante el cuarto trimestre del año. La sólida expansión de esta región ha estado respaldada por las condiciones monetarias acomodaticias y la expansión del crédito. Además, los niveles de confianza en los principales sectores de la economía se ubican por encima de sus promedios históricos, lo que también parecería haber impulsado la demanda interna.
Finalmente, en cuanto a las economías emergentes (China, India, Brasil), los indicadores disponibles apuntan a que durante el cuarto trimestre persistirá la recuperación de la actividad productiva. La expansión de este grupo de economías continúa explicándose por el sólido crecimiento de la producción industrial y de sus exportaciones. Adicionalmente, el consumo privado siguió fortaleciéndose en la mayoría de estas economías.
Hasta aquí lo mencionado por la minuta del Banxico; y es en este contexto de buen desempeño económico mundial que nuestro país ahora sufre una fuerte desaceleración. De acuerdo con cifras del INEGI, el Producto Interno Bruto (PIB) de México creció apenas 1.5% en el tercer trimestre de 2017, después de haber aumentado 3.2% el primero y 1.9% el segundo trimestre. De hecho, con series desestacionalizadas de tendencia-ciclo, podemos ver que el crecimiento del PIB de México registró un crecimiento de 0% en el tercer trimestre del año que recién concluyó.
Por su parte, el Índice de Volumen Físico de la Actividad Industrial (IVFAI) en México acumuló en octubre de 2017, cinco meses consecutivos con caídas anualizadas, siendo el decremento en octubre de este año de -1.10%.
¿A qué se debe esta desfavorable evolución? Pues en parte a la pérdida de dinamismo del consumo privado. Con cifras del INEGI podemos ver que el Indicador Mensual del Consumo Privado en el Mercado Interior creció en términos anualizados apenas 2.93% en el tercer trimestre de 2017, siendo que en el mismo trimestre de 2016 éste creció 3.93%. Pero lo peor es que la tasa de incremento del componente de consumo de bienes nacionales pasó de 4.5% en el tercer trimestre de 2016 a sólo 2.66% en el mismo trimestre de 2017; mientras que el componente de consumo de bienes importados pasó de haber caído -1.0% en el tercer trimestre de 2016 a aumentar 5.66% en el mismo trimestre de 2017.
Es decir, el consumo de los mexicanos ahora crece menos que antes por la pérdida de poder adquisitivo, pero estamos privilegiando los bienes importados respecto a los hechos en México. Una de las causas de esta situación es el contrabando y la subvaluación de mercancías en las aduanas del país, tema que he abordado en muchas ocasiones desde este espacio.
Otra causa de la desaceleración económica en México es la pérdida de dinamismo por parte del crédito otorgado por la banca comercial al sector privado del país (empresas y personas físicas). Tenemos que de acuerdo con cifras del Banxico, al mes de noviembre de 2017 éste creció apenas 2.41% en términos reales anualizados (ajustado por inflación), siendo que en noviembre de 2016 éste creció un 12.47%, lo que implica entonces una caída de 10 puntos porcentuales.
Desde luego que la causa raíz de esta situación es la astringente política monetaria implementada por el propio Banxico desde diciembre de 2015, lo que ha llevado a su tasa de interés objetivo desde 3.0% hasta el actual 7.25%. Alguien podrá decir que un aumento de 4.25 puntos porcentuales no es gran cosa, pero el problema es que las tasas que cobran los bancos por muchos de sus créditos han aumentado en un rango mayor. Por ejemplo, una prestigiada tarjeta de crédito internacional emitida en México, en su versión platino, cobraba en diciembre de 2015 una tasa de interés regular de 26.95% y ya en el mismo mes de 2017 cobraba el 39.20%, lo que representa un incremento de casi 13 puntos porcentuales.
¿Si esta es la situación de una tarjeta de crédito platino, cual es la situación del resto de las tarjetas de crédito? Obviamente el resto de los créditos, como los automotrices y para las micro, pequeñas y medianas empresas también han aumentado en su tasa de interés en más de lo que creció la tasa de interés objetivo del Banxico.
Desde luego que este aumento en tasas de interés también ha causado mella en la inversión productiva en nuestro país. En el tercer trimestre de 2014 el Índice de Volumen Físico de la inversión Fija Bruta en México creció en términos anualizados 8.2%, producto de un incremento de 4.5% en la construcción y de 14.0% en maquinaria y equipo. Después de las alzas en la tasa de interés, en el tercer trimestre de 2017, la inversión total privada cayó -0.8%, producto de un decremento en la construcción de -3.2% y un aumento en maquinaria y equipo de apenas 2.3%.
Pero no toda la culpa de la desaceleración económica de México es culpa del Banco de México. Después de la borrachera de deuda en la que se incurrió en el periodo de 2013 a 2016, que llevó a los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP) a representar el 50.5% del PIB, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) se vio forzada a recortar el gasto público. En el comparativo de los primeros once meses de 2017 respecto a los mismos meses de 2016, el gasto neto total del sector público federal muestra una disminución en términos reales (ajustado por inflación) de -6.5%. Dentro de este recorte, el rubro que más se ha visto afectado es el de gasto de capital (inversión física como carreteras), el cual presenta una caída real de -33.9%.
Esto ha tenido fuertes repercusiones porque la inversión física directa en los primeros once meses de 2017 suma 284.920 miles de millones de pesos (mmdp), mientras que el costo financiero de la deuda (pago de intereses) fue de 387.938 mmdp, lo que denota que derivado de un menor gasto público y el alza en las tasas de interés en México, el gobierno federal gasta un 36.15% más en el servicio de la deuda que en desarrollar la necesaria infraestructura que requiere el país.
La lista de indicadores que dan cuenta de los problemas que enfrenta México en el arranque de 2018 podría extenderse mucho más. Podemos hablar de la pérdida de poder adquisitivo de los salarios reales, de la inflación causada por parte del propio gobierno federal con sus recurrentes alzas en los precios de combustibles y energéticos. También podemos extendernos mencionando la caída de la producción petrolera debido al saqueo y corrupción de la que ha sido objeto Pemex estos últimos años, lo que impidió invertir en el desarrollo de nuevos campos petroleros.
Pero la pregunta es entonces, ¿Qué hacer en el 2018 para revertir esta tendencia? ¿Por qué mientras el resto del mundo vive una etapa de relativa bonanza económica en México nos dirigimos a una posible recesión? Desde luego que las respuestas no son sencillas, pero si hay ciertas cosas que se pueden hacer, entre las que destacan el aprovechar el crecimiento económico de otras partes del mundo y apoyar el sector exportador a través de Proméxico (organismo que sigue sin dar resultados y ha brillado por su ausencia durante todo el presente sexenio), se puede redoblar la lucha contra el contrabando y la subvaluación de mercancías en las aduanas del país, se puede fortalecer la competitividad y la productividad de las empresas dotándole de más recursos al Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM) y al Programa para la Productividad y Competitividad Industrial (PPCI) de la Secretaría de Economía, se pueden atender las propuestas de ajustes fiscales hechas por la iniciativa privada nacional para recuperar la competitividad perdida después de la aprobación de la reforma fiscal estadounidense, y se pueden hacer muchas cosas más.
El que piense que dado que este es un año electoral y que habrá mucho gasto en las campañas, hará que se recupere la economía, está muy equivocado. Los problemas de la economía de México son estructurales y se requieren medidas de fondo en materia de política industrial, fiscal y monetaria para resolverlos. Veremos que sucede, y los primeros tres meses de este año que comienza serán fundamentales si se quiere hacer algo antes de que sea demasiado tarde.